lunes, 21 de septiembre de 2009

Los cerebros de los creyentes y de los no-creyentes son diferentes

Los cerebros de los creyentes y de los no-creyentes son diferentes
La fe en Dios y el fervor religioso reducen la ansiedad ante los propios errores, según un estudio

Las creencias religiosas ayudan a minimizar el estrés ante nuestros propios errores y ante lo desconocido, señalan los resultados de dos estudios realizados en la Universidad de Toronto con participantes de diversas religiones y razas, y también con personas no-creyentes. La amígdala cingulada anterior del cerebro de los individuos que creen en Dios se activa mucho menos cuando éstos cometen errores que en el caso de los individuos no-creyentes. Esta calma, sin embargo, puede ser contraproducente en algunos casos, advierten los científicos, porque la ansiedad ante nuestros fallos es lo que nos impulsa a cambiar o a mejorar nuestro comportamiento. Por Yaiza Martínez.


Los cerebros de los creyentes y de los no-creyentes son diferentes
Creer en Dios puede bloquear la ansiedad y minimizar el estrés, señalan los resultados de dos investigaciones realizadas en la Universidad de Toronto, en Canadá.

Según publica dicha universidad en un comunicado en ambas investigaciones, dirigidas por el profesor de psicología Michael Inzlicht, los participantes fueron sometidos a la denominada tarea Stroop.

Esta tarea es una prueba de control cognitivo que se utiliza comúnmente para estudiar la capacidad de control de las interferencias automáticas y para medir procesos cognitivos, como la atención selectiva y la flexibilidad.

Mediciones con electrodos

Mientras los voluntarios realizaban la tarea Stroop, una serie de electrodos colocados en sus cráneos midieron la actividad de sus cerebros.

Así, se reveló que, comparados con los no-creyentes, los participantes religiosos mostraron una actividad significativamente menor durante la prueba en la corteza cingulada anterior del cerebro, un área que nos ayuda a modificar el comportamiento señalando cuando son necesarios el control y la atención, normalmente como resultado de algún hecho que nos produce ansiedad, como el cometer un error.

Cuanto más fuerte fuera el fervor religioso de los participantes, y cuanto más creían éstos en Dios, menor actividad se detectaba en su corteza cingulada anterior como respuesta a sus propios errores en la prueba, y menos cantidad de errores se cometían.

Según explica Inzlicht en el comunicado de la Universidad de Toronto, “se podría pensar que esta parte del cerebro es como una alarma cortical que suena cuando un individuo acaba de cometer un error o de experimentar una incertidumbre”.

Alarma cortical menos activa

Esta alarma, según han descubierto los investigadores, funciona más levemente en el caso de las personas religiosas.

Así, dice Inzlicht, “lo que hemos descubierto es que la gente religiosa, e incluso las personas que simplemente creen en las existencia de Dios, muestran menos actividad en el cerebro en relación con sus propios errores. Estos individuos sienten mucha menos ansiedad y se sienten menos estresados cuando cometen un error”.

Esta relación entre menor estrés y religiosidad se mantuvo intacta incluso al contemplar otras características de los participantes, como sus habilidades cognitivas o su personalidad: independientemente de ellas, los individuos religiosos cometieron menos errores en la taera Stroop que sus compañeros no creyentes.

Efecto calmante

Esta constatación demuestra que la fe tiene un efecto calmante en los creyentes, porque los hace sentir menos ansiosos frente a lo desconocido y ante sus propios errores.

Pero Inzlicht advierte de que la ansiedad es un “arma de doble filo”, que en ciertas situaciones nos ayuda y puede ser incluso necesaria.

“Obviamente, la ansiedad puede resultar negativa si se padece demasiado; el miedo nos paraliza. Sin embargo, también resulta una función muy útil porque nos alerta cuando estamos cometiendo algún error. Si no experimentamos la ansiedad cuando cometemos un error, ¿qué impulso tenemos para cambiar o mejorar nuestro comportamiento y no repetir los mismos fallos una y otra vez?”, señala el científico.

No depende de la afiliación religiosa

Según explican Inzlicht y sus colaboradores en el artículo original de este estudio, que fue publicado por la revista Psychological Science, estos resultados sugieren que las convicciones religiosas proporcionan un marco para la comprensión y las actuaciones dentro del entorno de cada individuo. Por eso, funcionan como un reductor de la ansiedad y minimizan la experimentación de los propios errores.

En la primera investigación, en la que se medía la relación entre el fervor religioso y la ansiedad, participaron 18 mujeres y 10 hombres, de diversas creencias religiosas: el 39% de los participantes eran cristianos, el 21% musulmanes, el 14% hinduistas, el 11% budistas, y un 15% eran de otras religiones o no-religiosos.

En la segunda investigación, en la que se relacionó la fe en Dios con el grado de ansiedad en la prueba Stroop, participaron 13 mujeres y nueve hombres de diversas etnias y razas: el 33% procedían de Extremo Oriente, otro 33% del sur de Asia, el 28% eran caucásicos, y el 6% restante pertenecían a otras etnias y razas. En esta parte del estudio no se registraron las afiliaciones religiosas específicas de cada participante.


Martes 17 Marzo 2009
Yaiza Martínez

Las luces y las sombras de la religiosidad se originan en nuestro cerebro

Las luces y las sombras de la religiosidad se originan en nuestro cerebro

El enfoque en los aspectos positivos de la fe es bueno para la salud mental y física

Que la fe saque lo mejor o lo peor de cada individuo depende de la idea de Dios que tenga cada persona, afirma el doctor Andrew Newberg, especialista en el estudio de la relación entre el cerebro y las experiencias místicas y religiosas. En un artículo aparecido en USAToday, Newberg asegura que situarse en el lado positivo de las religiones ayuda a vivir pero que, situarse en el lado contrario, puede ser dañino para el cuerpo y la mente. De cualquier manera, afirma el autor, la batalla entre la luz y la oscuridad se produce en primer lugar en nuestro cerebro, donde pujan aquellas partes de éste con tendencia a excluir a los otros y aquellas partes inclinadas a construir alianzas cooperativas con otros seres humanos en tiempos de necesidad.

La fe puede sacar lo mejor de la gente -amor, generosidad, compasión- o lo peor -miedo, odio, violencia-, dependiendo de la visión que se tenga de Dios, según escribe el doctor de la Universidad de Pensilvania, Andrew Newberg, en un artículo aparecido en USAToday.

Especializado en el estudio de la relación entre el funcionamiento del cerebro y las experiencias místicas y religiosas, el autor del artículo afirma que sus investigaciones en este campo han evidenciado, por un lado, que la religión y las prácticas espirituales, generalmente, tienen un efecto positivo en la salud física, emocional y neurológica de la gente.

Las personas implicadas en actividades religiosas, escribe Newberg, tienden a enfrentarse mejor con sus problemas emocionales, a tener menos adicciones y a disfrutar de un estado de salud general mejor. Incluso, puede que estas personas vivan más tiempo de media que los ateos. Asimismo, añade, muchos estudios han demostrado que los individuos religiosos y espirituales encuentran más sentido en sus vidas.

Ventajas de la religiosidad

Newberg señala que sus investigaciones en el Penn's Center for Spirituality and the Mind, llevadas a cabo con su colaborador Mark Walkman, sobre los efectos de diversas prácticas espirituales, como la meditación o la oración, también han revelado importantes mejoras en la memoria, la cognición y la compasión como resultado de dichas prácticas. Se ha demostrado, por último, que estos hábitos reducen la ansiedad, la depresión, la irritabilidad y el estrés.

Pero, por otro lado, Newberg afirma que sus investigaciones también han revelado que la influencia de la religión sobre las personas también puede ser negativa, en función de la manera en que cada individuo ve a Dios.

Así, señala el científico, cuando las personas ven a Dios como un ser amante, misericordioso, compasivo y comprensivo, esto produce en ellas una perspectiva muy positiva de sí mismas, y del mundo que les rodea. Por el contrario, si se cree que Dios es frío, vengativo e implacable, la religión puede tener efectos nocivos en la salud física y mental de los creyentes.

Las investigaciones han revelado claramente que el cultivo de las emociones negativas a través de la religión activa áreas del cerebro relacionadas con la ira, el miedo y el estrés. Esto, en última instancia, puede dañar importantes partes del cerebro y del cuerpo.

Y lo que es peor, las emociones negativas pueden trasladarse a conductas externas que generen miedo, desconfianza, odio, animosidad y violencia hacia gente que mantenga creencias distintas u opuestas, advierte Newberg.

El lado oscuro de la religión

Ésta es la retórica religiosa destructiva a la que apuntan rápidamente los ateos cuando quieren hablar de las características negativas de la fe, señala el autor.

Cierto es que, afortunadamente, las encuestas sugieren que sólo un pequeño porcentaje (el 1%) de los americanos mantiene este tipo de creencias hostiles. Pero, por desgracia, este porcentaje minoritario atrae a menudo la mayor atención de los medios de comunicación.

Sin embargo, lo realmente aterrador es el hecho de que ese 1% se traduce, en números, en tres millones de ciudadanos potencialmente violentos, y sólo en Estados Unidos. Esto, claro está, afecta al estado general del país, considerando los conflictos y los radicalismos religiosos.

Existe además otro lado oscuro de la religión, afirma Newberg. El investigador ha constatado, a lo largo de su carrera en el hospital en que trabaja, que aquellos pacientes que creen que sus enfermedades son consecuencia de un castigo de Dios, pueden no seguir las órdenes de los médicos, saltarse las consultas o no tomarse la medicación que se les receta.

