miércoles, 27 de agosto de 2008

Biología de la religión
« en: Mayo 24, 2008, 06:32:57 »

Hay un interesante artículo de Fred H. Previc, psicólogo experimental y neurocientífico, "The role of the extrapersonal brain systems in religious activity" (Previc 2006), donde se elabora un interesante marco teórico sobre el origen neuro-fisio-psicológico de la religiosidad. Tal hipótesis proporciona una plausible base neuronal para un número grande de datos empíricos psicológicos y antropológicos1 que evidencian que la religión es un subproducto 'natural' de nuestro funcionamiento neuropsicológico y evolución.

Se trata en resumen de cómo las capacidades visuoespaciales y extrapersonales pueden ser la base del pensamiento mágico-religioso. De acuerdo con Boyer, Atran, Guthrie, Barrett, Bloom y otros investigadores, la religión emerge de la activación de un sistema de conceptos intuitivos e innatos destinados originalmente para actividades cotidianas como el entendimiento del mundo externo y la interacción social (Teoría de la Mente, agencia, detección de meta, sistema de precaución, sistema de inferencias teleológicas, reconocimiento de rostros). De acuerdo con tales autores, más allá del factor sociocultural implicado en la formación de la doctrina religiosa específica de acuerdo al contexto ambiental, los humanos nacemos con un limitado juego de capacidades cuyo fin es elaborar conceptos sobre el mundo en la medida en que interactuamos con él (sin estimulación no hay desarrollo de las mismas), tales capacidades cognitivas aparecen tempranamente en la infancia (no son aprendidas), y son conceptos, o "teorías intuitivas", que abarcan lo animado, los objetos inanimados, las personas, el reconocimiento de patrones y detectar metas e intenciones en los objetos y las personas.

Todas estas funciones implican una capacidad fundamental para, a modo interpretativo, "proyectarse fuera de sí mismo", esto es, elaborar metarrepresentaciones de objetos, eventos y circunstancias que están en un espacio y tiempo real fuera del cerebro. Así pues, el pensamiento mágico-religioso y cósmico-trascendental (común denominador de las religiones2) es uno de los resultados, encontrados en toda sociocultura (Atran y Norenzayan 2005 p. 713, Previc 2006 p. 500), de tal capacidad funcional. Cabe aclarar que, aunque la religiosidad no es la función final de tales sistemas cognitivos-proyectivos, en cambio tampoco es resultado de un funcionamiento anormal de los mismos. Se trata del subproducto natural (predecible aunque no inevitable según Boyer) de funciones destinadas evolutivamente para otros fines.

Entre tanto Previc postula que el cerebro humano tiene un espacio virtual (en el que se encuentran los objetos y eventos externos) mediante el cual puede crear metarrepresentaciones y enfocarse hacia él en metas conductuales. Aunque puede resultar ficticio, lo que interesa es que significa que el cerebro-mente puede "proyectarse" (concepto que se tiene desde hace mucho en psicología y filosofía) hacia el tiempo y el espacio reales externos, y cómo explica el pensamiento religioso, pero no sólo esto sino también explica la cognición social, la creatividad, las fantasías, las alucinaciones, los sueños y la inteligencia misma (en tanto que planificación de soluciones). Dejando lo "metafórico", se trata de un sistema de activación de áreas cerebrales específicas que comprende sobretodo el área ventral del lóbulo frontal (cognición social, control emocional, orientación hacia el futuro, creencia/descreencia -Harris) y el lóbulo temporal (asociación visuoespacial, emociones, memoria, lenguaje). El lóbulo temporal directamente se asocia visuoespacialmente al lóbulo parietal (sentido de ubicación en el espacio), a estructuras límbicas (emociones), así como el área prefrontal ventromedial está directamente vinculada a los ganglios basales (recompensa, ritual, aprendizaje) y también al sistema límbico (amígdala). La activación dopaminérgica regula tal sistema ventromedial, y así DA se presenta como el neurotransmisor clave en los procesos y funciones mediados por este sistema. De hecho hay evidencia de que DA propicia el pensamiento mágico-religioso en individuos escépticos (Brugger 2002).

[Niveles anormalmente altos de DA sobre-excitan este sistema, lo que resulta implicado en trastornos mentales y alteración del pensamiento religioso (hiperreligiosidad, delirios místicos). En esto también coinciden las observaciones separadas de Boyer y Previc sobre una sobre-activación del sistema de precaución (Boyer) o de la metarrepresentación extrapersonal (Previc 2006).]

Al presentarse DA como regulador clave del sistema, éste funciona entonces dirigido por el placer de la motivación y la búsqueda de recompensa (justamente las metas conductuales que están sobre-activadas en los trastornos de ansiedad y las adicciones). Por mi parte agrego otros datos que resultan relevantes: una relación de sustratos neurales de expectativa-recompensa entre 1) la religiosidad (éxtasis místico: caudado, cíngulo anterior, ínsula), 2) el efecto placebo (cíngulo anterior, prefrontal medial, ínsula) y 3) el sistema creencia/descreencia (caudado, cíngulo anterior). Aquí las estructuras gangliobasales y frontolímbicas resultan fundamentales en lo que respecta a expectativa/recompensa, quedando estos resultados enmarcados en la hipótesis de Previc, al ser la metarrepresentación (~ proyección extrapersonal) un eje fundamental en los procesos implicados aquí.

Por otro lado, también agrego datos del registro fósil (paleoneurología) que convergen con Previc al evidenciar un mayor desarrollo en las últimas etapas de la hominización y encefalización, de los lóbulos parietal, temporal y fronto-límbico3. Diversas áreas del lóbulo parietal conforman los substratos nerurales de capacidades como abstracción simbólica y metarepresentación, implicados en capacidades congitivas nucleares del pensamiento mágico-religioso (Boyer 2003, Boyer & Barrett 2006), tal como la agencia sobrenatural4.

A modo de conclusión. Se tiene por un lado un 'sistema' sentado en la vía frontoventral-límbica del sistema visual (el what, ver gráfico), que está mayormente modulado por el sistema de recompensa/expectativa (dopamina). En este 'sistema' también están los módulos de cognición social y regulación emocional. Por otro lado se tiene un 'sistema' formado por diversas áreas y funciones parietales y temporales (conciencia visuoespacial, abstracción, simbolismo, proyección, metarepresentación, memoria, emociones) que a su vez integran las vías dorsal y medial visuales (el where y el when respectivamente). El dominio religioso (Boyer 2008), que consiste fundamentalmente en representaciones mentales 'sobrenaturales' y artefactos y ritual asociados, intuición moral asociada, experiencias místicas/espirituales asociadas, y cohesión endosocial asociada; está integrado por un set de capacidades y procesos «susceptible a varias formas de manipulación cultural» (Atran & Norenzayan 2005 p. 720), asentados en todas éstas grandes áreas cerebrales (sobre todo parietales y temporales), y sería, en términos neurobiológicos, un subproducto de la integración funcional de las vías visuales y la cognición emocional-social.

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1. Ver p.ej. "Evolution and Religion - Darwin’s God", un artículo que resume los más sobresalientes trabajos en el estudio científico de la religión. Se aborda tanto la teoría del subproducto como la adaptacionista.

2. Boyer & Bergstrom 2008: «Lo que el término religión denota está extensamente disputado en la antropología contemporánea y los estudios religiosos (Saler 1993), entonces puede ser de ayuda comenzar con una áspera demarcación del campo de lo que se investiga. Modelos evolutivos, como se supone, explican una colección entera de comportamientos y representaciones mentales que son encontradas en muchos grupos humanos diferentes, incluyendo lo siguiente: representaciones mentales de agentes no físicos, incluyendo a fantasmas, antepasados, espíritus, dioses, demonios, brujas, etc., y creencias sobre la existencia y los rasgos de estos agentes (...)»

3. Bruner 2003 "Fossil traces of the human thought: paleoneurology and the evolution of the genus Homo". Según el patrón de encefalización en homínidos y simios de Semendeferi y Damasio, resultan sobretodo los lóbulos parietal y temporal los más desarrollados y ciertamente, los verdaderos determinantes de "lo humano" durante nuestra evolución, en lugar de como siempre se ha pensado que lo era el lóbulo frontal. Esto responde más o menos con claridad cuándo pudieron aparecer (o cuándo se hicieron altamente complejos) los conceptos de tipo trascendental-cósmico, entretanto ambas capacidades necesarias para desarrollar conceptos abstractos como "dios", y que evidentemente sí se relacionan con cierto incremento en el tamaño de tales áreas. Es igualmente elocuente que algunas áreas frontales (corteza fronto-límbica) relacionadas a su vez con la religión (emociones y cognición social), también estén más desarrolladas en humanos.

