CUERPO, CEREBRO, CULTURA
AUTOR: VICTOR TURNERArtículo original: Turner, Victor
The Anthropology of Performance, PAJ publications, 1983.
(Traducción de Cesar Brie para la revista “El Tonto del Pueblo)LATERALIZACIÓN HEMISFÉRICA
Antes de examinar algunas recientes hipótesis sobre las consecuencias para el estudio de la religión de una posible coadaptación de elementos culturales y genéticos conviene decir algo sobre la “lateralización" (la división entre derecho e izquierdo) de los hemisferios cerebrales y sobre la división de las funciones de control entre ellos. En los primeros años de los 60, el trabajo de los cirujanos P. Vagel y J. Bogen, que separaron quirúrgicamente el hemisferio izquierdo del derecho para controlar la epilepsia con la interrupción de las conexiones entre ambos -particularmente en el corpus callosum (una masa de apretadas fibras del largo de un centímetro)-, llevó a la realización de algunas técnicas por parte de R.W Sperry (Premio Nobel, 1981), Michael Gazzaniga y otros, a través de las cuales estos investigadores lograron aclarar incontestablemente el rol asumido por cada hemisferio en sus pacientes.
En 1979, aparecióel importante texto, The Spectrum 0f the Ritual, a cargo y escrito en parte por Eugene d' Aquili, Charles D. Laughlin y John Mc Manus (1). En el curso de una excelente reseña de la literatura sobre el trance ritual, analizado desde el punto de vista neurofisiológico, Barbara Lex resume los resultados de las actuales búsquedas sobre la lateralización de los hemisferios. "En la mayoría de los seres humanos, escribe Lex, el hemisferio cerebral izquierdo provee al lenguaje, al pensamiento analítico y lineal, y al Conocimiento de la duración de las unidades temporales, elaborando las informaciones en secuencia. Por el contrario, las especializaciones del hemisferio derecho incluyen la percepción espacial y tonal, el reconocimiento de los modelos repetitivos -comprendidos aquellos que constituyen las emociones y los otros estados interiores- y el pensamiento holístico y sintético, pero sus posibilidades lingüísticas son limitadas y la conciencia del tiempo probablemente está ausente. Sus acciones específicas incluyen intercambios complementarios entre las funciones de los dos hemisferios (2). Howard Gardner, de acuerdo con Gazzaniga, sugiere que en el momento de nacer, "todos tenemos un cerebro dividido en dos partes. Literalmente esto puede ser cierto en cuanto el corpus callosum que conecta los hemisferios en aquel momento resulta inactivo. Entonces, en los primeros años de vida cada hemisferio parece participar del entero proceso de aprendizaje. Sólo cuando, por algún motivo desconocido, el hemisferio izquierdo del cerebro se sobrepone en la manipulación de los objetos y el niño comienza a hablar, se distinguen los primeros signos de asimetría. Enl este punto el corpus callosum empieza gradualmente a funcionar.
Durante algunos años varios tipos de aprendizaje parecen interesar a ambos hemisferios, pero se asiste luego a un total desplazamiento de las más importantes funciones motoras hacia el hemisferio izquierdo, mientras las funciones visual-espaciales parecen emigrar hacia el derecho. La división del trabajo aumenta y se hace más marcada hasta que en la fase post-adolescencial, cada hemisferio se vuelve incapaz de realizar las operaciones que competen al otro, sea porque no tiene más acceso a las capacidades aprendidas en la infancia, sea porque lo que de ellas ha quedado comienza a atrofiarse, siendo inutilizado (3). D' Aquili y Laughlin sostienen que, para resolver los diferentes problemas, ambos hemisferios trabajan a través de un sistema de recíproca inhibición controlado por otro nivel cerebral. Al mundo externo “ Nos acercamos a través de un rápido aIternarse de cada hemisferio. Es como si uno de los dos fuera encendido y apagado para consentir el encendido y apagado del otro. El ritmo de este proceso y el predominio de una parte sobre la otra podrían constituir la llave para explicar los diferentes estilos de conocimiento (piénse en el contraste pascaliano entre l' esprit de géometrie e l'esprit de fínese) que van desde lo extremadamente científico y analítico a lo artístico y sintético" (4).