Después de todo, escribe Newberg, los enfermos pueden llegar a pensar “¿por qué intentar mejorar si Dios está intentando castigarme?”. Las investigaciones han confirmado que la gente que tiene una imagen castigadora de Dios puede comprometer su sistema inmunológico y su salud psicológica, prolongando su sufrimiento y su enfermedad.

Luces y sombras batallan en el cerebro

Newberg señala que, en colaboración con investigadores de otras universidades, desarrolla actualmente estrategias simples que permiten enseñar a la gente cómo cambiar las actitudes religiosas negativas a otras más positivas, que les ayuden a afrontar de manera más efectiva sus problemas de salud, e incluso a mejorar su calidad de vida.

Según el científico, los resultados de las investigaciones realizadas apuntan a que cualquier persona puede protegerse del lado negativo de la religiosidad y de la espiritualidad.

Esto se hace centrando la mente sólo en los conceptos positivos y afectuosos de la fe que se tenga, así como en los valores y creencias más profundas. Cualquier atención obsesiva en cualquier forma de negatividad religiosa daña la empatía social y la cooperación, asegura el experto.

Desde una perspectiva sociológica, la religión sirve para dirigir a la gente hacia los valores más profundos relacionados con la vida. De esta forma, Dios puede ser bueno y ayudar a las personas a ser compasivas, misericordiosas y afectuosas.

En realidad, cada religión –incluidas las de las sectas más cerradas- predica ciertos conceptos positivos, como el amor al prójimo o el perdón. A menudo, las religiones nos animan a buscar emociones positivas como el gozo, la paz o la esperanza.

Pero Newberg advierte que se debe ser siempre consciente de la batalla eterna entre el bien y el mal que, en realidad se desarrolla en nuestro propio cerebro: entre aquellas partes de éste con tendencia a excluir a los otros y aquellas partes inclinadas a construir alianzas cooperativas con otros seres humanos en tiempos de necesidad.

Tenemos en realidad un cerebro lleno de ideas tanto de amor como de odio, asegura Newberg. Por eso, podemos dirigirnos hacia la religión y la espiritualidad para fomentar el bien en nosotros o, por el contrario, podemos inclinar la balanza cerebral hacia el lado oscuro de la religiosidad.

Andrew Newberg es professor de radiología y de psiquiatría de la Escuela de Medician de la Universidad de Pensilvania, así como autor de diversos libros como “The Mystical Mind: Probing the Biology of Religious Experience” o “Why We Believe What We Believe: Uncovering Our Biological Need for Meaning, Spirituality, and Truth”.

En Tendencias21 publicamos hace un tiempo un artículo sobre una investigación realizada por Newberg en la que se demostró que la meditación realizada por voluntarios de diferentes confesiones religiosas había cambiado sus cerebros.

http://www.webislam.com/?idt=13220

Ciencia Éxtasis para todos

Domingo 14 de Marzo de 2004

Ciencia
Éxtasis para todos


Según cuenta la última edición de "The economist", diversos científicos están intentando pesquisar las relaciones de los éxtasis místicos con el cerebro humano. Siguiendo los pasos de Charcot, el doctor Mario Beauregard, de la Universidad de Montreal, ha experimentado con mezcalina, interesado en la capacidad de la droga de inspirar sentimientos de espiritualidad o proximidad a Dios. Tratando de descubrir en qué lugar del cerebro se experimentaría esta experiencia religiosa.

En el primero de sus experimentos, el doctor y su discípulo Vincent Paquette registraron actividad eléctrica en las cabezas de siete monjas carmelitas. Su propósito es identificar los procesos cerebrales subyacentes a lo que se llama la "unión mística", la unión mística del hombre con Dios. Las mentes de las monjas - se espera que sean 15- también serán escrutadas con herramientas de construcción de imágenes cerebrales.

Según la revista, el estudio se ha topado con el escepticismo de las monjas y de los especialistas. Si a las monjas hubo que convencerlas que no ponía en duda la existencia de Dios, los científicos acusaron a Beauregard de reduccionista, y de intentar detectar el alma en la mente tal como los victorianos jugaban a la frenología.

Beauregard no cree, de hecho, que exista un "Centro Divino" neurológico. Sino que de acuerdo con su información preliminar cree que habría una red de regiones cerebrales en la "Unión mística", incluyendo aquellas asociadas con el procesamiento de las emociones y la representación espacial del yo. Pero eso conduce a otra crítica, que él encontrará más difícil. Esto es, que él no estaría midiendo una experiencia mística, sino que meramente una de tipo emocional. Esto sería porque las monjas, por así decirlo, estarían impostándola. Ellas creen que la Unión Mística es un don de Dios y que no puede ser convocado voluntariamente. La mayoría de ellas la han experimentado una o dos veces, pero normalmente a los veinte años. Para solucionar este problema Beauregard se ha basado en esperiencias previas con actores, que demostraban como ellos al recordar experiencias emocionales previas activaban las mismas redes cerebrales.

Andrew Newberg, un radiólogo de la Universidad de Pennsylvania en Filadelfia, quien ha escaneado los cerebros de monjes budistas y franciscanos en meditación o rezando, está habituado a críticas de esta especie. Sostiene que como la experiencia religiosa no es fácilmente accesible, se requieren altos niveles de rigor intelectual para estas investigaciones. La misma publicación agrega que Olaf Blanke, de la Universidad de Ginebra, Suiza, en la última edición de la revista especializada "Brain", describe cómo la mente humana genera experiencias que van más allá del cuerpo. Señala que se ha hecho mucha investigación en otro tipo de ilusiones corporales como los llamados "miembros fantasmas", donde se han identificado los mecanismos mentales responsables. No puede decirse lo mismo de aquellas experiencias que van más allá de lo físico, pero las dos ocupan una posición ignorada entre la neurobiología y el misticismo. Habiendo tratado a seis pacientes con el cerebro dañado, el grupo de Blanke concluyó que el daño en la conjunción de dos lóbulos del cerebro, el temporal y el parietal, ocasiona un quiebre en la percepción de la persona de su propio cuerpo, lo que vulgarmente se conoce como desdoblamiento. Algunos pacientes asocian esto con el misticismo y otros no. Lo interesante es que algunos de los pacientes sufrían de epilepsia en el lóbulo temporal y una relación entre esta epilepsia y la religiosidad está bien documentada. Se piensa que el lóbulo parietal es el responsable de orientar a la persona en el espacio y el tiempo, y el doctor Newberg también ha detectado un cambio en la activación parietal en el climax de la experiencia meditativa. Les ha hecho un cuestionario a los monjes con preguntas no sólo relativas a su proximidad con Dios, sino también relativas a distorsiones espacio-temporales. La conclusión es que entre más intensa es la experiencia mística, más intensa es la desorganización de un punto de vista espacio temporal.

El artículo concluye advirtiendo que todavía es demasiado prematuro para extraer conclusiones al respecto, pero que también se trata de un tema que recién comienza a ser aceptado como un área de investigación en la neurociencia.

http://diario.elmercurio.cl/detalle/index.asp?id={ec55dec6-484f-4ff3-9faa-845af0d50c1d}

Neurología: Quienes hablan en lenguas no lo hacen voluntariamente

VIDA CIENCIA TECNOLOGÍA

Jueves 14 de Diciembre de 2006

Neurología:
Quienes hablan en lenguas no lo hacen voluntariamente

Lo demuestra estudio que analizó imágenes cerebrales de cinco mujeres en éxtasis.

Benedict Carey

La letanía apasionada y a veces rítmica que brota de las personas religiosas que "hablan en lenguas" refleja un estado de posesión mental, de acuerdo con muchas de ellas mismas.

Ahora una investigación neurocientífica las avalaría.

Los investigadores de la Universidad de Pennsylvania usaron un tomógrafo de fotones para captar imágenes cerebrales de cinco mujeres cristianas mientras hablaban en lenguas (acto también conocido como "glosolalia"), y descubrieron que sus lóbulos frontales -la parte del cerebro donde se origina el pensamiento y la voluntad- mostraban una relativa inactividad, al igual que los centros del lenguaje del cerebro. En cambio, las regiones involucradas en la mantención de la conciencia estaban activas: es decir, las mujeres no estaban en trance, pero no quedó claro cuál región del cerebro impulsaba su conducta.

Las imágenes, que publicó recientemente la revista "Psychiatry Research: Neuroimaging", son las primeras de este tipo que se toman durante esta manifestación religiosa oral, con raíces en el Antiguo y el Nuevo Testamento y en las iglesias carismáticas que se establecieron en los Estados Unidos a finales del siglo 19.

Las mujeres que participaron en el estudio son saludables y participan activamente en la iglesia. "Lo más sorprendente es cómo las imágenes respaldan la interpretación de las personas respecto de lo que estaba ocurriendo", destaca el Dr. Andrew B. Newberg, líder del equipo que desarrolló el estudio.

Utilizaron técnicas de captura de imágenes para detectar cambios en el flujo sanguíneo del cerebro de cada mujer en dos momentos: primero, mientras cantaban una canción religiosa y luego, cuando hablaban en lenguas. Tras comparar los patrones que crean estas dos actividades emocionales y devotas, los investigadores pudieron indentificar picos y valles en el flujo sanguíneo que resultaron ser exclusivos del hablar en lenguas.

Control inalterado

Además de ser coautora del estudio, Donna Morgan fue una de las mujeres investigadas. Ella considera la capacidad de hablar en lenguas como un don. "Estás al tanto de lo que sucede a tu alrededor, en realidad no estás fuera de control, pero no tienes control sobre lo que pasa; simplemente te dejas llevar".