4. Boyer 2003 "Religious thought and behaviour as by-products of brain function" (y también Boyer & Barrett 2006), establece correlatos neurales para los mecanismos cognitivos envueltos en el pensamiento religioso, indica que la agencia sobrenatural deriva de la activación del sistema de detección de meta (detección de contingencia: surco temporal superior -STS, córtex parietal superior -surco intraparietal derecho), y del sistema de agencia (detección de señales sociales -STS + imitación + empatía: córtex frontal medio, STS, córtex parietal inferior, estructuras subcorticales y límbicas).

fuente: foros 100cia: ciencia y tecnología
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Antoniok19

La meditación puede ayudar en ciertas patologías

Mariano Sigman: la meditación puede ayudar en ciertas patologías

Mariano Sigman:
Mariano Sigman, Doctor en Neurociencias por la Universidad de Nueva York, es en la actualidad profesor del Departamento de Física de la Universidad de Buenos Aires y del INEBA (Instituto de Nuerociencias de Buenos Aires), así como miembro del Consejo Editorial de Tendencias21. En esta entrevista exclusiva, reflexiona sobre algunos aspectos relacionados con la neurobiología de la meditación, una técnica de introspección que es compartida por la mayoría de las religiones y tradiciones culturales


Consiste en la potenciación de los procesos internos que típicamente no acceden a la conciencia.
La meditación es un ejercicio de concentración que tiene que ver con la potenciación de aquello que el cerebro hace cuando aparentemente no hace nada, con potenciar el estado introspectivo. Atrae la atención sobre los procesos internos que típicamente no acceden a la conciencia, ya que casi toda la información que uno trata vive en el subterráneo de la conciencia. La meditación correlaciona con muchos otros procesos cognitivos, la atención, la conciencia, la memoria y, bajo ciertas circunstancias, potencia la posibilidad de actuar sobre ciertas patologías. Entrevista con el neurólogo Mariano Sigman.


¿Hay estudios de neurobiología que dan cuenta de lo que ocurre en el cerebro en el estado meditativo?
El encuentro entre la ciencia moderna y otros rasgos muy tradicionales de la cultura es curioso. Suele ser recibido con una mezcla de entusiasmo y prejuicio. Algo parecido sucede con la acupuntura, la hipnosis o aún de manera menos parecida con hongos, cactus u otras yerbas, que se han utilizado durante mucho tiempo en muchas culturas en busca de ciertos estados mentales.
Y ¿qué es lo que ocurre en el cerebro cuando se medita?
La psicología de la meditación es más evidente aún para el que no la practica que el de otros estados alterados de la conciencia. Se suele usar la metáfora de conciencia expandida y con una acepción implícita de que esta expansión es "hacia adentro". Permite focalizarse sobre procesos que típicamente no acceden a la conciencia. Casi toda la información que uno trata vive en el subterráneo de la conciencia. El puente clásico entre lo consciente y lo inconsciente es la respiración que, la mayoría del tiempo vive en la inconciencia, pero que cada tanto (cuando estamos agitados, fatigados o cuando nos concentramos) salta fácilmente a la conciencia. Es más difícil hacer pasar a la conciencia el funcionamiento del hígado, del corazón o la temperatura a lo largo del cuerpo. También concentrarse en otros cambios ínfimos en nuestro entorno. La meditación es un ejercicio de concentración que tiene que ver con expandir, no necesariamente el rango de lo que procesamos, sino el acceso consciente de estos procesos.
La neurobiología de la consciencia empieza a estudiarse. Dicho brevemente, el cerebro salta entre dos estados coherentes casi todo el tiempo. El primero tiene que ver con el control ejecutivo de estímulos externos. El maneja de cualquier tarea, escribir, entender, comer... El segundo es una especie de fuente interior, introspectiva, que domina el sueño y los sueños diurnos (cuando estamos colgados, cualquiera se da cuenta después de leer una página que no ha entendido nada, que se quedó pensando en algo que emanó de adentro). La meditación tiene que ver con la potenciación de estos estados, con amplificar aquello que el cerebro hace cuando aparentemente no hace nada. También los estados meditativos se corresponden a estados de más coherencia, lo cual es de alguna manera razonable, ya que esta coherencia entre distintos módulos tiene que ver con que la información sea unificable en un estado consciente.
¿Sucede algo similar en el cerebro en otras circunstancias, como el rezo y otras formas de concentración?
El rezo está aún menos estudiado, pero sin duda que cualquier búsqueda de relajación, de concentración, de amplificar un estado introspectivo, de relajarse y poder prescindir de ciertos estímulos que toman la conciencia casi automáticamente, evocan estados parecidos.La hipnosis es una suerte de meditación dirigida. También hay drogas que potencian o simulan estados meditativos. Hay culturas amazónicas que tienen gran cultura en el uso de la ayahuasca (con la asignación de licencias!) y la neurobiología está también, sensatamente, tratando de entender estos procesos.
¿Cómo considera la ciencia a la meditación? ¿Cómo una forma de descanso del cerebro? ¿Cómo un estado especial?
Es, como te decía antes, más bien la potenciación de un estado. Un punto importante es que el cerebro nunca se detiene. Hace algún tiempo, Marcus Raichle, un investigador en Estados Unidos, se dedicó a entender qué es lo que hace el cerebro cuando aparentemente no hace nada. Encontró que este es un proceso activo que se opone dialécticamente a un estado ejecutivo. La meditación tiene que ver por una parte por potenciar el estado introspectivo. En una colaboración de lo más simpática entre la Universidad de Wisconsin y el monasterio Shechen, en Nepal, mostraron que budistas con gran práctica en meditación tienen un estado neuronal distinto al de los no meditadores, fundamentalmente en la presencia de ciertos ritmos y estados de sincronización que se han relacionado con la mediación de procesos al estado conciente. Esta diferencia de base se amplifica enormemente durante la meditación en proporción a la percepción introspectiva del estado meditativo.
¿Se ha comprobado si tiene beneficios concretos para la salud? ¿Cuáles?
La meditación correlaciona con muchos otros procesos cognitivos, la atención, la conciencia, la memoria. Existen por supuesto distintas formas de meditación. Uno sospecha que bajo ciertas circunstancias, la mejora del acceso consciente debiera potenciar la posibilidad de actuar sobre ciertas patologías y hay muchas evidencias anecdóticas que así lo sugieren. Yo no conozco ningún estudio que haya medido sistemáticamente una mejora en la salud en relación a la meditación.
Es, por otra parte, muy difícil de hacer, ya que los meditadores con gran práctica suelen además tener vidas muy particulares, con otras dietas, otros ritmos de sueño, otras costumbres y se haría muy difícil saber cual de todos estos factores contribuyen a una buena salud.



Sábado 20 Enero 2007
http://www.tendencias21.net

El gen de Dios: gen VMAT2

neurona-salvaje
Estamos en un momento culminante de la travesía sensible en el planeta Tierra, víspera de un itinerario sin precedentes en el hecho de "ser humanos", o sea, rumbo al "homo cosmicus", la siguiente epopeya universal de la sensibilidad psíquica. No somos personas que a veces tienen experiencias espirituales, sino seres espirituales implicados en experiencias humanas. Quien lo entiende y asume, no necesita más detalles.
05 noviembre 2006


"PUENTE ENTRE RELIGIÓN Y CIENCIA"
DICE QUE LA FE ESTÁ DETERMINADA POR LA BIOLOGÍA HUMANA

El genetista Dean Hamer asegura que el VMAT2 es el "gen de Dios"
04.11.2006

El doctor genetista Dean Hamer afirma que la fe está determinada por la biología humana, según publica en su libro 'El gen de Dios' (La Esfera de los Libros), que saldrá a la venta en España el próximo 7 de noviembre. Asegura que el VMAT2 es el "gen de Dios". El autor se basa para exponer estas afirmaciones en los últimos descubrimientos en Genética del comportamiento y en Neurobiología. Hamer, cuyo libro se subtitula precisamente 'La investigación de uno de los más prestigiosos genetistas mundiales acerca de cómo la fe está determinada por nuestra biología', sostiene que la respuesta está en los genes del hombre y que la espiritualidad es una de sus herencias básicas, un instinto que proporción un sentido de la vida y valor para superar dificultades y pérdidas.

Además, también incrementa las probabilidades de supervivencia reproductiva del ser humano porque ayuda a reducir el estrés, previene enfermedades y aumenta la esperanza de vida.

Así, según explica, ha analizado la composición genética de unos 1.000 individuos de diferentes edades y contextos sociales y ha comparado muestras de sus ADN con una escala que mide la espiritualidad, "consiguiendo identificar un 'gen de Dios' específico, el VMAT2, que demuestra cómo ésta se manifiesta en el cerebro".

"PUENTE ENTRE RELIGIÓN Y CIENCIA"

El libro, según detalla, no busca confirmar la existencia o la inexistencia de Dios, "sino tender un puente entre la religión y la ciencia": Cómo sentimos a Dios, La diferencia entre espiritualidad y religiosidad, Identificación transpersonal, ¿Mente o materia?, El poder de la oración, La curación por la fe o Cultura y ADN.