Junto a Lex, estos autores pasan luego a un interesante intento de unir el funcionamiento dualista de los hemisferios al modelo de W. R. Hess (relativo al funcionamiento dualista de los así llamados sistemas ergotrópicos y trofotrópicos que operan en el interior del sistema nervioso central) con el fin de analizar y explicar los fenómenos notados en el estudio del comportamiento ritual y de los estados de meditación (5). Expliquemos antes que nada estos términos. Como sugiere su origen griego, ergon (trabajo), el término ergotropía se refiere a cualquier proceso interior del sistema nervioso que comporte un gasto de energía. Consiste no sólo en el sistema nervioso simpático, que gobierna los estados de vigilia y las respuestas de combate o fuga, sino también procesos como el aumento del ritmo cardíaco, la presión arteria!, la secreción de sudor, así como la mayor excreción de las hormonas catabólicas, epinéfrinas (hormonas producidas por la médula de la glándula adrenal, que estimulan el corazón y aumentan la fuerza y la resistencia muscular) y de otros estimuladores. En líneas generales el sistema ergotrópico genera modificaciones en el comportamiento, en la dirección de la vigilia, aumentando actividades y reacciones emotivas, produciendo estados comunmente definidos como recalentados o fuera de sí. El sistema trofotrópico, (trophe significa nutrición en griego, en este caso, sugiere la idea de sostén de un sistema), consiste no sólo en el sistema nervioso parasimpático, que regula las funciones de base vegetativa y homeostática, sino también cualquier proceso sistémico nervioso central que mantiene la estabilidad de base del organismo, por ejemplo, el nivel mínimo de excitación de la atenuación del ritmo cardíaco, de la presión arterial, de la secreción del sudor y de la constricción de las pupilas, así como la mayor secreción de insulina, estrógenos, andrógenos, etc. Brevemente, el sistema trofotrópico genera inactividad, somnolencia, sueño, relajamiento y estados similares al trance (6). Desarrollando el trabajo de Hess, d' Aquili y Laughlin proponen un modelo ampliado "según el cual el hemisferio menor o no dominante -generalmente el derecho[¡o- está identificado con el sistema trofotrópico o relativo al nivel mínimo de energía empleada, mientras el hemisferio mayor o dominante que regula el pensamiento analítico y linear-generalmente el izquierdo- está identificado con el sistema ergotrópico o relativo a un gasto de energía" (7).
Los dos investigadores demuestran que cuando el sistema ergotrópico o trofotrópico son hiper-estimulados ocurre un derrame en el sistema opuesto luego de tres estadios de sintonía, a menudo a través de comportamientos guía empleados para facilitar el trance ritual. Hablan también del rebote de un sistema al otro: si el hemisferio izquierdo es estimulado más allá de un cierto límite, la estimulación también se transmite al derecho. En particular, D' Aquili y Laughlin postulan que la actividad rítmica del ritual, con la ayuda de guías visuales, sonoras, luminosas y otras, puede llevar simultáneamente los dos sistemas a niveles máximos de estimulación, llevando los participantes del rito a experimentar aquello que los autores llaman afecto positivo e inefable. D' Aquili y Laughlin usaron también los términos freudianos de experiencia oceánica y casi yogica, además de la locución cristiana unio mística , que alude a la experiencia de unión de estos dos opuestos (cuya descripción a nivel cognoscitivo es un típico producto de la racionalidad binaria y digital del hemisferio