Pese a la creencia común, los estudios sugieren que las personas que hablan en lenguas pocas veces padecen problemas mentales. Un estudio sobre mil evangélicos en Inglaterra reveló que los que viven la experiencia presentan una mayor estabilidad emocional.

Los hallazgos contrastan con las imágenes tomadas durante otros estados mentales ligados a la espiritualidad, como la meditación, la cual suele ser un ejercicio mental muy enfocado que activa los lóbulos frontales

http://diario.elmercurio.cl/detalle/index.asp?id={65fd0117-8ba3-45dd-a21a-c68cab489a2c}

La fe estimula la mente, incluso en los ateos

La fe estimula la mente, incluso en los ateos

Los autores de un libro concluyeron que personas dedicadas a la oración y meditación fortalece regiones que concentran la mente y generan compasión.
Reuters
Lunes 17 de Agosto de 2009 18:08

FILADELFIA.- Los monjes budistas y las monjas católicas mejoran su poder cerebral a través de la meditación y las plegarias, pero incluso los ateos pueden disfrutar los beneficios mentales que los creyentes obtienen de la fe, según reveló un popular autor sobre neurociencia.

La clave, argumenta Andrew Newberg en su nuevo libro "How God Changes Your Brain" (Como Dios Cambia Tu Mente), yace en los efectos calmantes y de concentración que tienen sobre el cerebro la meditación o las plegarias intensas.

Controles cerebrales muestran que la meditación intensa altera nuestra materia gris, fortaleciendo regiones que concentran la mente y generan compasión, mientras calman aquellas ligadas al temor y el enojo.

Ya sea que quien medita crea en lo sobrenatural o sea un ateo que repite un mantra, indicó el experto, el resultado puede ser el mismo: un aumento de la compasión -que prácticamente todas las religiones enseñan- y una reducción de los sentimientos y emociones negativos.

"En esencia, cuando se piensa en las grandes incógnitas de la vida -ya sea religiosas, científicos o psicológicas-, el cerebro crecerá", señala Newberg, jefe del Centro de Espiritualidad y la Mente de la University of Pennsylvania.

"No importa si se trata de un cristiano o un judío, un musulmán o un hindú, un agnóstico o un ateo", puede leerse en el libro escrito junto con Mark Robert Waldman, terapeuta del centro.

La neuroteología

En su oficina del hospital de la University of Pennsylvania, Newberg dijo a Reuters que la "neuroteología -que es el estudio del papel del cerebro en la creencia religiosa- está comenzando a arrojar luz sobre qué sucede en la cabeza de los creyentes cuando contemplan a Dios.

La ciencia y la religión suelen considerarse opuestos, pero este médico y profesor de radiología, psicología y estudios religiosos no ve motivo para no investigarlos juntos.
"Las dos fuerzas más poderosas en toda la historia de la humanidad han sido la religión y la ciencia", dijo el autor.

"Estas son las dos cosas que nos ayudan a organizar nuestro mundo y a comprenderlo. ?Por qué no intentar juntarlas para finalmente entender nuestro mundo de una forma más efectiva?", añadió Newberg.

Otra idea que el investigador desacredita es que existe una simple "zona de Dios" en el cerebro responsable de las creencias religiosas: "No hay un pequeño lugar espiritual que se activa cada vez que alguien piensa en Dios".

En cambio, las experiencias religiosas encienden neuronas en varias zonas diferentes del cerebro, tal como sucede con otros eventos. Localizarlas no las explica, pero da indicios de cómo se produce este fenómeno y qué implicaría.

En su texto, Newberg y Waldman delinearon algunos de los "circuitos de Dios" en el cerebro y sus efectos, especialmente si se entrenan a través de la meditación, como sucede con los músculos y el ejercicio físico.

La meditación activa el lóbulo frontal, que "crea e integra todas las ideas personales sobre Dios", y calma la amígdala, que es la zona emocional que genera imágenes de una deidad autoritaria y vela nuestro pensamiento lógico.

El circuito parietal-frontal nos da una sensación del espacio que nos rodea y nuestro lugar en él. La meditación suprime esta sensación, dando lugar a un sentimiento sereno de unidad con Dios o el mundo.

"Incluso 10 a 15 minutos de meditación parecen tener efectos positivos importantes sobre la cognición, la relajación y la salud psicológica", declaran los autores en el libro.