"La pregunta '¿Existe Dios?' puede ir más allá de la ciencia, pero la pregunta '¿Por qué creemos en Dios?', en otras palabras, el intento de entender el mecanismo a través del cual trabaja nuestra creencia en Dios o en un poder más alto, está potencialmente dentro de nuestra capacidad de comprensión", argumenta.

En cualquier caso, el autor advierte de tres "limitaciones importantes" de su libro: que no es una explicación total de la espiritualidad; que la investigación sobre el comportamiento genético solamente puede explicar diferencias individuales, no características generales de la especie; y que éste es un libro sobre lo que los humanos creen, no sobre si esas creencias son verdad.

Hamer es autor de 'The Science of Desire', incluido en la lista de libros sobresalientes de 'The New York Times' y de 'Living with Our Genes'. Ha publicado más de cien artículos en revistas de ciencia tanto académicas como divulgativas junto a sus colaboradores del Instituto Nacional de Cáncer de Estados Unidos. Doctorado por la Universidad de Harvard, ha sido galardonado con numerosos premios, entre los que destaca el 'Ariens Kappers Award for Neurobiology'.



Desde Inglaterra nos llegan noticias del trabajo de Dean Hamer, genetista que dice haber encontrado una relación entre el gen VMAT2 y la predisposición de las personas a tener creencias religiosas.

Genetista afirma haber encontrado

el gen 'religioso' en humanos


Por Elizabeth Day - LONDON SUNDAY TELEGRAPH

LONDRES — Un genetista molecular estadounidense ha llegado a la conclusión, después de comparar más de 2.000 muestras de ADN, que la capacidad de una persona para creer en Dios está relacionada con la química cerebral.

Sus hallazgos han sido criticados por los líderes clericales, que desafían la existencia de un “gen de Dios” y dicen que la investigación mina uno de los principios fundamentales de la ge – que la iluminación espiritual se alcanza a través de la divina tranformación y no gracias a los impulsos eléctricos cerebrales.

Dean Hamer (en la foto), director de la Unidad de Regulación de la Estructura Genética en el Instituto Nacional para el Cáncer, ubicado en Bethesda, pidió a unos voluntarios que le respondieran a 226 preguntas para determinar el nivel de espiritualidad con el que se sentían conectados al universo.

Cuanto mas alta era la puntuación, mayor era la habilidad de esa persona para creer en una gran fuerza espiritual, y el Sr. Hamer encontró que en estas personas, la probabilidad de compartir el gen VMAT2 también era mayor.

Los estudios en gemelos demostraron que aquellos con este gen, un transportador vesicular de monoaminas que regula el flujo de elementos químicos que alteran el humor en el cerebro, tenían mayores probabilidades de desarrollar creencias religiosas.

Según comentó, crecer en un ambiente religioso tiene poco efecto sobre las creencias.

El Sr. Hamer, quien en 1993 afirmó haber identificado una secuencia de ADN relacionada con la homosexualidad masculina, comentó que la existencia del “gen religioso” explicaba por qué algunas personas tienen mayor aptitud para lo espiritual que otras.

“Buda, Mahoma y Jesús compartían todos una serie de experiencia místicas, o alteraciones en la consciencia, y por ello probablemente portaban este gen”, comentó. “Esto significa que la tendencia hacia lo espiritual es parte de la configuración genética. Esto no es algo que pase estrictamente de padres a hijos. Podría saltarse una generación, es como la inteligencia”.

Sus hallazgos, publicados en el libro “El gen de Dios: cómo la fé se configura en nuestros genes”, están siendo recibidos con gran escepticismo por mucha gente de la jerarquía religiosa.

El reverendo John Polkinghorne, miembro de la Royal Society y teólogo canónigo en la Catedral de Liverpool, dijo: “La idea de que existe un gen de la religiosidad va contra mis convicciones teológicas personales. No se puede reducir la fe al mínimo común denominador de la supervivencia genética. Esto demuestra la pobreza del pensamiento reduccionista”.

El reverendo Walter Houston, capellán del Mansfield College en Oxford, y profesor de teología comentó: “La creencia religiosa no está relacionada solo con la constitución de una persona, sino con la sociedad, la tradición, el carácter; todo cuenta. Poseer un gen que puede hacer todo eso, me parece bastante improbable”.

El Sr. Hamer insistió, no obstante, en que su investigación no se opone a la creencia en Dios.

“Las personas religiosas pueden señalar la existencia del gen de Dios como un signo más del ingenio del creador, una forma inteligente de ayudar a los humanos a reconocer y abrazar su presencia divina”, añadió.

Un cerebro empatico?

Neurociencia
¿Un cerebro empático?

Por Gaspar Segafredo
Ilustraciones: Natalia Deganis

"El hombre se torna un Yo a través del Tú."
Martin Buber, Yo y Tú

La empatía, hasta hoy abordada principalmente por el área religiosa, filosófica y humanista, parece adoptar también forma neuronal y fundamento científico.
El cristianismo la explica con la caridad y el "ama al prójimo como a ti mismo". También aparece en el llamado a la compasión hacia todos los seres, propio del budismo; el respeto hacia las otras vidas del islamismo, porque "quien salva la vida de un hombre, salva a la Humanidad entera". En palabras del filósofo Martin Buber, la extrema importancia del Tú en el Yo: "Me realizo al contacto del Tú; al volverme Yo, digo Tú. Toda vida verdadera es encuentro". O la lisa y llana necesidad de ser solidario y aliviar el sufrimiento del otro. ¿Será capacidad innata en el hombre?
Todas estas posturas filosófico-religiosas y humanas, tendrían ahora, aparte del sustento espiritual y ético, una base biológica. Esta situación peculiar es resultado de un reciente descubrimiento de las neurociencias, pertinentemente bautizado "neuronas espejo". Vilayanur Ramachandran, director del Centro de Cerebro y Cognición de la Universidad de California, las llama "neuronas Dalai Lama".
En términos funcionales, estas células constitutivas de todo cerebro humano, permitirían sentir lo que siente el otro. Tanto la alegría como el sufrimiento, la angustia o la sorpresa. Con una serie de resultados, que explicarían capacidades humanas como la imitación, la aprensión y, como supuesto tal vez más arriesgado, la intuición y la telepatía. Sin embargo, "debemos ser cautelosos, no queramos atribuirle todo de golpe, como siempre se hace con lo nuevo", dice el neurólogo Héctor Figini en diálogo con MYRIADES 1. Detengámonos un poco entonces, y veamos las tan cotizadas pruebas de la ciencia.

Descubrir neuronas espejo
Habrá que explorar los argumentos de quienes observaron por primera vez tan particulares células. La historia de esta conquista científica se remonta a principio de la década pasada y, como suele suceder, la "casualidad" fue determinante. En la Universidad de Parma (Italia) el equipo de investigación de Giacomo Rizzolatti estaba estudiando la actividad de un área cerebral directriz de la planificación y realización de movimiento.
Se habían implantado electrodos en el cerebro de un mono. Sus reacciones eran positivas: cuando tomaba y movía maníes con sus manos, ciertas neuronas reflejaban actividad. La sorpresa surgió cuando, al ver a una persona frente a él agarrar maníes y llevárselos a la boca, activó los electrodos, mientras que su cuerpo permanecía inmóvil. El cerebro estaba funcionando como si también él estuviera llevándose los maníes a la boca. "Nos llevó varios años creer lo que estábamos viendo", admitió el neurólogo Rizzolatti.
Otro de los investigadores, Vittorio Gallese, recuerda en su reciente libro L'enigma del autismo: "Al principio pensamos que la activación -de dichas neuronas en el primate- dependía de la observación de un movimiento ajeno, pero al pasar a estudios en el hombre, entendimos que el mecanismo también se relaciona con las emociones y sensaciones táctiles experimentadas por el otro".
En otras palabras: "Nos alcanza con percibir un sentimiento en un rostro o notar que la mano de otro es acariciada para estimular una sensación correspondiente dentro de nuestro propio cerebro. Son las neuronas espejo que se activan exactamente en las mismas áreas cerebrales de quien vive la experiencia en primera persona", dice Gallese. Así se explica el dolor que uno siente al observar a quien lo padece, o la alegría que contagia ver a un niño reír mientras juega.
Por otra parte, "en cuanto a la práctica clínica que tiene el hallazgo, se descubrió que los autistas tienen un mal funcionamiento de estas neuronas", cuenta Figini. El estudio de la psiquiatra estadounidense Mirella Dapretto confirmó la carencia en la activación de neuronas espejo en quienes padecen autismo. "Este mal funcionamiento podría explicar el déficit social que sufren", sostiene Dapretto en un artículo de la revista Nature Neuroscience. Por eso, los autistas estudiados no se inmutaban al observar rostros con expresiones fuertes (que variaban de la ira a la felicidad), para demostrar una hipotética insuficiencia empática.
Otro dato a tener en cuenta: las investigaciones dirigidas por Christian Keysers y Valeria Gazzola de la Universidad de Groningen (Holanda) no sólo confirmaron la diversidad sensorial captada por las neuronas espejo, sino también que la gente con puntaje más alto en tests de empatía registra mayor actividad en estas células.