izquierdo). Pienso que también podríamos agregar el término zen satori (iluminación), la expresión de los Cuáqueros luz interior, el conocimiento trascendental de Thomas Merton y el término yoga samadhi (8). D' Aquili y Laughlin sostienen que, si bien se llega a un momento final de simultánea inhibición de ambos sistemas (ergotrópico y trofotrópico), recurrente en la meditación y en el ritual, la meditación se iniciaría con una intensa estimulación del trofotrópico a través de técnicas para la reducción del pensamiento y del deseo orientadas a mantener "la homeostasis a un nivel prácticamente nulo" (9). Esto se vuelca sobre la parte ergotrópica, resolviéndose en una fuerte excitación de ambas partes. El ritual, por el contrario, implica la inicial estimulación del ergotrópico. Los autores mostraron antes que el pensamiento causal tiene origen en las recíprocas interconexiones entre el lobo parietal inferior y la convexidad anterior de los lóbulos frontales -particularmente por lo que concierne a la parte dominante, generalmente la izquierda- y que ésta sea una inevitable tendencia humana. D' Aquili y Laughlin llaman operador causal a este nexo cerebral, y sostienen que "produce a duras penas terminus o motivo inicial de cada pequeña parte de realidad". (10)
Tanto, "que Dioses, poderes, espíritus, fuerzas personificadas o cualquier otra entidad de tipo causal es automáticamente generada por el operador causal" (11). Los eventos desafortunados, en particular exigen una explicación. Por este motivo los seres humanos no pueden hacer otra cosa que construir los mitos para explicar su mundo, para orientarse en aquello que muy seguido parece ser un universo caprichoso. La búsqueda de las causas forma parte del funcionamiento obligatorio de las estructuras nerviosas. La neurobiología parece habernos llevado a que la primer causa no tiene causa o al primer motor inmóvil de Aristóteles. Nosotros, seres humanos, no podemos hacer otra cosa que postular primeras causas para explicar aquello que observamos. Como escriben Laughlin y d' Aquili, "siendo muy improbable que el ser humano llegue a conocer la causa primera de cada aspecto de la realidad observable, es muy probable que el hombre continúe siempre creando dioses, poderes, demonios u otras entidades, identificando en ellas la causa primera" (12). Los mitos crean problemas a la conciencia verbal analítica. Claude LeviStrauss nos ha vuelto familiares con algunos de ellos; vida y muerte, bien y mal, mutabilidad e inmutabi1idad del ser, singular y múltiple, libertad y necesidad, y algunas otras cuestiones eternas (13). Los mitos tratan de explicar estas contradicciones lógicas, pero en el nivel cognoscitivo, ligado al hemisferio izquierdo, la perplejidad subsiste. D' Aquili y Laughlin sostienen que el rito es muy a menudo practicado en situaciones específicas para resolver los problemas puestos por el mito a la conciencia analítico-verbal. Esto porque, como todos los otros animales, el hombre trata de apoderarse del ambiente a través de un comportamiento motriz, en este caso, el ritual; un uso cuyos orígenes se pierden en el pasado filogenético y que comprende el movimiento repetitivo, estímulos guías de tipo visual o sonoro, ritmos cinéticos, plegarias repetidas, mantra y canto que activan de modo relevante el sistema ergotrópico (14). La excitación ergotrópica es apropiada en cuanto el problema es presentado en forma mítico-analítica, que comporta pensamiento binario, mediaciones, conexiones causales que conjugan conceptos y percepciones en términos de antinomias y díadas.