http://www.emol.com/noticias/todas/detalle/detallenoticias.asp?idnoticia=372022

La química de dar: neuro-generosidad

La química de dar: neuro-generosidad

Lunes 27 Octubre, 2008 ·

Ayudar al prójimo es para muchos de nosotros, un impulso natural característico de la conducta humana. Personalmente, estoy convencido de la naturaleza bondadosa y compasiva del ser humano, sin embargo, creo que, como pensaba Rousseau, es la sociedad y sus entornos competitivos los que erosionan y a veces aniquilan ese espíritu virtuoso que yace en el ser humano. Nadie puede sentirse mal por ayudar a quien lo necesita. Todo lo contrario. Ayudar es un acto que vivifica y crea un sentido de dignidad que es insuperable. Más allá de estas voluntaristas elucidaciones, comprender los mecanismos que motivan la conducta empática, altruista y generosa es hoy motivo de numerosos estudios e investigaciones. Hoy comentaré alguna de ellas.
Para fijar ideas, podemos definir al altruismo como la acción de ayudar al otro al costo de no ayudarse a sí mismo y a la generosidad como el dar a otro más de lo que este otro espera o necesita recibir. En cierto sentido, la generosidad sería un subconjunto dentro de las posibilidades que supone el altruismo. Por ejemplo, se puede dar a un indigente 10$ pesos (altruismo) o 1.000 $ (altruismo y generosidad).
Altruismo y generosidad: algunas teorías explicativas
Se han propuesto numerosos mecanismos para explicar la conducta altruista y generosa. Entre ellos, los que se destacan encontramos la selección por parentezco, la reciprocidad directa e indirecta, la selección de grupo y selección multi-nivel y la reciprocidad en un sentido fuerte:
· La selección de parentezco supone que la generosidad se debería a las interacciones entre individuos emparentados que buscan provocar un aumento de la aptitud de los parientes capaz de compensar la pérdida de aptitud del propio individuo con el fin de asegurar la supervivencia de los genes de clan. Sin embargo, la selección de parentezco, no ha servido para explicar la caridad y generosidad hacia aquellos que nos son relativos.
· El altruismo recíproco consiste en donar algo con la expectativa de obtener en el futuro un retorno igual o mayor de la misma persona a la que se da. Se trataría de una suerte de egoísmo ampliado. Sin embargo, este mecanismo tampoco explicaría el esfuerzo por ayudar o donar a otros a los que se desconoce.
· La reciprocidad indirecta es cuando se da a una persona esperando obtener algo de otra. Es una forma de crear reputación. Con todo, no explica la filantropía anónima, por ejemplo.
· La selección de grupo justifica la generosidad hacia miembros de un grupo que no son parientes entre sí, como en el caso de las estrategias evolutivamente estables, término definido por John Maynard Smith y que da cuenta de aquellas estrategias que son adoptadas por una población y que no pueden ser invadidas por ninguna otra estrategia alternativa. Se trata de una sutileza poblacional de los famosos equilibrios de Nash. La selección de grupo para que funcione, implica la posibilidad de que se puedan excluir a individuos del grupo. Sin embargo, la exclusión es difícil de contemplar cuando se trata de donaciones a grandes instituciones, como por ejemplo, la Cruz Roja Internacional.
· Finalmente, se ha propuesto la teoría de la selección multi-nivel de la reciprocidad fuerte que se define como aquellas conductas que premian a los cooperantes y castigan a los defectores. No obstante, estas teorías no explican la generosidad en contextos de escasez.
El rol de la empatía como eje motivador de acciones altruistas ha sido motivo de análisis de numerosos pensadores. Desde Santo Tomas de Aquino (1225-1274), David Hume (1711-1776) o Adam Smith (1723-1790) en su famosa Teoría de los Sentimientos Morales. Concientes de los beneficios de incrementar los lazos de solidaridad entre los miembros de la sociedad y motivados por la explosión que supuso la colaboración enREDada y los sistemas de código abierto, durante los últimos años numerosos investigadores han abordado el tema desde diversas ópticas. Valga citar a: Preston S.D., de Waal FBM (2002) Empathy: Its ultimate and proximate bases. Beh Brain Sci 25: 1–72; Eisenberg, (2004) Empathy and sympathy. In: Lewis M, Haviland-Jones JM, editors. Handbook of Emotion 2nd Edition. New York: Guilford Press; Frank R (1988) Passions Within Reason. New York: W. W. Norton & Company; Decety J, Jackson PL (2006) A social neuroscience perspective of empathy. Curr Dir Psychol Sci 15: 54–58; de Vignemont F, Singer T (2006) The empathic brain: how, when and why? Trends Cogn Sci 10: 435–441.
Neuroeconomía y neuromarketing
Hoy en día se habla de neuroeconomía y neuromarketing, por ejemplo, para dar cuenta de aquellos estudios que buscan en el entramado de impulsos cerebrales el origen de la conducta económica y, por qué no, empática.
La neuroeconomía es la disciplina, si se la puede definir así, que combina las neurociencias, la economía y la psicología con el objeto de estudiar los procesos de elección de los individuos. Analiza el papel del cerebro cuando los individuos evalúan decisiones, categorizan los riesgos y las recompensas y como interactúan entre ellos. La neuroeconomía se centra en las elecciones personales y en los cambios mentales-cerebrales que supone la toma de las decisiones.
Por otro lado, el neuromarketing consiste en la aplicación de técnicas pertenecientes a las neurociencias al ámbito de la mercadotecnia, estudiando los efectos que la publicidad tiene en el cerebro humano con la intención de poder llegar a predecir la conducta del consumidor. Sin que esto tenga un lado perverso, el neuromarketing buscaría mejorar las técnicas y recursos publicitarios y ayudar a comprender la relación entre la mente y la conducta del destinatario
Sus detractores critican que se podrían llegar a controlar las decisiones de consumo del cliente, y que estas técnicas pueden considerarse invasivas para la intimidad de las personas, al poder llegar a orientar las emociones personales hacia productos del mercado.
Con todo, los estudios vinculados a estos temas han mostrado interesantes resultados en relación al estudio del origen de comportamiento empático. Se sabe que los primates (no humanos) también exhiben comportamientos empáticos indicando que habría una raiz evolutiva de tal conducta.
Algunos de los estudios citados cuentan que se han identificado zonas del cerebro vinculadas a la satisfacción así como regiones asociadas a las emociones y los comportamientos sociales (áreas subcorticales), que se activan durante el acto de donar.
Oxitocina: la hormona de la generosidad
En un reciente artículo, cuyo título es: Oxytocin Increases Generosity in Humans escrito por: Paul Zak (Center for Neuroeconomics Studies del Department of Economics, Claremont Graduate University, Claremont, California y el Department of Neurology, Loma Linda University Medical Center) , Angela A. Stanton (del Argyros School of Business & Economics, Chapman University, Orange, California) y Sheila Ahmadi (de la Division of Endocrinology, Geffen School of Medicine, University of California Los Angeles) se demuestra que la hormona neuromoduladora, denominada como oxitocina podría potenciar las conductas generosas en las personas.
La oxitocina es una hormona relacionada con los patrones sexuales y con las conductas maternal y paternal que actúa también como neurotransmisor en el cerebro. En las mujeres, la oxitocina se libera en grandes cantidades tras la distensión del cérvix uterino y la vagina durante el parto, así como en respuesta a la estimulación del pezón por la succión del bebé, facilitando por tanto el parto y la lactancia. También se piensa que su función está asociada con la afectividad, la ternura, el contacto y el orgasmo en ambos sexos. Algunos la llaman la “molécula de la monogamia” o “molécula de la confianza“. En el cerebro parece estar involucrada en el reconocimiento y establecimiento de relaciones sociales y, como venimos comentando, podría estar involucrada en la formación de relaciones de confianza y generosidad entre personas.
En el experimento neuroeconómico realizado por Zak, Stanton y Ahmadi , la oxitocina intranasal aumentó la generosidad al exponer a los participantes del mismo al Juego del Ultimatum un 80% pero no tuvo efecto en el Juego del Dictador que mide el altruísmo. La toma de perspectiva no es necesaria en el Juego del Dictador, pero los investigadores de este experimento indujeron explicitamente la toma de perspectiva en el Juego del Ultimatum al no indicar a los jugadores en qué papel participarían.
A jugar se ha dicho
El juego del Ultimatum es un juego experimental de economía en el cual dos partes interactúan de manera anónima y sólo una vez, por lo que la reciprocidad no es un problema. El primer jugador propone cómo dividir una determinada suma de dinero con el segundo. Si éste último rechaza la oferta, nadie obtiene nada. En cambio, si la acepta, el primer jugador obtiene lo que propuso y, el segundo, el resto.
La complejidad de la experiencia radica en el mejor resultado a obtener, es decir, ninguno de los dos jugadores preferiría irse con las manos vacías, pero el jugador 1 sabe que si no propone una repartija que beneficie a ambos de igual manera las posibilidades de que el jugador 2 acepte son menores. En contrapartida, el jugador 2 sabe que si acepta el beneficio será para ambos, (en mayor, igual o menor medida dependiendo de la primera elección) por lo que debe elegir si obtiene beneficio o no; a veces es mejor obtener 1 dólar antes que nada, aunque el otro jugador obtenga 99 dólares. Por lo antedicho, el Juego del Ultimatum muestra cómo a veces, aún a costo de una pérdida existe la cooperación, aunque siempre en pro del mayor beneficio probable. Ambos jugadores deben suponer y manejar las probables respuestas del otro, lo que es caótico.
En el juego del dictador, en cambio, el primer jugador, el que propone, determina la asignación entre los dos jugadores de alguna dotación (como un premio en metálico). El que responde en este caso simplemente recibe la cantidad de la dotación que no se ha asignado a sí mismo el que propone. El papel del que responde es totalmente pasivo (no toma decisiones en el juego). En este caso, el juego se ha usado para probar el modelo de conducta individual homo oeconomicus: si los individuos se preocuparan sólo de su propia economía, los que proponen se quedarían todos los bienes y no darían nada al que responde.
En en el trabajo citado, se les dió a un grupo de participantes voluntarios del experimento una infusión con 40 IU de oxitocina y a otro grupo de control un placebo. Todos fueron compelidos a jugar estos juegos. Aquellos que recibieron la oxitocina fueron un 80% más generosos que el grupo de control que recibió un placebo. Así mismo, la oxitocina no tuvo efecto el caso en que se disoció la generosidad del altruismo. Según parece, la oxitocina y el altruismo conjuntamente explicarían al menos la mitad de las variaciones de la generosidad interpersonal. Notablemente, la oxitocina tuvo el doble de impacto sobre la generosidad en comparación al altruismo. Esto indicaría que la generosidad se asocia tanto a la actitud altruista como a la identificación emocional con las otras personas.
Interesante, ¿no? Tal vez sea hora de distribuir una pastilla con este compuesto entre todos aquellos quienes participan de ese eufemismo que llamamos mercado…