¿Y ahora qué?
Nuestro cerebro captaría y reproduciría el movimiento del otro y lo sentido por el prójimo; como si uno mismo lo estuviera viviendo.
"El mensaje más importante de las neuronas espejo es que demuestran que verdaderamente somos seres sociales. La sociedad, la familia y la comunidad son valores realmente innatos", sostuvo Rizzolatti en una reciente entrevista con El País.
También se explica la capacidad de adquirir cultura y aprendizaje: "La imitación es la base de la cultura". Sin ir más lejos, el niño comienza a hablar al copiar sonidos e indicaciones de su madre. Por eso que los conocimientos -tradiciones, ciencias, artes, técnica-, no se disipan en la historia: se transmiten entre generaciones, gracias a esta capacidad de enseñanza-asimilación.
Así, "las neuronas espejo proveen una base biológica muy poderosa para la evolución de la cultura", según afirma Patricia Greenfield, psicóloga estudiosa del desarrollo humano en la Universidad de California (Los Angeles, EE UU]), citada por el The New York Times. "Ahora vemos que las neuronas espejo absorben la cultura directamente, con cada generación que enseña a la que sigue al compartir socialmente, por imitación y observación", especifica.
Por su parte, Figini habla de los códigos transmitidos desde la comunicación no verbal, cuya intención sería captada gracias a las neuronas espejo. Gestos como alzar los hombros como señal de impotencia, o abrir de par en par boca y ojos de par en par por la sorpresa. Pero, "lo más llamativo resulta ser que esa posibilidad expresiva y su interpretación ya están presentes en la primera infancia, antes del desarrollo funcional de la corteza cerebral y de las capacidades verbales". ¿Quién se lo enseñó? ¿El bebé lo trae desde el útero?
Entrevistado por MYRIADES 1, el psiquiatra y filósofo Carlos Menegazzo, quien participó en un ateneo de neurociencia sobre neuronas espejo en Buenos Aires, propone una respuesta: "Si las neuronas espejo son lo que dicen, pueden relacionarse con la cultura previa de los ancestros, la traída desde el vientre materno, gracias a la vida intrauterina que capta esa transmisión de generación en generación, ya investigada desde la psicología profunda. Hay aquí un encuentro entre neurología y psicología profunda".
Tras esa reflexión, Menegazzo acentúa que "la neurología y la biología dan base rigurosa y exacta a escenarios que antes acaso eran considerados sólo metafísicos; es un hecho importante".
De ahí en más, se nombran incluso conceptos habitualmente tabú para la comunidad científica: intuición, telepatía. Pero las palabras provienen de un neurocientífico y no de un vidente: "(Las neuronas espejo) permiten leer la mente porque te ayudan a entender sus intenciones", dice Marco Iocobini, investigador de la Universidad de California. Presentan la posibilidad de "dar motivos neurológicos para lo que llamamos como telepatía, la transmisión de las emociones y la captación de pensamientos", aporta Menegazzo.
Al respecto, Rizzolatti agrega: "Estas neuronas se activan incluso cuando no ves la acción, cuando hay una representación mental. Su puesta en marcha se corresponde con las ideas. La parte más importante de las neuronas espejo es que es un sistema que resuena. El ser humano está concebido para estar en contacto, para reaccionar ante los otros".

Alimentar la mente: agresión o solidaridad
Pero, atención: las neuronas espejo no sólo reflejan la naturaleza social del hombre y su innata necesidad de convivir en relación. También indican la atención que debe prestarse a los estímulos que las activan, especialmente en los más pequeños. Porque todo lo visto y percibido lo estaríamos vivenciando indirectamente. Esto incluye observar escenas de violencia "en vivo", o desde películas y videojuegos. O, por el contrario, expresiones de cariño y felicidad en libros, dibujos, juegos, la relación de los padres, y muchos etcéteras. No por nada los hijos suelen parecerse a sus padres tanto en el aspecto físico como el mental y actitudinal.
"Hace falta mucho cuidado con lo que uno se mete en la cabeza: porque es como si estuvieras participando sin hacerlo directamente", sostiene el doctor José Trave, quien hace poco coordinó un ateneo de neurociencia sobre neuronas espejo en Buenos Aires. Cita una investigación sobre el resultado negativo de los videojuegos violentos en la persona, a través de la inconsciente vivencia y estimulación resultante de esa violencia, que de virtual muta a cerebral. "Esos juegos en los cuales uno se dedica a ver cómo mata al otro dejan una suerte de placer; algo motivado virtualmente en el cerebro; lo logró con la máquina y a lo mejor luego lo lograría si tuviera un revolver", opina Figini.
"Aunque sea algo ya sabido, hoy las neuronas espejo lo reconfirman: son cosas que se aprenden, se asimilan", concluye Trave en diálogo con MYRIADES 1 .
Según Menegazzo podría resumirse en esta fórmula: somos lo que comemos, física, mental y espiritualmente. "Al igual que la carroña alimenticia amputa materialmente en lo físico, la carroña mental y espiritual, mutila la mente y el alma. Este nuevo descubrimiento está dando un sustento biológico, pero no olvidemos que somos una unidad de elementos; el biológico es uno".
Sin embargo, vale la aclaración del neurólogo Figini: "No debemos olvidar que existen muchos más factores, como la personalidad. Y el control de toda actividad depende de la zona más reciente de la corteza cerebral, la más racional, sobre todo del lóbulo frontal".
Al observar los rasgos del fenómeno, también surge la "posibilidad de accionar sobre ese tipo de células para estimularlas y mejorarlas, en pro de una mayor participación, del amor hacia el otro". Consciente de que sueña con los ojos abiertos, Trave aclara: "por ahora, estamos especulando".
"Todas las habilidades, cuando uno las usa se desarrollan", recuerda Menegazzo, para afirmar la potencialidad de profundizar la comprensión del otro, "de la otredad, salir de este individualismo extremo que nos ata, y daña". Con el mismo precepto de que "todo lo que se practica, se alimenta", Figini da un ejemplo: "Es probable que los actores tengan mucho más entrenamiento en las neuronas espejo porque saben muy bien reproducir lo que sufre otra persona y lo hacen constantemente".
Por otra parte, los tres especialistas consultados perciben una gran oportunidad de nexo entre la neurología y la psicología, lo cerebral y lo mental; disciplinas netamente separadas, hasta ahora.
El enfoque de Menegazzo también indaga cuestiones epistemológicas: "Parece que éste se suma a varios descubrimientos actuales orientadas hacia el reencuentro, el religar, volver a una ciencia que incluya a lo sagrado, lo profundo".
Entre todas las discusiones que suscitan las neuronas espejo, también está el viejo debate sobre la esencia humana. Ya no habría excusas: incluso en su dimensión biológica, el hombre no necesariamente es lobo del hombre, sino más bien: el hombre es imagen del hombre.

Publicación: Octubre 2006
www.myriades1.com

Creer en Dios es biologico

Creer en Dios es biológico

Una nueva ciencia, denominada Neurobiología de la Religión, ha identificado las zonas del cerebro que participan en las experiencias místicas y descubierto que pueden ser estimuladas deliberadamente. Asimismo, ha establecido que las experiencias religiosas se viven de acuerdo con cada cultura y que el cerebro ha creado su necesidad como parte del proceso evolutivo humano.