Estas operaciones tienen que ver prevalentemente con el hemisferio izquierdo y están conectadas, según los autores, con el citado aumento de las manifestaciones ligadas al simpático: pulso cardíaco, presión arteria!, secreción de sudor, dilatación de la pupila, secreción de hormonas catabólicas, etc. Si la excitación continúa por un período de tiempo suficientemente largo, el sistema trofotrópico es puesto a su vez en función, con descargas mixtas provenientes de ambas regiones cerebrales y que se manifiestan muy seguido en el trance ritual. Lex escribe que "las técnicas de guía facilitan también el dominio del hemisferio derecho, que se manifiesta en las experiencias de Gestalt, atemporales y no-verbales, distintas y únicas si confrontadas con el funcionamiento del hemisferio izquierdo o de la alternancia de los hemisferios" (15). Una solución, si tal puede llamarse, del enigma de la Esfinge, puesto por el mito, es, según d' Aquili y Laughlin, "que durante ciertos estados rituales o de meditación, las paradojas lógicas o la conciencia de oposiciones bipolares tal como se presentan en el mito, aparecen simultanéamele sea como antinomias, sea como unidades enteras" (16). Puede verificarse un estado estático y un sentido de unidad, una fe en el rito, y una meditación prolongada, en que las técnicas transmitidas por la cultura y una intensa disciplina personal sostienen una experiencia culminante. El individuo es conciente de la paradoja, y se alegra de ello. Recuerdo la alegre celebración de Kierkegaard de la paradoja de la cruz en cuanto corazón de la cristiandad. Por lo tanto el problema, según d' Aquili y Laughlin, se resuelve no en el nivel-cognoscitivo del hemisferio izquierdo sino directamente a través de una experiencia definida por los autores como inefable, lo que significa, literalmente, más allá de la capacidad de la expresión verbal. Probablemente la frecuente rotura o radicación del mito en el escenario ritual, sea con medios verbales a través de la plegaria o el canto, sea con medios no verbales a través de la acción dramática o el simbolismo visual, pone en causa constantemente, en el contexto "ritual las funciones cognoscitivas-ergotrópicas del hemisferio dominante" (17). Si las experiencias de los participantes al rito fueron gratificantes -se considera que una vasta gama de tendencias somáticas, mentales y emotivas, en un número elevado de individuos puede ser armonizada por los expedientes rituales y las acciones simbólicas (consistentes en la notoria redundancia del rito con sus numerosos códigos sensoriales y sus símbolos multívocos)- la fe en los órdenes cósmicos y morales implicados por el mito saldrá naturalmente reforzada. En su ensayo Propuesta de Una psicobiología de la trascendencia, A.J. Mandell sostiene que la conciencia \ trascendental, en la que William James identifica la experiencia religiosa primaria, es un estado definible en sentido neuroquímico y neuro-fisiológico, una hipomanía imperturbable, beata, enfática y creativa" (18).
PLAY (En Inglés jugar, pero también actuar, en el sentido teatral)
Está claro que todo esto se refiere al serio trabajo del cerebro en cuanto diferente del juego. El comportamiento totalmente ergotrópico que depende del hemisferio izquierdo tiende a ser teatral y agonístico. Personalmente, no me adhiero a la tendencia de algunos autores de localizar las funciones mentales específicamente en determinadas regiones corticales más que en redes de interconexión, pero me parece que el concepto de división del trabajo entre los dos hemisferios es, hablando en términos generales, fundado. Como ya vimos, el término ergotrópico deriva del griego ergon que significa trabajo y de tropos que equivale a tendencia, modo, manera. Esto representa el sistema nervioso en cuanto concierne al trabajo, siendo un subsistema del simpático. Mientras el trofotrópico (del griego trophe: comida, nutrición) representa el sistema nervioso en cuanto concierne la sustentación, siendo un subsistema del parasimpático que gobierna el balance de las funciones y de la composición química dentro del organismo. También éste es un tipo de trabajo difuso, si bien menos focalizado y móvil, menos intenso, de las funciones ergotrópicas. Pero, ¿dónde, se podría preguntar, se encuentra el rol de play (juego) dentro de este modelo? En el ámbito de la neurofisiología cerebral, el término juego aparece muy raramente. Y, sin embargo, el juego es una especie de partner dialéctico del ritual y los etólogos confieren al comportamiento lúdico una importancia similar a la del rito. D' Aquili y Laughlin mencionan apenas el término. Los hemisferios tienen claramente un trabajo que desarrollar, así corno el sistema nervioso tiene el suyo. Los primeros crean dramas sociales y el segundo produce la norma social. Sea que actúen según su normal funcionamiento o que estén, expuestos a estimulación intensa, los componentes del sistema nervioso central parecen recubrir roles interdependientes pero claramente definidos desde el punto de vista de las responsabilidades diferentes que asumen. Se podría hipotetizar que en el nivel neurobiológico el juego podría estar de algún modo conectado con la sensibilización de estructuras nerviosas de tipo interfacial, como el sistema límbico dentro del núcleo cerebral, del cual es notoria la íntima relación con la expresión de la emoción, particularmente respecto al placer, dolor, rabia. A mi modo de ver el juego no está ligado a ninguna particular región neuro cerebral: es una entidad huidiza, refractaria a la localización y a la fijeza: una especIe de jolly, de comodín, hermoso acto neuro-antropológico. Johann Huizinga, Roger Caillois, y muchos otros, sucesivamente han hablado de la inclusión del juego entre "las convenciones arbitrarias, imperativas y deliberadamente tediosas" (20). La tendencia al juego representa un fenómeno voluble, es a veces peligrosamente explosiva: las instituciones culturales tratan de refrenarlo o de conducido dentro de juegos competitivos, de fortuna o de fuerza, a través de medios de simulación como el teatro, o en el desorientamiento controlado, desde las montañas rusas a la danza de los dervishes, el ilinix o vértigo de Callois.