http://humanismoyconectividad.wordpress.com/2008/10/27/quimica-de-dar/

La neurología no niega el significado de una experiencia espiritual

La neurología no niega el significado de una experiencia espiritual

Jueves 12 Junio, 2008 ·
Entrevista realizada por David Masci

El hecho de que el cerebro tenga la capacidad funcional de producir la experiencia espiritual no niega el significado de dicha experiencia espiritual, declara el genetista y director del Proyecto Genoma Humano, Francis Collins, en la siguiente entrevista concedida al Pew Forum on Religion & Public Life. Collins, además cristiano evangélico, considera que, a pesar de que la teoría de la evolución tiene ya 150 años, una educación insuficiente y el miedo a que el concepto religioso de la creación desaparezca, hacen que la mayoría de la población estadounidense no lo acepte. La solución pasa por frenar la batalla actual entre científicos y religiosos radicales y abrir paso a las mentes abiertas. De esta forma, los conceptos de la ciencia se extenderían y dejarían de parecer una amenaza. Por David Masci.
Para algunas personas, existe un conflicto inherente en la relación entre ciencia y fe religiosa. De hecho, algunos científicos, entre ellos el célebre biólogo evolucionista Richard Dawkins, señalan que el conocimiento del mundo natural conduce, de manera lógica, al ateísmo.
Pero, para Francis Collins, genetista director del Proyecto Genoma Humano y cristiano evangélico, el conocimiento científico complementa la fe en Dios, en lugar de contradecirla. En el bestseller publicado por Collins en 2006 (The Language of God: A Scientist Presents Evidence for Belief), el científico argumentó que los avances en la ciencia suponían “una oportunidad para el culto”, en lugar de un catalizador de la duda.
Usted escribió en su libro “The Language of God: A Scientist Presents Evidence for Belief”, que Dios puede ser reverenciado tanto en una catedral como en un laboratorio. Explique, por favor, esta aseveración.
Si se ve a Dios como creador del universo –en toda su asombrosa complejidad, diversidad e impresionante belleza-, entonces, la ciencia, que por supuesto es un medio de exploración de la naturaleza, se convierte en un medio para conocer las habilidades creativas de Dios. Por eso, para mí, como científico y creyente, las investigaciones científicas pueden ser consideradas como oportunidades de reverencia.
Todos conocemos esos relatos de nuestra historia que definen a la ciencia en contraposición con la fe: el juicio de Galileo ante la Inquisición, la condena pública a Charles Darwin por parte de la Iglesia Anglicana, los debates que siguieron a la publicación de su obra “El Origen de las Especies” o el juicio de Scopes. Estos relatos han generado esa impresión de que existe un conflicto inherente entre religión y ciencia. ¿Cree usted que tal conflicto está ahí? Y, si no lo cree, ¿por qué se produce esta falsa impresión?
No creo que haya un conflicto inherente, pero sí que creo que los humanos, en nuestra imperfecta naturaleza, a veces imaginamos conflictos donde no los hay. Vemos algo que amenaza nuestro punto de vista personal, y nos figuramos que debe haber alguna razón por la que esa perspectiva alternativa debe ser errónea, e incluso mala.
En primer lugar, consideremos con atención los conflictos históricos entre ciencia e iglesia para estar seguros de que han sido descritos de manera adecuada. La historia de Galileo resulta interesante, pero creo que sería justo decir que su mayor error fue el ser un poco arrogante en su manera de presentar su perspectiva, insultando al Papa. Éste, anteriormente, se había mostrado bastante comprensivo con las conclusiones de Galileo. Básicamente, el Papa no pudo permitir que Galileo siguiera adelante con sus afrentas.
De igual forma, creo que cuando el libro “El Origen de las Especies” apareció publicado, la iglesia emitió sus objeciones, pero también hubo un amplio segmento de ella que se interesó por la obra, incluyendo a algunos teólogos conservadores, como el pastor presbiteriano Benjamín Warfield que aceptó la nueva perspectiva sobre cómo los seres vivos se relacionaban unos con otros, considerándola una maravillosa comprensión del método de Dios para llevar a cabo su creación.
Quizá el conflicto actual, que parece especialmente intenso, sea difícil de comprender debido a que, después de todo, la evolución ha estado muy a la vista durante 150 años, y la ciencia que respalda las teorías darvinianas se ha asentado cada vez más con el paso de las décadas. Esta evidencia es hoy día particularmente fuerte gracias a nuestra capacidad de estudio del ADN, que nos permite comprobar la manera en que éste refuerza desde abajo la teoría darwiniana. A pesar de ello, hemos presenciado una polarización creciente entre las cosmovisiones científica y espiritual, en gran parte, creo, gracias a aquellos que se sienten amenazados por las alternativas, y son reacios a considerar la posibilidad de que exista armonía entre ambos campos.
Hablemos un poco más sobre la controversia actual entorno a la evolución. Algunos cristianos señalarían que no se puede ser selectivo con las partes de las Sagradas Escrituras que se han de entender literalmente porque, si se pone en duda la literalidad de algunas de estas partes, se pone en duda la verdad literal de todo. ¿Cómo respondería usted, como científico y como cristiano, a esta línea de razonamiento?
Es una buena pregunta. Y ciertamente, como creyente, sería el último en argumentar que podemos debilitar y dividir la Biblia de cualquier forma que queramos, para conseguir sentirnos mejor. Realmente ésta no es una buena forma de acercarse a la fe. Pero admitamos que a lo largo de los siglos, pensadores serios –mucho antes de que hubiera ningún “El Origen de las Especies” para amenazar su perspectiva- se enfrentaron a una enorme dificultad al intentar comprender qué partes del Antiguo Testamento, particularmente del Génesis, eran realmente literales. Toda la hermenéutica –el esfuerzo por intentar comprender las Escrituras y su significado pretendido- requiere de más sofisticación que el afirmar, simplemente, que lo correcto es la interpretación literal de cada verso.
Por ejemplo, uno puede leer el 1-2 del Génesis y darse cuenta de que no hay uno sino dos relatos sobre la creación de la humanidad, y que ambos no coinciden entre sí. Sólo esto debería ser razón suficiente para argumentar que la interpretación literal de cada verso, aislado del resto de la Biblia, no puede ser correcto realmente. Aparte de esto, la Biblia es en sí contradictoria.
Me reconforta mucho mirar al pasado, particularmente volver a los textos de San Agustín, que se obsesionó intentando comprender el Génesis y escribió nada menos que cinco libros sobre este tema. San Agustín concluyó finalmente que no existía un ser humano capaz de interpretar el significado del relato de la Creación. Es cierto que San Agustín podría haber argumentado que las interpretaciones ultra-literales no son requeridas por el texto, y podría haber advertido que una interpretación demasiado rígida podía ser peligrosa para la fe, y potencialmente sujeto de ridiculización. En cierta manera, esta advertencia se está haciendo realidad en las batallas actuales.
Pero si San Agustín, que fue el mayor de los pensadores iniciales sobre las interpretaciones bíblicas que jamás hemos tenido, fue incapaz de averiguar el significado del Génesis hace 1.600 años, ¿por qué deberíamos nosotros insistir hoy en dicho significado, en particular teniendo en cuenta que la interpretación bíblica contradice la amplia variedad de datos que Dios nos ha dado la oportunidad de conocer a través de la ciencia?
¿Así que lo que usted está diciendo es que cuando utilizamos la religión o los textos religiosos para explicar los fenómenos naturales, especialmente claros en nuestra comprensión del mundo natural, nos estamos metiendo en líos?
Absolutamente. Debemos reconocer que nuestra comprensión de la naturaleza ha aumentado década tras década y siglo tras siglo. Pero aún estamos lejos de comprender los detalles de gran parte del universo que nos rodea. Si Dios tenía un plan para crear un universo capaz de dar lugar a criaturas con inteligencia, libre albedrío, el conocimiento de lo correcto y de lo erróneo y el deseo de encontrar a Dios, creo que aún no podemos conocerlo con la escasa cantidad de información con la que contamos.
A pesar de las evidencias presentadas y aceptadas por gran parte de la comunidad científica que señalan que la evolución por selección natural es el mecanismo por el que la vida se desarrolló en la Tierra, un sondeo realizado en agosto de 2006 por el Pew Research Center reveló que sólo alrededor de un cuarto de la población americana acepta realmente la evolución por selección natural. ¿Por qué los científicos no han sido capaces de convencer a la gran mayoría de la población americana acerca de este tema concreto?
Creo que hay al menos tres problemas que han llevado al embrollo en que nos encontramos. Uno es que, por su naturaleza, la evolución es contraria a la lógica. La idea de que un proceso de cientos de millones de años pueda dar lugar a algo tan complejo como el ojo de un vertebrado, por ejemplo, no es algo que parezca natural, normal o creíble para alguien que no esté familiarizado con los detalles. Esto se debe a que nuestras mentes no pueden contemplar algo que sucede tan despacio durante un periodo tan sumamente largo de tiempo.
En segundo lugar, creo que hemos hecho muy pocos esfuerzos en los últimos 150 años por dar a conocer estos conceptos en el marco de las escuelas, de manera efectiva para un gran número de gente de este país. Por tanto, muchas personas nunca han tenido la oportunidad de conocer las evidencias que sustentan la teoría de la evolución. Así que, cuando se une este problema al de la incredulidad natural al escuchar las explicaciones sobre la diversidad de los seres vivos, no es de extrañar que esas personas no acepten inmediatamente las ideas de Darwin.
El tercer problema, por supuesto, es que en algunas tradiciones religiosas la evolución se ve como una amenaza a la idea de la creación divina. Yo realmente no veo en la evolución amenaza alguna, sino una respuesta a la pregunta de cómo lo hizo Dios. Pero, ciertamente, algunas iglesias cristianas conservadoras han tenido problemas para aceptar la idea, como si ésta contradijese algunas de sus creencias sobre la aparición de la humanidad. De esta forma, para la gente que alberga un escepticismo natural acerca de todo este proceso, que no ha recibido una educación científica decente que les enseñase por qué la evolución realmente tiene sentido, y que ha escuchado desde los púlpitos que esta teoría amenaza a su fe, resulta muy difícil aceptar, incluso después de 150 años, que la evolución sea cierta.
¿Cómo pueden los científicos –especialmente aquéllos que son creyentes, como usted- hacer una labor más significativa en esta dirección, para llegar a la gente y convencerla de que estos descubrimientos científicos no son una amenaza para sus creencias?
Ése es un desafío muy difícil. Y no creo que debamos subestimar el grado de amenaza que sentirá todo aquel que haya crecido en un entorno creacionista ante estas ideas. Esas personas han escuchado muchas veces, desde que fueron de niños por primera vez a la iglesia, que la perspectiva creacionista es parte de la fe en Dios. Y les han dicho que, si en algún momento flaquean y empiezan a aceptar la posibilidad de que la evolución sea verdad, pueden tomar el camino hacia la pérdida de la fe y, aún peor, hacia la condenación eterna. Así que debemos reconocer que, en estas circunstancias, un argumento lógico simple y la presentación de datos no serían medidas suficientes para transformar sus opiniones. De hecho, encontraríamos una gran resistencia incluso a considerar de cerca toda esta información, debida al miedo a lo que les pudiera hacer creer.
También pienso que los interesados en buscar la armonía entre estos campos deben darse cuenta de que el actual grupo formado por ateos aparentemente enfadados, y que están usando la ciencia para argumentar la irrelevancia de la fe, no los ayudaría. Richard Dawkins, Sam Harris y Christopher Hitchens no representan necesariamente el consenso científico porque el 40% de los científicos creen en un Dios personal. Otros muchos se sienten más bien incómodos con el tema, pero no se identifican con una perspectiva fuertemente atea. En la medida en que se desactivara la retórica incendiaria actual, quizá podríamos abrir un diálogo sobre creación.
¿Qué opina de las personas como Richard Dawkins, científico como usted, y de los argumentos que sostienen no sólo que no se puede encontrar ninguna prueba de la existencia de Dios sino, al contrario, que creen haber encontrado pruebas de su no-existencia? ¿Han traído algo a colación que le parezca a usted que apoyaría esos argumentos?
Creo que el ateísmo radical, del tipo “sé que Dios no existe”, padece de dos grietas lógicas importantes. Y que la conciencia acerca de dichas grietas podría tranquilizar a los creyentes a los que preocupe que estas personas tengan razón realmente.
La primera de estas grietas es la idea de que nadie puede utilizar la ciencia como un punto final a la conversación o el diálogo, con un argumento concluyente respecto a la cuestión de Dios. Si es que Dios tiene algún significado es que se encuentra en parte fuera de la naturaleza (a no ser que seamos panteístas). La ciencia está limitada en tanto en cuanto sus herramientas sólo son apropiadas para la exploración de la naturaleza. La ciencia, por tanto, nunca discutirá la posibilidad de algo más allá de la naturaleza. Hacerlo es, de por sí, un error de categoría, por el uso de unas herramientas inapropiadas para el tipo de cuestión.
En segundo lugar, creo que el error lógico que ateos muy diversos cometen es aquél que ya definió el escritor inglés G.K. Chesterton: “El ateismo es el más atrevido de los dogmas, porque es la afirmación de un negativo universal“. A menudo utilizo una analogía visual para explicar esto. Suponga que se le pide que dibuje un círculo que contiene toda la información, todo el conocimiento que jamás haya existido, dentro y fuera del universo. Bien, éste debería ser un círculo verdaderamente grande. Ahora suponga que, en la misma escala, se le pide que dibuje lo que usted sabe en el momento presente. Incluso la persona más segura dibujaría un círculo más bien minúsculo. Por último, suponga que el conocimiento que demuestra que Dios existe está fuera de su pequeño círculo en la actualidad. Esto parece bastante plausible, ¿no?, considerando la escala relativa. ¿Cómo entonces –teniendo en cuenta este argumento- puede resultar razonable para cualquier persona decir: “sé que no hay Dios?
¿Cree que el conflicto entre ciencia y religión desaparecerá pronto, o piensa que continuará, al menos en el futuro inmediato?
Bien, no se desvanecerá rápidamente. Pero soy optimista. Sólo unas pocas personas insisten actualmente en que el Sol gira alrededor de la tierra, y es con el fin de adaptar sus creencias a lo que dice la Biblia. Me gustaría creer que, en unas décadas, esta batalla se verá como innecesaria y que se habrá resuelto ya a favor de la evidencia de la evolución y de la verdad de Dios. Esto es básicamente lo que intenté argumentar en mi libro: que esta batalla ha sido creada por una cantidad considerable de malentendidos y que, desafortunadamente, ha sido provocada por aquéllos que ocupan posiciones extremas. Mucha gente se encuentra desconcertada por este tumulto y desea comprender cómo podría encontrarse un equilibrio entre ambas cosmovisiones.
Yo tengo un sueño: poder reunir a científicos punteros con mentes abiertas, a teólogos importantes con mentes abiertas, y a pastores líderes que tengan una influencia significativa sobre sus fieles. El objetivo sería dar un paso atrás en la contraproducente batalla actual y desarrollar una nueva teología, una celebración de lo que Dios ha creado y de cómo lo ha hecho. Creo que es posible. Pero una propuesta así no será fácilmente recibida por aquéllos que se han colocado en posturas rígidas, que no ayudan a abrir puertas al diálogo.
Hemos dedicado mucho tiempo a hablar de la evolución porque parece que es un tema central, al menos desde el punto de vista de los conflictos entre los creyentes y la ciencia. ¿Existen, en su opinión, algunas otras áreas en las que se pudieran producir también otros conflictos?
Creo que la evolución es probablemente el área de conflicto más significativa. Pero creo que algunas de las cosas que están ocurriendo ahora en neurociencia podrían albergar un paralelismo. Algunos han argumentado ya que la espiritualidad es, simplemente, una función de los neurotransmisores, y esto podría ser demostrado mediante la toma de imágenes del cerebro. Pero el hecho de que el cerebro tenga la capacidad funcional de producir la experiencia espiritual no creo que sirva para negar el significado de dicha experiencia espiritual.
En este sentido me parece, una vez más, que la ciencia está haciendo realmente bien lo que debe hacer. Es decir, que nos está enseñando algo sobre el cómo y muy poco sobre el porqué. Cómo se produce la experiencia religiosa a través de diversas neuronas y neurotransmisores es una cuestión científica. Pero, ¿por qué se produce? Ésa es una pregunta demasiado difícil para la ciencia.