Científicos de la Universidad de Pennsylvania en Filadelfia, especializados en la nueva ciencia de la Neurobiología de la Religión, han podido establecer los mecanismos cerebrales de las experiencias religiosas, a partir de unos experimentos realizados con místicos que se prestaron voluntariamente a ser observados en estado de meditación y de oración.
Según pudo establecer la investigación dirigida por Andrew Newberg, el cerebro sufre ciertas modificaciones que facilitan al sujeto la sensación de unidad con el universo, la profunda admiración por la belleza de Dios, la apreciación profunda de la música y la capacidad de compartir una experiencia mística con otras personas.
Para los científicos de Filadelfia, el interés de las religiones en el ritual forma parte de la necesidad del cerebro de marcar como significativos algunos acontecimientos, al igual que la música que acompaña a las ceremonias religiosas.
El hemisferio izquierdo del cerebro se asocia con la imagen del propio cuerpo que tiene el sujeto y el hemisferio derecho con el contexto espacio temporal en el que el cuerpo desenvuelve su experiencia. Cuando se alcanza un estado de atención profunda, el cerebro se desconecta de las sensaciones externas que alimentan estas regiones cerebrales, propiciando la sensación de unidad con el universo propia de los místicos.
La región límbica, por su parte, que es la que permite al sujeto señalar los acontecimientos más significativos de su vida, está asociada con las sensaciones de belleza que se perciben en estados místicos. Estos estados son difíciles de transmitir porque se componen de efectos visuales y sensitivos, que sí pueden relatarse, pero también de experiencias personales que no pueden ser compartidas.
De estos experimentos se desprende la importancia de ciertas regiones de los dos hemisferios del cerebro y del sistema límbico para las experiencias religiosas. Estas experiencias responden a una necesidad profundamente arraigada en la especie humana, que ha sido creada por el cerebro en su proceso evolutivo, y son comunes a todas las épocas y culturas.
Estos procesos cerebrales a veces se activan a causa de una enfermedad como la epilepsia, que en ocasiones ha permitido a enfermos vivir una especie de experiencia mística en medio de sus espasmos. Dostoyevsky en la literatura o San Pablo, Juana de Arco o Teresa de Jesús en la religión, podrían haber padecido ataques epilépticos como parte de su experiencia literaria o mística, según los investigadores de Filadelfia.
En apoyo de esta teoría figura el testimonio de algunos neurocirujanos, que durante intervenciones quirúrgicas han provocado ocasionales sensaciones religiosas en sus pacientes. Asimismo, la enfermedad de Alzheimer, que cursa con una pérdida del interés por lo religioso, tiene la característica de dañar al sistema límbico.
Estos descubrimientos permiten fomentar artificialmente las experiencias religiosas y traen consigo la pregunta de si Dios y las vivencias místicas no son exclusivamente el resultado de procesos cerebrales que incluso podríamos provocar deliberadamente, al igual que el estado del sueño inducido o la hipnosis.
La experiencia desarrollada al respecto por Michael Persinger, de la Universidad de Laurentian, Ontario, a partir de una técnica de estímulo cerebral, establece que cuatro de cada cinco personas pueden percibir una experiencia expectral por efecto de estímulos provocados y que cada una de ellas ve cosas de acuerdo con sus creencias. Este experimento ha desvelado que la experiencia mística consiste no sólo en lo que vemos y vivimos, sino también y en la misma medida en lo que interpretamos.
Muchos ven en estos descubrimientos que todo, incluidas las experiencias místicas, son productos cerebrales sin base real, pero los científicos protagonistas de estas investigaciones consideran que, si Dios existe, resulta lógico que haya concebido funciones cerebrales capaces de conocerle.
En cualquier caso, lo único que dice la ciencia es que las experiencias místicas tienen, como las demás experiencias humanas, una base biológica que hoy conocemos mejor que ayer, pero que todavía desconocemos en gran medida.

Más información:
La investigación ha sido recogida en el libro Why God Won't Go Away, Andrew Newberg, Eugene d'Aquili and Vince Rause,Ballantine Books, 2001.

http://archive.newscientist.com/archive.jsp?id=22874400
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Sobre la religión y el cerebro:
http://www.genaltruista.com/notas/00000239.htm


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AUTOR : Eduardo Martínez FECHA : 08 août 2001

Que idioma habla Dios ? Francisco Mora Teruel

Artículo publicado en La Revista El Cultural. El Mundo 7-07-2005

¿Qué idioma habla Dios?
por Francisco Mora Teruel
Doctor en Medicina, catedrático de Fisiología Humana
en la Universidad Complutense de Madrid


¿Qué idioma hablaría una persona aislada desde su nacimiento
de toda relación con sus semejantes?

El catedrático de Fisiología Francisco Mora analiza la capacidad del ser humano para el habla y su predisposición individual para el aprendizaje a través de algunos ejemplos surgidos a lo largo de la historia del hombre.

¿Qué lengua utilizaron por primera vez Adán y Eva en sus conversaciones en el Paraíso y con el mismo Dios? ¿Acaso Dios no debió darles su propio idioma, el lenguaje a partir del cual derivaron todas las demás lenguas? ¿En qué idioma habló Dios a Moisés en el Monte Sinaí? ¿Lo hizo en hebreo? ¿Habló Dios a Jesús en arameo? Estas preguntas, a todas luces ingenuas para nosotros hoy, no lo fueron tanto para muchos Reyes y filósofos que a lo largo de la historia se preguntaron y reflexionaron sobre cuál sería, entre las miles de lenguas habladas, el idioma más natural del hombre. Es decir, aquel que lejos del aprendizaje del padre, de la madre o del entorno social, Dios dio al hombre en el inicio de su despertar como hombre para comunicarse por primera vez con sus semejantes.

Se han descrito muchas experiencias en las que se ha buscado descifrar y dar contestación a este enigma. Unas proceden de la fantasía. Otras, más documentadas, de experimentos realizados con niños. Otras, definitivas, las obtenidas más recientemente en seres humanos aislados completamente de otros seres humanos en los primeros años de su existencia. Se cuenta que tratando de contestar a esta pregunta un faraón de Egipto, Psammenthicus, y varios reyes entre ellos el Rey Jaime IV de Escocia, aislaron a niños recién nacidos para comprobar después con qué idioma se expresaban y descubrir así el idioma más genuinamente humano y por tanto el más cercano a Dios. Pero quizá la historia más documentada es aquella del emperador Mogol Akbar Khan, a principios del siglo XVI, que mandó aislar varios niños recién nacidos al cuidado de personas sordomudas y con la prohibición absoluta de que nadie tuviese ningún contacto verbal con ellos. Cuando los niños crecieron los mandó llamar a su presencia. El Emperador, según describió un jesuita en su Historia General del Imperio Mogol en el año 1708, se rodeó previamente de gentes conocedoras de todas las lenguas para entre todas poder descifrar el lenguaje de los niños. Y fue entonces cuando el emperador descubrió que los niños no hablaban nada. Eran mudos. El idioma genuino del hombre, si alguno, era claramente el silencio. Hoy hay recogidas documentalmente historias de niños completamente aislados por sus padres o perdidos en la selva cuando no debían tener más de un año de edad. Cuando algunos de estos niños fueron encontrados con edades entre 4 y 6 años no hablaban absolutamente nada.

Se expresaban con contracciones extrañas de los músculos de la cara, raras vocalizaciones y gesticulaciones explosivas de los brazos. El caso de Johan recogido por unas monjas en un orfelinato de Burundi es ilustrativo. Se perdió a lo visto cuando la guerra entre watusi y hudu en los alrededores del lago Tanganika, allá por los principios de los años 70 y fue recogido por unos pastores que lo descubrieron viviendo en una colonia de chimpancés. El niño era mudo y andaba apoyado de brazos y piernas. A pesar de un intenso aprendizaje durante años no logró aprender a hablar. Y es que el lenguaje, el habla, no es algo con lo que se nace. Ciertamente, se nace con la potencialidad de hablar, es decir, se nace con un cerebro que alberga los circuitos neurales para el lenguaje, pero esos circuitos nunca van a funcionar a menos que se registre en ellos el habla de nuestros semejantes.

Sólo el aprendizaje logra convertir en hecho aquello que existe en potencia. Se nace con un disco cerebral en el que poder grabar pero que nada contiene si no se graba en él. En otras palabras, el habla no es patrimonio de un hombre único y aislado. El habla es un patrimonio social, es un bien común de todos los seres humanos. Bien común, además, adquirido a lo largo de varios millones de años de evolución del cerebro y no dado por ningún Dios en ningún momento determinado. Ya en el hombre de hace dos millones de años se ha podido reconocer las trazas de las estructuras cerebrales que posteriormente han dado lugar a los circuitos del habla. Y es posible que tan sólo sea hace unos 100.000 años que la corteza cerebral haya alcanzado los últimos peldaños de esa complicada escalera evolutiva que ha dado lugar al habla.

Sin duda que tanto el emperador Mogol como quienes hicieron estos experimentos desgraciados alcanzaron a contestar la pregunta sobre el origen del habla. Y la contestación es que si algún idioma Dios dio al hombre en sus orígenes es claramente el idioma de los gestos y el silencio. De lo que se deduce además, que no hay libro alguno que exprese, en ningún idioma, el verbo directo de Dios. Dios, si existe, es silencio y cualquier libro que hable de ese silencio ha sido filtrado por el cerebro humano. Y esto nos lleva a comprender que la interpretación humana de ese silencio, su desciframiento y su traducción en forma de lenguaje, es tan individual como lo es cada cerebro en cada uno de los más de seis mil millones de habitantes que pueblan la tierra.



© MORA TERUEL, Francisco
7–07–2005
Revista El Cultural. El Mundo (Versión digital)
Permiso expreso del autor para su publicación en Realidad y ficción (3 de noviembre de 2005)
Foro de Realidad y ficción.
www.realidadyficcion.org
www.filosofiayliteratura/textos/lenguajedios.htm

Extracto del artículo publicado en La experiencia mística, de Francisco Mora Teruel

Extracto del artículo publicado en La experiencia mística. Ed. Trotta, 2004

Cerebro y experiencia mística



Francisco Mora Teruel

Doctor en Medicina, catedrático de Fisiología Humana

en la Universidad Complutense de Madrid



“Mientras nuestro cerebro sea un arcano, el Universo,

reflejo de su estructura, será también un misterio”.