El juego puede ser definido peligroso en cuanto capaz de subvertir la regular alternancia entre los hemisferios responsables del mantenimiento del orden social. La mayor parte de las definiciones del juego implica las nociones de desempeño, de liberarse, de sentirse fuera de la morsa de los serios procesos de reducción y control social. Las energías nerviosas del juego rozan, por decirlo así, las cortezas cerebrales, probando las varias capacidades y funciones de distintas áreas del cerebro en vez de tomar parte de ellas. Este es probablemente el motivo por el cual, como han escrito Don Handelman y Gregory Bateson, el juego puede proveer un meta-lenguaje (meta significa estar más allá y entre), además de emitir metamensajes por lo que concierne a un elevado número de varias inclinaciones humanas, ofreciendo así, como dice Handelman, "Un cuadro del orden social de amplitud muy vasta (21). El juego puede estar en todos lados y en ninguna parte, puede imitar cualquier cosa sin estar, sin embargo, identificado con nada. El juego -para utilizar la expresión de Edward Norback- es trascendente, pero sólo en el sentido de que barre las superficies de las organizaciones nerviosas más especializadas en vez de existir independientemente de ellas o miradas desde arriba. El juego representa el supremo bricoleur de construcciones frágiles y pasajeras, como un capullo de larva o un nido de urraca. Sus meta-mensajes están constituidos por un potpourri de elementos aparentemente incongruentes: productos de ambos hemisferios son yuxtapuestos y mezclados. Estados de pensamiento aparentemente del todo racionales coexisten de manera joyciana o surrealista con estados de pensamiento privados de conexión sintáctica. Sin embargo, si bien incontrolable, la rueda del juego nos revela -como sostuvo Mihaly Csikszentmihalyi- (22) la posibilidad de cambiar nuestros objetivos y, por consiguiente, de llegar a la reestructuración de aquello que nuestra cultura sostiene ser la realidad.
El lector habrá intuido que para mí el juego es un fenómeno liminoide, esencialmente intersticial, en medio o dentro de todos los nudos taxonómicos estandartizados, esencialmente elusivo -término que deriva del latín ex, que significa lejos y de ludere que significa jugar-; aquí, el verbo latín eludere que adquirió el significado de substraer de alguien que juega, entonces engañar o estafar. En cuanto tal, el juego no puede quedar prisionero de formulaciones dictadas por el modo de pensar conectado con el hemisferio izquierdo -aquel que todos nosotros debemos usar para someternos a las convenciones retóricas del discurso intelectual. El juego no es acción ritual ni meditación, no es meramente vegetativo ni se limita a la diversión; está también caracterizado por una buena dosis de agresividad ergotrópica y agonística, dado su extraño estilo especulativo de bricolage. Como notó Roger Abrahams, el juego toma el pelo a la gente, las cosas, las ideas, las ideologías, las instituciones y las estructuras; en parte, se burla, imita, provoca, suscitando esperanza, deseo, curiosidad, sin necesariamente dar satisfacción (23). Los que Csikszentmihalyi describió como estados fluidos, pueden ser interrumpidos por el juego para una reflexión o estimulados. Como muchas encarnaciones del Picaro (trickster) en la mitología (¿o debería más bien tratarse del antimito, si es cierto que los mitos son en su mayoría especulaciones sobre la causalidad?), el juego puede engañar, traicionar, ilusionar desilusionar (otra derivación de ludere, jugar), engatusar, embaucar, embrollar, estafar. Walter Skeat considera que el origen del verbo inglés to play viene del anglosajón plegian, que significa golpear o aplaudir; el término anglosajón plega no sigitifica sólo juego, deporte, sino también comúnmente combate, batalla (con nuevas