Esta entrevista, realizada por David Masci, se publicó originalmente en Pew Forum. Traducción del inglés por Yaiza Martínez para Tendencia 21
http://humanismoyconectividad.wordpress.com/2008/06/12/neurologia-experiencia-espiritual/

La espiritualidad y las prácticas religiosas pueden retrasar el Alzheimer

La espiritualidad y las prácticas religiosas pueden retrasar el Alzheimer

La espiritualidad y las prácticas religiosas ayudan a retardar el progreso de la enfermedad de Alzheimer, de acuerdo con la investigación israelí-canadiense presentada en la 57 Convención Anual de la Academia Americana de Neurología en Florida a comienzos de mes.
por Judy Siegel Itzkovich
La espiritualidad y las prácticas religiosas ayudan a retardar el progreso de la enfermedad de Alzheimer, de acuerdo con la investigación israelí-canadiense presentada en la 57 Convención Anual de la Academia Americana de Neurología en Florida a comienzos de mes.
El estudio evaluó a 68 personas entre los 49 y los 94 años, que presentaban probables síntomas de la enfermedad de Alzheimer. La religiosidad y espiritualidad fueron evaluadas de acuerdo al index de la Duke University y el total clasificado a la pequeña escala de la NIH/Fetzer breve medición multidimensional de religiosidad/espiritualidad. Estos métodos colectan información acerca de prácticas tales como asistencia a eventos religiosos y actividades religiosas privadas.
“Descubrimos que los pacientes con altos niveles de espiritualidad o altos niveles de religiosidad pueden experimentar una declinación más lenta del conocimiento” dijo el autor del estudio, Dr. Yakir Kaufman, quien condujo la investigación como miembro del Centro de cuidados geriátricos Baycrest de Toronto, y que ahora es director de los servicios de neurología del Herzog Memorial Hospital de Jerusalén.
“La espiritualidad y la religiosidad han estado vinculadas a mejores resultados en cuanto a salud” dijo Kaufman. “Nuestro trabajo investiga si también hay un vínculo tan relevante en la enfermedad de Alzheimer”.
La espiritualidad y las prácticas religiosas privadas suman el 20% del total de las variaciones. Kaufman dijo que se necesitan más estudios para comprender mejor la conexión entre la religiosidad y la declinación cognoscitiva. “Estos descubrimientos pueden justificar un estudio que busque el posible efecto de afianzar el bienestar espiritual como medio para aminorar la declinación cognoscitiva” concluyó.

Jerusalem Post/El Reloj
Domingo, 01 de mayo de 2005 | 21:35
http://www.elreloj.com/article.php?id=11011

Los neurólogos detectan la 'firma' de la ideología y de la espiritualidad en el cerebro

Los neurólogos detectan la 'firma' de la ideología y de la espiritualidad en el cerebro

04/10/2007 La ciencia que lee la mente. Los neurólogos detectan en el cerebro la 'firma' de la ideología y de la espiritualidad
http://www.innatia.com/noticias-c-noticias-curiosas/a-ideologia-cerebro-10565.html


Un estudio publicado recientemente en la revista Nature Neuroscience, asegura que unos científicos han encontrado diferencias en el funcionamiento del cerebro humano, según la ideología política que se profese.

Los neurocientíficos advierten de que conviene tomarse en serio las posibles consecuencias derivadas del hecho de que empiezan a investigarse en el cerebro, las bases biológicas, de cuestiones tan íntimas como la ideología o la personalidad, lo que pone de manifiesto que la neuroética es un área potencialmente en desarrollo. Así, estas nuevas técnicas amenazan con atacar el concepto occidental de intimidad que comienza a asomar como algo borroso

Los investigadores hicieron electroencefalogramas a 43 hombres y mujeres diestros, mientras reaccionaban ante un estímulo que solía repetirse, pero a veces cambiaba. Cuando ocurría esto último, en la gran mayoría de los sujetos que se habían declarado “liberales” se detectaba una actividad más intensa en un área determinada de la corteza cerebral relacionada con los conflictos, lo que sugiere "una mayor sensibilidad neurocognitiva a los cambios”, lo que pone de manifiesto, según sus autores, la posible existencia de una firma ideológica en el mismo cerebro.

Los neurocientíficos lo tienen claro; no sólo es real sino que se puede averiguar la ideología de una persona con el estudio del cerebro. De hecho creen que “cerebros que piensan distinto, funcionan de forma diferente” por lo que medir esta diferencia es tan sólo cuestión de contar con el instrumental más adecuado. Según Alberto Ferrús del Instituto Cajal de Neurociencias del CSIC de Madrid, "todo está en el cerebro. La sensación de estar enamorado o enfadado, la religión, todo se traduce en moléculas, en algo físico que hay en el cerebro", asegura.

A pesar de la controversia suscitada con el artículo, lo cierto es que la neurociencia amenaza con atravesar la barrera ética por una cuestión científica. Según señala “se podría llegar a descubrir cómo es el cerebro de un maltratador y entonces ¿estaría bien tratarle para que no llegue a serlo? o ¿hasta dónde podemos llegar?, lo cierto es que se van a plantear debates muy serios, y vamos a una velocidad espeluznante", dice.

viernes, 29 de mayo de 2009

La conciencia humana se genera en la parte posterior del córtex cerebral

La conciencia humana se genera en la parte posterior del córtex cerebral

Descubiertos los mecanismos neuronales que permiten al cerebro darse cuenta del entorno y de los procesos subjetivos

El córtex es la región del cerebro que genera la conciencia del entorno y de uno mismo, según una investigación que describe por vez primera los mecanismos neuronales del psiquismo humano. Aunque la investigación sobre la formación de la conciencia está aún en un estado primitivo, sus autores consideran que las facultades de nuestro cerebro pueden explicarse totalmente por la interacción de las células nerviosas. Por Eduardo Martínez.

La conciencia humana se genera en la parte posterior del córtex cerebral

La conciencia humana y la percepción de la individualidad se generan en un determinado espacio del cerebro situada en la parte posterior del córtex, lo que convierte estos fenómenos en meros episodios de las reacciones bioquímicas del cerebro, según una investigación realizada por el Premio Nobel Francis Crick, uno de los descubridores de la estructura del ADN, que publica la revista Nature Neuroscience.

La investigación pretendía determinar la relación neuronal de la conciencia (neural correlate of consciousness o NCC) o, lo que es lo mismo, las bases neurobiológicas de esta facultad superior del psiquismo humano.