Santiago Ramón y Cajal, Charlas de café









La idea central de este capítulo[1] es establecer una posible aproximación entre el fenómeno de la experiencia mística y el funcionamiento del cerebro. Cada vez más se hace necesario establecer ese puente entre disciplinas científicas y el mundo del humanismo, lo que incluye a la religión. […]

Pero ¿es posible lanzar un puente entre ciencias y humanidades en cuanto se refiere a la religión y, más específicamente, al fenómeno místico?, ¿es posible hablar de cerebro (que a la postre son células y moléculas) y relacionarlo con aquello otro que son experiencias personales, mundo subjetivo y palabras que vehiculizan emociones, sentimientos y pensamientos? Intentémoslo.

[…]

Yo, personalmente, estoy convencido de que, en última instancia, toda actividad humana está dictada por las leyes que gobiernan el funcionamiento del cerebro. Y que es sólo a través de ese funcionamiento como podrá cambiar el mundo futuro a cotas más “humanas” hoy todavía no predecibles. Estos cambios del mundo afectarán a las raíces de las concepciones éticas, religiosas y sociales, y, consecuentemente, a las normas que gobiernan los seres humanos, lo que incluirá la moralidad, la jurisprudencia y la política[2].

La neurociencia llega aún más lejos, ya que alcanza a considerar que la realidad que nos circunda y las propias concepciones humanas, como he señalado, son elaboradas y creadas, al menos en parte, por el funcionamiento del propio cerebro. […]

Una parte importante del Orebro, situada debajo de ese inmenso hongo arrugado que aparece en superficie y que llamamos corteza cerebral, está dedicada a elaborar ese mundo tan humano que se refiere a la emoción y los sentimientos. Se trata de estructuras neuronales que en conjunto se conocen como “sistema límbico”. Las emociones y las motivaciones están ligadas a todas las conductas del hombre y de los animales. […]

Toda información sensorial que entra en el cerebro, sea visión, adución, tacto, gusto u olfato, alcanza significado para el individuo cuando llega a ese sistema límbico que acabamos de mencionar. Es en los circuitos de ese sistema límbico donde lo visto u oído se colorea emocionalmente. La información sensorial que llega a esta área del cerebro se colorea de “bueno” o “malo” en función de la experiencia que se haya tenido a lo largo de toda la vida. Y es con esta información como se orquesta una respuesta de conducta coherente”. En este sistema límbico hay una estructura que es la puerta de entrada de esa información y que juega un papel fundamental, es la amígdala.

La amígdala es un área donde se realizan las asociaciones entre los llamados refuerzos primarios y secundarios, es decir, aquellos (los primarios) que por naturaleza tienen propiedades de refuerzo, como por ejemplo una buena comida, si uno está hambriento, y aquellos otros (secundarios) que por sí solos no son reforzantes (una luz o un sonido) pero que si se asocian con el refuerzo primario (alimento) adquieren propiedades de refuerzo con su correspondiente significado (asociación por aprendizaje).

[…]



(Conclusión del artículo)



Una vez más esto nos lleva a la idea de que el cerebro normal, el cerebro de cada ser humano, alberga los substratos capaces de llevarnos a tener experiencias que llamamos místicas. Es más, se piensa que esas experiencias se pueden alcanzar a través de la concentración, meditación o rezo tras largos años de práctica. En este contexto se ha propuesto dos caminos por los que, con una apropiada metodología y disciplina, el ser humano puede llegar a experimentar estos fenómenos. Uno sería el camino de la contemplación. Con ello se alude al proceso por el que, a través de la concentración, en una idea u objeto determinado los procesos normales del pensamiento, automáticos, quedarían anulados, Es decir, se produciría el bloqueo del proceso discursivo normal que cada uno de nosotros desarrollamos mientras estamos despiertos. El otro, complementario, sería el camino de la renuncia, es decir, de la renuncia activa a todo tipo de placeres, de distracciones y hasta de pensamientos.

[…] Esos caminos parece que pueden conducir a lograr lo que se conoce como un proceso de desautomatización de los procesos mentales y con ello la deaferenciación o bloqueo de las entradas sensoriales.

[…]

Estudios recientes utilizando técnicas de imagen (SPECT) han revelado que en el cerebro de las personas sin patologías aparentes (personas normales), pero que llevan muchos años meditando o rezando, en el punto máximo de meditación hay una alta actividad en la corteza prefontral (procesos antecionales) junto a una ausencia de actividad de los lóbulos parietales (áreas de orientación –tiempo y espacio– del propio cuerpo). Punto máximo de meditación en que estas personas relatan a posteriori la experiencia de que “el tiempo y el espacio han desaparecido y se alcanza el infinito con la disolución del yo en el universo”. Newberg señala que “estos hallazgos no son errores ni ideas deseosas de encontrar algo. Estos hallazgos reflejan eventos reales, biológicos, que ocurren en el cerebro”.

La única conclusión posible hoy de todo cuanto acabo de relatar en este artículo, y, como conclusión, siquiera sea provisional, es, de nuevo, poner de manifiesto que las experiencias de los místicos o las experimentadas en la meditación, tras muchos años de aprendizaje, son procesos que ocurren en el cerebro y que pueden ser activados por procesos fisológicos. A todo esto Ramachandran concluye: “La única conclusión clara que podemos sacar es que en el cerebro humano existen circuitos neuronales que intervienen en la experiencia religiosa y que en algunos epilépticos estos circuitos se vuelven hiperactivos”[3].



[1] En La experiencia mística. Estudio interdisciplinar. Ed. de Juan Martín Velasco, Madrid, editorial Trotta, 2004, pp. 169 a 182.

[2] F. Mora, Continuum, Alianaza, Madrid, 2002.

[3] V.S. Ramachandran y S. Blakeslee, Fantasmas en el cerebro, Debate, Madrid, 1999.

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© MORA TERUEL, Francisco

La experiencia mística. Estudio interdisciplinar. Ed. de Juan Martín Velasco, Madrid, editorial Trotta, 2004, pp. 169 a 182.



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Científicos Norteamericanos investigan los efectos neurológicos del hongo mágico psilocybin