implicaciones de tipo ergotrópico ). Como ya dije, el juego extrae sus materiales de todos los aspectos de la experiencia, sea interior o externa. Y sin embargo, como escribe Handelman, no tiene ningún poder instrumental: podríamos decir que es un guerrero-sombra, un kagemusha (24). Justamente por esta razón, su potencial de metalenguaje es imponente: nada de lo que es humano le escapa. No obstante eso, dado su estilo oximórico peligrosamente inocente, no teme nada, protegido como está por su liviandad y su fugacidad. Tiene los poderes del débil: una audacia infantil en relación al fuerte. Prohibir el juego significa de hecho masacrar a los inocentes. Si el hombre es una especie neotónica, el juego es tal vez su modo más apropiado de expresión (en el original: perfomance, ndt.). Más que otra cosa, está claro que, como sostiene Konner, el juego es educativo. Los mamíferos que lo han desarrollado más plenamente son también los más inteligentes y longevos como especie: primates, cetáceos, carnívoros acuáticos y terrestres. "Tiene la función de ejercicio orientado al aprendizaje sobre el ambiente y los individuos de la propia especie. Para aquellas especies sirve para adquirir las habilidades fundamentales relativas a la subsistencia y a la socialización (25). Está demostrado que la oportunidad de experimentar un trabajo dentro de una situación lúdica, antes de acometer con el mismo facilita el aprendizaje de ese trabajo en numerosos mamíferos puestos en un contexto experimental. El juego, entonces, está probablemente conectado con los más altos centros cerebrales -sin olvidar sus relaciones con la excitación y el placer, sobre todo en el caso de juegos violentos e inquietos, en los cuales el sistema límbico está claramente envuelto. Y, sin embargo, la verdadera violencia generalmente está controlada objetiva y culturalmente por reglas y subjetivamente por mecanismos inhibitorios de tipo probablemente diferente del super-yo o del mecanismo de autodefensa hipotetizados por Freud, si bien no es improbable que el juego defienda efectivamente la conciencia de algunos de los más peligrosos impulsos inconscientes. Finalmente, el juego se conjuga al conjuntivo. ¿Qué significa? Son conjuntivas las formas verbales usadas en inglés para expresar una acción accidental e hipotética. Una acción accidental es algo que puede ocurrir pero que no es probable ni intencional. Conjuntividad significa posibilidad. Se refiere a lo que puede o podría ser. Tiene además que ver con la suposición, la conjetura o el presupuesto, con el ámbito del como si más que con el de como es. (Entonces el juego debe suponer una notable implicación del hemisferio izquierdo, de la actividad lingüística y de la conceptual, pero sólo para beneficio de sí mismo). El como si se refiere a lo que la cultura califica como mundo de los hechos, de causa y efecto, en el cual y desde el cual se habla en indicativo (que presupone que la acción o la condición a la cual se refiere sea un hecho objetivo): estamos dentro del mundo del hemisferio cerebral izquierdo per excelence. El mundo del hemisferio derecho, no se identifica con el mundo del juego, en cuanto su percepción gestaltica de las cosas lo pone en grado de aferrar el sentido de una realidad más elevada, más allá de las suposiciones y de las especulaciones. El juego es un escéptico de alas livianas y de mano lista, un Puck a mitad de camino entre el mundo diurno de Teseo y el nocturno de Oberón, que cuestiona los principios de ambos hemisferios, de ambos mundos. No hay santidad en el juego: es irreverente y, en el mundo de las luchas por el poder, lo protegen su aparente irrelevancia y su hábito clownesco. Pareciera casi que el sistema límbico estuviera dotado de una inteligencia más elevada, en una especie de vuelco carnavalesco del sistema indicativo.