El córtex emerge como la región del cerebro donde se generan los procesos de la conciencia. Es una sofisticada e interconectada red neuronal que sustenta la percepción a través de nodos que expresan cada uno de ellos un aspecto de la percepción.

Un nodo por sí mismo no es capaz de generar conciencia ni de sostener la noción de individualidad, pero los nodos se activan y desactivan en función de una serie de coaliciones de neuronas que son las que amplían la capacidad cerebral y generan la conciencia de los procesos subjetivos y del entorno.

Estado primitivo de investigación

Aún reconociendo que las investigaciones sobre el papel de las neuronas en la formación de la conciencia están en un estado primitivo, Francis Crick considera que el comportamiento de nuestro cerebro puede explicarse totalmente por la interacción de las células nerviosas, lo que ha verificado mediante la investigación que hace pública ahora, en el 50 aniversario del descubrimiento de la doble hélice del ADN.

La investigación de Francis Crick, realizada conjuntamente con Christof Koch, se basa en años de experimentación, incluidos estudios con pacientes que sufrían lesiones cerebrales, pruebas con animales e investigaciones psicológicas.

Algunos de los datos de mayor valor provienen de estudios realizados con pacientes epilépticos, en cuyo cerebro se colocaron diminutas sondas para evaluar sus ataques.

El estudio describe cómo distintas partes del cerebro se interrelacionan para producir la conciencia. Por primera vez disponemos de un esquema coherente sobre las correlaciones neuronales de la conciencia en términos filosóficos, psicológicos y neuronales, señala el estudio.

Mecanismo natural

La conciencia en sí podría ser la expresión de un reducido número de neuronas, en particular de las que se proyectan desde la parte posterior del córtex hasta el córtex frontal, añaden los investigadores.

Desde 1976, Francis Crick, autor del conocido libro La búsqueda científica del alma, se ha dedicado a estudiar el cerebro humano y a buscar las bases científicas de un objeto tan intangible como es la conciencia.

Según explica en el artículo de Nature Neuroscience , se produce un mecanismo natural en el que distintas partes del cerebro humano se funden unas con otras para crear un sentimiento de conciencia.

La conciencia ha sido considerada durante mucho tiempo como un tema tabú y ha permanecido excluida del ámbito científico hasta hace muy poco tiempo, cuando algunos científicos y premios Nobel, entre ellos Francis Crick, la convirtieron en objeto de investigación.

Controversia sobre la conciencia

En la actualidad, un millar de científicos investigan esta peculiar función del psiquismo humano, particularmente en Estados Unidos y Europa del Norte, que encontrarán en la investigación de Crick un nuevo impulso a sus trabajos.

Como muchos de los otros aspectos investigados que son particularmente sutiles, la misma definición de conciencia es objeto de controversia entre estos científicos.

Las aproximaciones al concepto de conciencia van desde la metafísica a la neurobiología, pasando por la física teórica. El estudio de la conciencia se aborda por un lado como fenómeno trascendente o metafísico, y por otro como estado de vigilia en el que se desarrollan los diferentes procesos de la conciencia, particularmente la percepción, la visión y la atención.

Dos grandes corrientes estructuran las investigaciones sobre la conciencia. De un lado, la procedente de la neurobiología y la sicología cognitiva. De otro, la que postula que la conciencia es una propiedad de la materia a nivel cuántico.

Intencionalidad de la conciencia

Aunque la mayoría de los investigadores se mueven en la hipótesis del materialismo científico, también son numerosos los que consideran que nuestra especie posee a nivel psíquico funciones específicas que escapan a los procesos psico-químicos.

En la actualidad, los científicos tienden a converger en una definición de conciencia que consiste en un proceso que da sentido a las percepciones, lo que introduce en el concepto la noción de intencionalidad mediante la cual atribuimos a la conciencia una finalidad.

De esta forma, la conciencia se convierte en un apelativo de las percepciones y los pensamientos, lo que permite hablar de conciencia visual o sensorial.

Contemplada como proceso, la conciencia es una actividad autónoma que puede tener en cuenta o no los estímulos. En estas condiciones, un cerebro aislado y mantenido vivo debería permanecer consciente.

Derivación hacia la IA

El proceso también podría ser activado (estado de vigilia) o desactivado (estado de coma), si bien algunas experiencias en neurobiología parecen contradecir esta hipótesis.

Las aproximaciones a la noción, funcionamiento y mecanismos de la conciencia, aparte de su interés filosófico y neurobiológico, tienen el atractivo de perfilar investigaciones en otro terreno no menos importante, como el de la inteligencia artificial, que desde 1955 intenta replicar informáticamente las funciones superiores del psiquismo humano.

El Instituto Riken de Japón es paradigmático en los proyectos de réplica del cerebro humano, ya que trabaja en [tres programas diferentes]article: que pretenden por un lado comprender el cerebro, por otro protegerlo y finalmente recrearlo artificialmente, con todas sus facultades superiores, incluidas la conciencia, el pensamiento, la memoria y la intuición.

El trabajo de Crick se enmarca en este contexto y promete impulsar tanto las investigaciones para una mejor comprensión de la conciencia humana y sobre los procesos cerebrales que la soportan, como los trabajos tendentes a replicar en máquinas los mecanismos que caracterizan a la mente y el psiquismo humanos.

En la práctica, el cerebro funciona como un sofisticadísimo superordenador. Sólo pesa unos 1.300 gramos, pero contiene alrededor de 100.000 millones de células conocidas con el nombre de "neuronas" que constituyen las unidades básicas del sistema nervioso.

En un solo segundo, estas células son capaces de procesar hasta 200.000 millones de bits de información. Para ello se valen de sus casi 100 trillones de interconexiones.

La inteligencia artificial pretende replicar y superar esta capacidad del cerebro en sofisticadas y complejas máquinas adecuadamente programadas.


Eduardo Martínez

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http://www.tendencias21.net

Los sueños son en parte una actividad de la memoria

Los sueños son en parte una actividad de la memoria

Soñamos con los recuerdos que viajan de una región a otra del cerebro antes de quedar almacenados

Los sueños se producen como resultado de un complicado proceso que implica a los recuerdos y al hipocampo, una región del cerebro asociada a la memoria, según ha podido determinar una investigación de científicos canadienses. Esta investigación ha podido establecer asimismo que los recuerdos con los que soñamos pueden tener una antigüedad de hasta una semana, lo que ha desvelado el funcionamiento hasta ahora oculto de la memoria: nuestros recuerdos pasan de una región del cerebro a otra antes de ser almacenados y soñamos con ellos durante ese intervalo.

Por Marta Morales.


Nuestra vida cotidiana es el semillero de nuestros sueños. Las experiencias que tenemos a lo largo del día suelen ser el origen de las imágenes oníricas que generamos mientras dormimos. Pero, ¿cuáles son los mecanismos que nos permiten construir dichas imágenes? Y, ¿tienen alguna relación las imágenes con la formación de nuestra memoria?

Ambos son misterios muy difíciles de resolver, ya que los sueños son un campo de estudio muy complicado. No pueden analizarse directamente, sino siempre a través del soñador: a cada minuto que pasa, olvida más y más detalles de lo que ha soñado. Sin embargo, especialistas como el doctor Tore Nielsen, del Dream and Nightmare Laboratory, de Montreal, intentan desvelarlos.

Durante años, se ha discutido mucho sobre este tema. Los recuerdos de gente, lugares, actividades que hacemos o de las emociones que sentimos, se reflejan en nuestros sueños, pero suele ser de manera tan fragmentaria que no podemos predecir cómo aparecerán.

La investigación realizada por Nielsen revela que la producción de los sueños está asociada a los recuerdos y a la región del hipocampo, localizado debajo de la corteza cerebral y que desempeña un importante papel en la memoria.

El mecanismo de la memoria en los sueños

Una de las características de los sueños es que rara vez, excepto en casos de problemas postraumáticos, reflejan una experiencia completa. Una idea, un objeto, una textura que hemos percibido durante el día, es lo que en realidad aparece mayormente en nuestros sueños.

Además, los bautizados por Freud como “residuos diurnos”, esto es, los recuerdos que se nos quedan prendidos en la memoria durante el día, pueden aparecer 5 ó 7 días más tarde en nuestros sueños, según ha descubierto Nielsen, quien ha denominado estos recuerdos tardíos como “el efecto del intervalo de los sueños”.

Freud pensaba que estos residuos aparecían en los sueños la misma noche o la siguiente a haberlos vivido, pero las investigaciones realizadas por Tore Nielsen y su equipo han demostrado que los recuerdos cotidianos pueden perdurar activos más tiempo, tal como explican en un artículo publicado recientemente en la revista Nature.

Ellos piensan que este efecto del intervalo de los sueños refleja el funcionamiento hasta ahora oculto de la memoria: la reaparición de los recuerdos en nuestros sueños ocurre durante el proceso de almacenaje, cuando los recuerdos se trasladan de una región cerebral a otra antes de ser archivados permanentemente.

La memoria funciona por asociación de ideas, generalmente. Cuanto más esté relacionado un elemento con otros, más fácil será de recordar para nosotros. Las relaciones entre elementos que generan los sueños parecen absurdas desde el punto de vista de la vigilia. Pero la creatividad onírica las crea continuamente, y parece que de algún modo sean significativas.


Consideración del papel del hipocampo

El estudio de los sueños comienza por tanto a aparecer como uno de los métodos más prometedores en el conocimiento de los mecanismos de la memoria: las relaciones entre elementos durante el sueño puede dar muchas claves.