CIENTÍFICOS NORTEAMERICANOS INVESTIGAN LOS EFECTOS NEUROLÓGICOS
DEL HONGO MÁGICO O PSILOCYBIN:
La experiencia mística puede ser creada por una pastillaCientíficos norteamericanos han comprobado que un alucinógeno
presente en un hongo es capaz de provocar lo que universalmente se conoce como experiencia mística, así como
cambios positivos en los comportamientos y actitudes de las personas. La investigación proporcionó a 36 voluntarios el así
llamado hongo mágico (psilocybin) y el 60% de ellos manifestaron haber experimentado un estado en el cual se disolvió
el tiempo y la conciencia ordinaria. Esta experiencia cambió sus vidas.
Algunos de los voluntarios experimentaron efectos secundarios negativos, pero leves. La investigación se desarrolló con
mediciones empíricas de las reacciones que se observan en aquellas personas que consumen el hongo, y sin ninguna
pretensión religiosa, según sus artífices. Por Yaiza Martínez
Un equipo de investigadores norteamericanos de la Universidad Johns Hopkins ha descubierto que un agente activo de
los hongos mágicos o psicodélicos, llamado psilocybin, es capaz de inducir experiencias místicas y espirituales
idénticas a las descritas por personas que han tenido vivencias de este tipo a lo largo de los siglos. Este hongo mágico
es estudiado por la ciencia desde hace cuarenta años, si bien era conocido por culturas milenarias que lo usaban en
experiencias religiosas.
En el estudio de la Universidad Hpoklins se ha podido comprobar asimismo que los estados místicos provocados por
este hongo producen en las personas cambios positivos en su comportamiento y actitudes que permanecen al menos
durante varios meses, informa esta universidad en un comunicado.
El estudio, publicado en Psychopharmacology, pretende explicar los mecanismos cerebrales que funcionan en las
experiencias religiosas profundas, y que pueden provocarse por diversas vías, como la meditación o el control de la
respiración. Existe una rama de la neurología que se centra actualmente en el estudio neurológico de las experiencias
religiosas, y que se ha dado en llamar neuroteología.
La neuroteología se refiere al estudio de la neurobiología de la religión y de la espiritualidad, ya que la experiencia mística,
durante la cual el tiempo y la conciencia ordinaria se han disuelto, requiere la desconexión de ciertos circuitos cerebrales,
según ha explicado el neurólogo James Austin en su libro más reciente. Ya hemos dedicado en esta revista un artículo a
estas investigaciones.
Investigaciones abandonadas: En la década de los años 50 y de los 60 fueron llevadas a cabo diversas investigaciones
con alucinógenos que sugirieron su valor terapéutico, su capacidad de potenciar la creatividad y de producir experiencias
de tipo místico. Sin embargo, los excesos psicodélicos de los 60 provocaron que se dictaran leyes que prácticamente
detuvieron estos trabajos de investigación.
Ahora, el científico Roland Griffiths, profesor de los departamentos de neurociencia y psiquiatría y de biología del
comportamiento de la Universidad Johns Hopkins, intenta de nuevo comprender cómo funcionan las sustancias
alucinógenas, utilizando técnicas farmacológicas y clínicas modernas.
Estos investigadores reconocen el riesgo que puede suponer el exceso en el consumo de psilocybin y de otras
sustancias alucinógenas, si no se lleva a cabo con una supervisión apropiada. Incluso en esta investigación, en la que las
condiciones estaban totalmente controladas para minimizar posibles efectos negativos, un tercio de los participantes
sufrieron miedo y paranoia, por lo que es fácil predecir que un exceso en el consumo de esta sustancia, por más
mínimo que sea, puede provocar comportamientos peligrosos.
Cambios positivos: Pero además de estas sensaciones estresantes, los investigadores descubrieron con sorpresa que,
con una cuidadosa preparación, los voluntarios tuvieron experiencias místicas que originaron cambios positivos en ellos.
La finalidad de la investigación era conocer a fondo cómo funcionan estos efectos en el cerebro y averiguar las posibles
aplicaciones para ayudar a la gente.
Asimismo, Griffiths señala que el psilocybin podría ayudar a comprender cómo pensamos, descubrir nuestras emociones
latentes e incluso los comportamientos subyacentes de la biología. El director del estudio afirma que todo esto se está
llevando a cabo desde un riguroso punto de vista científico, con mediciones empíricas de las reacciones que se observan
en las personas que consumen el hongo bajo estricto control médico.
En el estudio, más de un 60% de los participantes describieron los efectos del psilocybin como una experiencia mística.
Un tercio de ellos aseguró que había sido la única experiencia espiritual significativa de sus vidas, y más de dos tercios
la situó entre las cinco experiencias espirituales más relevantes. Los voluntarios compararon esta experiencia a la
sensación vivida cuando el nacimiento de su primer hijo o a la muerte de sus padres.
Pruebas a posteriori: Dos meses después, el 79% de los participantes aseguraron que su bienestar o satisfacción vital se
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habían incrementado de moderada a enormemente, en comparación con aquellos participantes a los que se les había
suministrado un placebo en lugar del hongo alucinógeno.
La mayoría afirmó que su humor, actitudes y comportamientos habían cambiado para mejor. Entrevistas realizadas a
miembros de sus familias, amigos y compañeros de trabajo, confirmaron en general estas apreciaciones particulares.
Los tests psicológicos realizados no mostraron que los participantes hubiesen sufrido daño alguno, aunque algunos
admitieron efectos como la ansiedad en las horas posteriores al consumo de psilocybin. Anteriormente, se había
demostrado ya en pruebas con animales que esta sustancia no es adictiva ni tóxica, al contrario que el éxtasis, las
anfetaminas o el alcohol.
Acerca del misticismo: El estudio fue realizado con 36 voluntarios sanos, con educación y la mayoría de mediana edad,
que no tenían historiales de psicosis o desórdenes bipolares en sus familias. Todos eran personas con una espiritualidad
activa, porque los investigadores pensaron que las personas de este tipo podrían explicar mejor sus experiencias en este
campo.
Cada uno de ellos acudió a dos sesiones que se sucedieron en un intervalo de dos meses. En una de ellas consumieron
psilocybin, en la otra un placebo. En el diseño del estudio, los investigadores minimizaron tanto los efectos adversos
como las posibles influencias del placebo, impidiendo que los participantes supieran si tomaban una u otra sustancia.
Posteriormente, se hicieron nueve cuestionarios y una encuesta en la que se clasificaban los efectos de la droga, los
estados alterados de conciencia que los participantes habían detectado, y las experiencias místicas.
Cuestiones inevitables: Los resultados pueden llevar a preguntarse si Dios puede estar en una pastilla, tal como explica
el profesor Griffiths en una entrevista realizada por la Universidad Johns Hopkins. Según Griffiths, la investigación no
intenta ni validar ni invalidar la verdad de lo que la gente pueda considerar como realidades metafísicas. De hecho, el
juicio sobre estos temas está más allá del campo científico, afirma.
La labor que deben realizar los investigadores es la de estudiar los cambios de humor, valores, autoconciencia y
comportamiento de la gente tras estas experiencias místicas. Y, señala Griffiths, no debería confundirse la experiencia
de algo con ese “algo” en sí mismo.
Los hongos de psilocybin producen alucinaciones algo más leves que el LSD. Dependiendo de la dosis, los efectos
incluyen distorsiones de la vista y del oído, y también pueden producir sensaciones de entusiasmo, ansiedad, y
paranoia. El agente activo que poseen, el psilocybin, produce en el cerebro humano un efecto similar al de la serotonina,
aunque aún no se sabe en que partes del cerebro actúa ni de qué manera.

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Nuevos estudios amplían el conocimiento de la experiencia religiosa

TENDENCIAS DE LAS RELIGIONES
Nuevos estudios amplían el conocimiento de la experiencia religiosa
Harris, Gimello, Beauregard, Paquette y Davidson describen la fenomenología espiritual

Los muchos estudios realizados en conexión con lo que hoy se ha convenido en llamar “neuroteología” o “neurología mística” o “religiosa” muestran el indudable interés que ha suscitado el descubrimiento de la posibilidad de estudio experimental de la experiencia religiosa, que está en la base no sólo de las religiones socialmente establecidas, sino también de la experiencia religiosa de lo “numinoso” no integrada en “religiones”. Además de Dean Hamer, Eugene D´Aquili y Andrew Newberg, son también dignos de atención los estudios de Sam Harris, Robert M. Gimello, Mario Beauregard, Vincent Paquette y Richard Davidson. De la revisión de los trabajos de estos últimos se desprenden interesantes revelaciones sobre la experiencia directa de la “unio mystica”. Por Óscar Castro García.


Recreación del dinamismo cerebral. Universidad de Florida.
Tratar de explicar las experiencias místicas será siempre un problema, pues partimos de un hecho de experiencia personal, intrasferible, vivido por un ser humano. Comprender lo que ocurre en el cerebro místico es entrar en la experiencia personal. Hacerlo plantea un problema de alta complejidad epistemológica y nos lleva a la fiabilidad de nuestras hipótesis sobre la experiencia subjetiva de otros.

Salvar este escollo es complejo y requiere una revisión de lo que Francisco Varela inició a partir de la publicación de su libro “De cuerpo presente”, donde afirma que la cognición no es la “representación” de un mundo pre-dado por una mente pre-dada, sino que es más bien la “activación vivencial” del mundo y de la mente en conexión con la historia de la variedad de acciones que un ser ha realizado y realiza en el mundo.

Este es el sentido de la “enacción” relacionada con el concepto budista de la “interdependencia”, en tanto que el mundo fenoménico no existe con independencia del sujeto que lo percibe. La vivencia subjetiva de la “experiencia religiosa” es un hecho que, al darse de hecho, permite suponer que debe tener un fundamento neuronal.

Que la experiencia religiosa existe – y está asentada en la neurología humana – es un hecho. Esto, sin embargo, como ya comentábamos en otro artículo anterior, no implica valorar si a esta experiencia subjetiva le corresponde, o no, la existencia real de Dios. La valoración pertenece a la filosofía (teniendo en cuenta sin duda los resultados de la ciencia).

Lo que pretendemos en el estudio de la fenomenología espiritual es describir qué ocurre en núcleo de la persona que vive la experiencia mística. Y hablamos de fenomenología espiritual diferenciándola de la fenomenología religiosa de la creencia. Veamos por qué.

Sam Harris

Un nuevo estudio dirigido por Sam Harris, de la University of California de Los Ángeles, detectó que las áreas asociadas a las creencias, el escepticismo, la incredulidad y la incerteza, activan diferentes regiones del cerebro que están también asociadas con el agrado o desagrado en los sentidos del gusto y del olfato. Los 14 partícipes del experimento dieron respuesta escrita sobre lo creíble (verdadero), lo no creíble (falso) y lo indecidible (incerteza), con independencia de la afección emocional de su contenido significativo, bien fueran preguntas éticas, matemáticas, autobiográficas, geográficas o religiosas.

Harris y colegas trataron las imágenes a través de resonancia magnética funcional (el fMRI), al mismo tiempo que analizaron las declaraciones por escrito. Los resultados fueron que los estados de creencia, escepticismo, e incertidumbre activaron diferencialmente regiones distintas del Córtex Prefrontal Ventromedial (VMPFC) parietal, así como de los ganglios basales.