De todos modos, teniendo que ver con la entera gama de la experiencia -tanto de la presente como de la pasada-, se puede afirmar que el juego recubre en la construcción social de la realidad un rol similar al que la mutación y la variación recubre en la evolución orgánica, conocimiento escurridizo de todo lo que el sistema nervioso está en condiciones de experimentar y, al mismo tiempo, su independencia de las varias localizaciones de aquel sistema le permiten cumplir la función liminal de la recombinación lúdica de elementos familiares en modelos no familiares y muy seguido absolutamente arbitrarios. Y, sin embargo, puede ocurrir que un modelo de vida o de estructura social considerado comúnmente excéntrico pueda revelarse, en condiciones de extrema mutación social, una hipótesis al indicativo, adaptable a la realidad. Aquí adquieren nueva importancia las viejas teorías según las cuales el juego tiene su origen en el excedente de energía. Una parte del surplus construye críticas lúdicas al presente, al statu quo, debilitándolo a través de la parodia, la sátira, la ironía, la farsa; otra parte subvierte estructuras y legitimidades pasadas; otra se proyecta en el futuro constituyéndose en un depósito de estructuras socio-culturales posibles (que van desde lo bizarro y ridículo a lo utópico e idealista), una de las cuales puede radicarse en una realidad futura, permitiendo a la fundamental dialéctica de las funciones de los dos hemisferios transportar individuos y grupos de individuos de la tierra al cielo y del cielo a la tierra, dentro de un modo indicativo de la nueva estructura. Pero es siempre el evanescente Pícaro (26) quien los pone en condiciones de hacerlo sin dejar huella, según la expresión juguetona de Jacques Derrida.
Notas:
(1) Eugene G. d' Aquili y otros, The Spectrum 0f Ritual: a Biogenetic structural Analysis, Columbia University Press, NY,1979.
(2) Barbara Lex, Nel/robiology 01 Ritual Trance en The Spectrum of Ritual, op. cit, p. 125.
(3) Howard Gardner, The Shattered Mind, Vintage, NY 1975, p. 386.
(4) E.G. d' Aqui1i y c.D. LaughlinJr. op.cit, p.174.
(5) W.R.Hess, On the Relationship Between Psychic and Vegetative Functions, Schwabe, Zurich 1925.
(6) E. Gellhorn y WF. Kiely, Mistical States 01 consciousness: Neurobiological and Clinical Aspects, in formal of Mental and Nervous Diseases, n° 154,1972, pp 339-405.
(7) E.C. d'Aquili Y c.D. Laughlin fr.op.cit, p.176.
(8) lbid, p. J7(J.
(9) Ibid.
(10) Ibid, p. .171.
(11) Ibid.
(12) Ibid, p. 171.
(13) Claude Levi-Strauss, Antropología estructural, El pensamiento salvaje. (14) KG. d' Aquili y c.D. Laughlin Jr. op.cit, p. 177.
(15) B.Lex, op. cit, p. 176.
(16) Ibid, p. 177.
(17) E.G. d' Aquili y C.D. Laughlin Jr. op. cit, p.177.
(18) Al Mande]], op. cit, p.l.
(19) Play, en inglés, significa sea juego o actuación teatral y to play es jugar y actuar.
(20) Roger Caillois, El juego de los hombres.
(21) Don Handelmann, Play and Ritual: Complementary Frames of Metacomunications, en It is a FunnyThing, Huroom, a.c. de AJ. Chapman y H. Fort, Pergamon, Londres 1977, p. 189.
(22) Mihaly Csikszentmihalyi, Beyond Boredom and Anxiety, Jossey-Bass, San Francisco 1975.
(23) Roger Abrahams, comunicaciónpersonal al autor.(24) Cfr. el film de Akira Kurosawa, Kagemusha.
(25) Melvin Konner, The Tangled Web: Biological Constraints on the Human Spirit, Holt, Rinehart & Wilson, NY 1982, p. 147.
(26) Traducimos como Pícaro una figura que tiene mil nombres en diferentes culturas y contextos: Trickster, Briccone, Bufón. En teatro: Pulcinella, Arlequín, Payaso, etc.
fuente: www.dramateatro.arts.ve
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