Debido a la dificultad en la observación de los sueños, los investigadores suelen utilizar métodos de estimulación antes del sueño, con películas o entornos virtuales; o la estimulación sensorial (con olores o colores), con el fin de “medir” de alguna manera el reflejo de dichas estimulaciones en los sueños: se ha podido comprobar que los sueños responden y se relacionan con ellas.

Parece entonces que entre los teóricos emerge cada vez más la convicción de que los cambios o las alteraciones en el hipocampo de nuestro cerebro contribuyen a formar el contenido de los sueños. Imágenes tomadas de la actividad cerebral durante el sueño apoyan esta especulación: la actividad del hipocampo aumenta durante la llamada fase REM (de movimiento ocular rápido) del sueño.

En esta fase del sueño se suceden los sueños más intensos. Existen muchas evidencias, derivadas del estudio de estas imágenes, que señalan el aumento de la actividad del hipocampo durante la fase REM del sueño. Sin embargo, esta actividad no se ha relacionado aún específicamente con la organización de la memoria mientras dormimos.

Diversas teorías

Existen varias teorías acerca de por qué dormimos. Algunos científicos afirman que los sueños responden al azar, y que no tienen una significación. Son debidos a la estructura del cerebro. Para Nielsen y su equipo, sin embargo, dicha estructura es importante, pero eso no implica que los sueños carezcan de sentido.

Según ellos, no son un producto inútil, únicamente derivado de nuestra actividad cerebral, sino que tienen que ver con la expresión de nuestro subconsciente. Esto se difiere del hecho de que los sueños parecen tener lugar en lugares espacialmente coherentes, en entornos en los que los soñadores interactúan perceptivamente, por ejemplo, orientándose, o buscando y asimilando información, tal y como hacemos despiertos. No parecen aleatorios. Asimismo, el individuo suele hallar información significativa y tener una sensación de reconocimiento dentro del entorno onírico.

La investigación en la fase del sueño de nuestra conciencia pudiera dar respuesta, no sólo a las razones sobre su origen, sino también a la forma en que los recuerdos autobiográficos se consolidan a lo largo del tiempo en nuestras mentes.


Marta Morales

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El presente es inalcanzable para el cerebro

El presente es inalcanzable para el cerebro
El tiempo de nuestra percepción está atrasado medio segundo respecto al tiempo real de los acontecimientos

El cerebro no tiene ninguna posibilidad de alcanzar la velocidad de los acontecimientos, ni por tanto de atrapar el tiempo que transcurre, ya que el tiempo de nuestras percepciones está retrasado alrededor de medio segundo respecto al tiempo real. Así lo explica el neurólogo de California Benjamín Libet en su nuevo libro “Mind Time: The Temporal Factor in Consciousness”, que suscita nuevos interrogantes sobre los mecanismos de la conciencia. Libet ha constatado que para que un acontecimiento pase el umbral de la conciencia y sea registrado por una persona, el tiempo desempeña un papel fundamental, ya que si el acontecimiento ocurrido no dura más de medio segundo, el consciente humano sencillamente lo ignora. Por Eduardo Martínez.


El presente es inalcanzable para el cerebro
Nuestro cerebro necesita medio segundo de tiempo para que un estímulo pase del inconsciente al consciente, según ha descubierto el neurólogo de la Universidad de California Benjamín Libet. Según sus investigaciones, adquirimos conciencia de la realidad con cierto retraso respecto a la velocidad de los acontecimientos, tan sólo una vez que ha transcurrido medio segundo.

Para Benjamín Libet, por ello no tenemos ninguna posibilidad de alcanzar la velocidad de los acontecimientos, ni por tanto de atrapar el tiempo que transcurre. Lo explica en su nuevo libro Mind Time: The Temporal Factor in Consciousness, del que Stephen M. Kosslyn ha realizado un interesante extracto. La obra constituye una presentación de los últimos trabajos de Libet sobre los mecanismos de la conciencia.

En uno de sus experimentos, Libet puso electrodos sobre el córtex somatosensitivo de pacientes despiertos. El córtex somatosensitivo es la región del cerebro sobre las que circulan las informaciones sensoriales registradas a lo largo del cuerpo. Puede consultarse al respecto el trabajo de Kulisevsky La organización del movimiento: estructura y función de los ganglios basales.

Con la ayuda de una débil corriente eléctrica, Libet provocó sensaciones en la superficie de la piel de los pacientes cuya duración temporal variaba deliberadamente. Comprobó que si disminuía la duración de los impulsos eléctricos, los pacientes percibían cada vez menos esta agresión y que por debajo de las 500 milésimas de segundo, no se enteraban de nada de lo que ocurría sobre su piel.

No hay conciencia sin tiempo

Su conclusión es que para que un acontecimiento pase el umbral de la conciencia y sea registrado por un sujeto, el tiempo desempeña un papel fundamental, ya que si el acontecimiento ocurrido sobre la piel no dura más de medio segundo, el consciente humano sencillamente lo ignora.

No es la primera vez que Benjamin Libet sorprende con sus descubrimientos sobre la conciencia. Anteriormente había demostrado también que nuestro cerebro toma las decisiones casi un segundo antes de que las asumamos conscientemente. Esta constatación ha llevado a algunos científicos, como Wolf Singer, a dudar de la real existencia del libre albedrío.

Para obtener este resultado, Libet utilizó pacientes que se mantuvieron despiertos cuando eran sometidos a un episodio de cirugía cerebral. Les pidió que movieran uno de sus dedos mientras observaba electrónicamente su actividad cerebral. De esta forma pudo comprobar que hay un cuarto de segundo de retraso entre la decisión de mover el dedo y el momento presente.

Roger Penrose, en su obra La Nueva Mente del Emperador (1989), ya describía dos experimentos que tienen que ver con el tiempo que necesita la conciencia para actuar y ser activada. El primero de estos se refería al papel activo de la consciencia y el segundo a su papel pasivo.

La decisión necesita un segundo

El primero de los experimentos descrito por Penrose fue realizado por Kornhuber en 1976. Unos voluntarios permitieron que se registrasen las señales eléctricas en un punto de sus cabezas (electroencefalogramas), y se les pedía que flexionaran varias veces, y repentinamente, el dedo índice de sus manos derechas a su capricho.

La experiencia descubrió algo curioso: hay un aumento gradual del potencial eléctrico registrado por el cerebro durante un segundo entero, y hasta un segundo y medio, antes de que el dedo sea flexionado. Esto parece indicar que el proceso de decisión consciente necesita un segundo para actuar.

El segundo experimento al que se refiere Penrose es al de Benjamin Libet, según el cual cuando se aplica un estímulo sobre la piel de los pacientes, transcurre aproximadamente medio segundo antes de que sean conscientes de dicho estímulo.

Para Penrose, de ambos experimentos se desprende que el tiempo de nuestras "percepciones" está atrasado alrededor de medio segundo respecto al tiempo real de los acontecimientos. Es decir, aparentemente, el reloj interno de cada uno de nosotros está arasado medio segundo respecto a la velocidad real de los acontecimientos.

El presente es inalcanzable para el cerebro
Cuestión de amígdalas o de neocorteza

Para Penrose, la conclusión de estos dos experimentos considerados en conjunto es que la conciencia no puede reaccionar a una agresión externa si la respuesta tiene que tener lugar en menos de dos segundos.

Hay una posible explicación de esta manera de proceder de la conciencia, ya que cuando el cerebro recibe un estímulo, a través de cualquiera de los cinco sentidos, lo registra en dos lugares: uno es en la amígdala y el otro es en la neocorteza.

La amígdala es el área con forma de almendra que se encuentra en el cerebro. Es la encargada de recibir las señales de peligro potencial y la que desencadena una reacción capaz de salvar la vida. La amígdala es por tanto la primera región del cerebro en recibir un mensaje. Es muy rápida y en un instante indica si debemos atacar, huir o detenernos.

La neocorteza, capa cerebral externa en la que se llevan a cabo funciones superiores como la planificación, el razonamiento y el lenguaje, está más lejos que la amígdala y recibe los mensajes sensoriales más tarde, pero, a diferencia de la amígdala, tiene mayores poderes de evaluación, y se detiene a considerar más cosas. Además, la neocorteza se comunica con la amígdala para ver qué opina antes de reaccionar.

El presente sólo dura tres segundos

Dado que el 95 por ciento de los estímulos que recibimos llegan directamente a la neocorteza y sólo un cinco por ciento van directos a la amígdala, el retraso que experimenta la conciencia en registrar las sensaciones corporales y en reaccionar puede estar relacionada con la fase de evaluación que necesita la amígdala.

En cualquier caso, los trabajos de Libet consolidan las investigaciones sobre los mecanismos de la conciencia y el papel que desempeña el factor tiempo en los procesos cerebrales.

Otras investigaciones, realizadas tanto con europeos como con indios yanomanis y bochimanos, han establecido a su vez una constatación universal: que el presente dura tres segundos para todas las personas.

Tres segundos es el lapso de tiempo que necesitamos para distinguir sucesivos impactos sonoros o lumínicos, para guiñar un ojo o para cualquier movimiento corporal. Todo lo demás que añadimos, bien que una experiencia cualquiera se nos hace larga o corta, son sólo sensaciones que no tienen que ver con nuestra conciencia del presente.

Para la mayoría de las personas, en menos de tres segundos es imposible percibir nada y a partir de ese período de tiempo, el mundo cobra realismo para la conciencia humana. Un ingrediente más a tener en cuenta a la hora de valorar los experimentos de Libet.




Eduardo Martínez
Fuente
http://www.tendencias21.net