El VMPFC recibe las conexiones recíprocas fuertes del sistema límbico, de los ganglios basales, y de la asociación del córtex con el lóbulo parietal. Esta región de los lóbulos fronterizos parece ser instrumental, uniendo el conocimiento con las asociaciones emocionales pertinentes, modulando la conducta en la contestación a las contingencias del premio, y en la selección de la acción basada en el resultado. El VMPFC también se activa razonando tareas que incorporan una saliencia emocional elevada.

Añadiría personalmente –y es una conjetura a discutir- que debería existir también una actividad en el nucleus accumbens, relacionado con las emociones positivas, la recompensa y la dependencia, y que se activa en momentos de humor y de diversión (Vinod Goel y Raymond J. Dolan).

La interpretación de Harris sobre el experimento es que creencia y escepticismo difieren de la incertidumbre. El mecanismo que subyace a esta diferencia parece involucrar positivamente al córtex cingulado anterior (CAC) y el caudato. Aunque muchas áreas de cognición superior están probablemente implicadas en evaluar el valor de verdad de las proposiciones lingüísticas, la última aceptación de una declaración como “verdadero”, o su rechazo como “falso”, parece depender más de las partes más “primitivas” del cerebro, asociadas con el sentido del gusto, del olfato, del dolor, incluso del asco.

Se detecta el procesado de placer en el córtex prefrontal medio y la ínsula anterior. La verdad puede ser bella (bella es la verdad), en más de un sentido metafórico, y las proposiciones falsas pueden disgustarnos y asquearnos literalmente. Esto tendría consecuencias evidentes para la detección del engaño, y para el control del efecto placebo, vg. en el estudio de drogas. Pero, sobretodo, para entender que una creencia es un juicio de valor que no se distingue de un juicio de razonamiento lógico.

Pero esto no supone una conversión, un cambio en el “yo”, aunque nos es útil para acercarnos más a la epistemología cognitiva. No nos ofrece una descripción de una experiencia numinosa, en tanto que experiencia. Sin embargo, nos podrá ser útil para detectar juicios “apodícticos”. Es algo que averiguaremos pronto. Pero, sobre todo, nos sirve para detectar la intolerancia en la conducta. Pone de manifiesto el gran desvío que han sufrido muchas religiones al no apoyar la experiencia numinosa, al entenderla también como una experiencia de Fe (stricto sensu).

Harris expone en su libro The End of Faith que las instituciones religiosas han preferido ir más por el camino de una aglutinación de fieles devotos y creyentes en dogmas que de experimentadores de experiencias espirituales numinosas. La tesis es que básicamente no se respetan las creencias de los demás; lo que realmente convence o no son los motivos que se aportan para las creencias; o sea, las argumentaciones y sus pruebas. Es una postura de la “doxa” y de la “episteme” que no lleva a la “fronesis”. Lo único que no comparto con Harris es la mezcolanza entre la palabra “fe” y la palabra “creencia”, y que no comprende de forma significativa sus diferencias. Aunque sí comparto que uno pueda ser ateo y también ser “espiritual” noética y éticamente.

Robert M. Gimello

El estudio neurobiológico de los procesos espirituales del ser humano a finales de siglo XX marcó un antes y un después en el interés por las experiencias numinosas. Para concretar los estudios neurobiológicos de las experiencias místicas vamos a guiarnos en primer lugar por una clasificación de las experiencias místicas propuesta por el profesor Robert M. Gimello de la Harvard University.

1. La sensación de Unidad y consecuente disolución o pérdida del “ego”.

2. La pérdida del sentido del tiempo y del espacio.

3. La sensación de contacto con lo Sagrado o lo Numinoso, como aquello con lo que conecta el místico y se presenta como factor esencial persistente en el mundo religioso.

4. La sensación de objetividad y de realidad profunda. El místico fiable no es el psicótico que ha perdido contacto con la realidad. Al contrario, está dotado de un fuerte sentido de lo común que le permite ser testimonio de la realidad más profunda tanto como de la realidad más concreta y aparente. No por el hecho de tener el síndrome de Gastaut-Geschwind, o “personalidad del lóbulo temporal”, se es más espiritual. Ser propenso a esta hiperactividad de sensaciones de fervor religioso conlleva tanto bipolaridad psicológica como epilepsia, y viceversa. Estas alteraciones no favorecen la objetividad realista.

5. La cualidad noética, o sensación de la intuición de verdades profundas al margen del intelecto discursivo. Es una sensación realista de inmediatez radical que va unida a la experiencia mística. Así ha sido vivida por místicos como Ignacio de Loyola, Bernardo de Claraval, Al-Gazzali, Ovidio, Rumi, Ibn Arabi, etc.

6. La superación del dualismo y de las contradicciones. Va más allá del principio de contradicción y del tercio excluso, llegando a la lógica transcendental de Hegel, o a la comprensión de la Tercera Fuerza de Gurdjieff, o a la coincidentia oppositorum de Nicolás de Cusa.

7. La pérdida del sentido de la causalidad.

8. Inefabilidad.

9. La sensación de profunda paz y alegría. Inmensa felicidad, coherencia y una armonía interna imperturbable. Lo acompaña un “peak experience”. Pero lo que importa sobretodo es la perdurabilidad de un estado de conciencia superior a lo comúnmente vivido. Y es común a todas las “religiones perennes”.

10. La percepción de Luz o Fuego. Es la experiencia literal de la iluminación. Lo describió Hildergard von Bingen, Teresa de Jesús, Jacob Böhme, Jacopone da Todi, etc.

11. Transitoriedad.

12. Cambio positivo de conducta. Es un criterio fundamental. Todas las grandes huellas de vida religiosa profunda llevan a los sujetos que los experimentan a un mundo interno más maduro y una mejora de calidad en el mundo emocional.

Esta clasificación nos permitirá comprender la diferencia entre las descripciones de la mística y de las creencias en la neurobiología de las experiencias numinosas.

Experiencia mística y correlatos neuronales según Mario Beauregard y Vincent Paquette

El objetivo principal del estudio realizado por Mario Beauregard y Vincent Paquette, de la University of Montreal, está en determinar los correlatos neuronales de las experiencias místicas a través de la técnica de fMRI. Este estudió se realizó con un total de 15 monjas carmelitas de entre 23 y 64 años de edad con una media de algo más de 19 años de vida religiosa (entre 2 y 37 años).

El resultado del nivel de oxígeno en sangre en la persona (BOLD) señala cambios experimentales durante una condición Mística, una condición de Control, y una condición Básica. En la condición Mística, se les había pedido recordar y volver a vivir (con los ojos cerrados) la experiencia mística más intensa vivida alguna vez en sus años en la Orden Carmelita. Se adoptó esta estrategia dado que las monjas dijeron antes del comienzo del estudio que “Dios no puede ser convocado a voluntad”. En esta condición, las monjas tenían instrucciones de recordar y volver a vivir (también con los ojos cerrados) el estado de unión más intenso con otro humano en sus años de vida religiosa.

Durante el experimento, se recogieron imágenes por resonancia magnética de cortes transversales del cerebro cada tres segundos, y del cerebro completo cada dos minutos. Una vez registrada la actividad cerebral, Mario Beauregard y Vincent Paquette compararon los patrones de activación en las distintas situaciones (el recuerdo social y el místico), descubriendo las áreas del cerebro que se activaban con más fuerza durante la experiencia mística.

De este modo descubrieron que en el recuerdo de la “Unio Mystica” cooperaban la corteza orbitofrontal central, el lado derecho de la corteza temporal media, los lóbulos parietales inferior y superior derechos, la corteza izquierda prefrontal media o la corteza cingulada anterior izquierda, entre otras.

Es así como la memoria espiritual (que en este caso es memoria a largo plazo de un “peak experience”) vigoriza varias regiones cerebrales en esos instantes, como por ejemplo el núcleo caudado, que es la región del centro del cerebro relacionada con el aprendizaje, la memoria o el enamoramiento. Otras zonas activadas son la corteza insular o ínsula, relacionada con las emociones y sentimientos (posible conectiva con el amor incondicional), y el lóbulo parietal derecho (relacionado con la OAA y la sensación de ilimitación del self, explicado anteriormente por Newberg y D'Aquilli). Para la experiencia de “aniquilación del ego”, para la alteración corporal y para la sensación unitaria del “sí mismo” con el “mundo” (o “unidad” indiferenciada).

Asegura Beauregard que los estados místicos se producen gracias a una compleja red neuronal distribuida por todo el cerebro. No obstante, ambos científicos siempre han dejado claro que no es lo mismo el recuerdo de una experiencia mística que la experiencia en tiempo real. De hecho, de todos los ensayos con monjas de la orden Carmelita tan sólo se han recogido 15 de los 32 items o niveles de experiencias místicas según la valoración o clasificación aportada por Ralph W. Hood. Esto ha sido deliberado, ya que la estrategia del experimento era en parte ver la diferencia entre un estado místico real y un estado recordado. Pero como decían las monjas al inicio de las pruebas: la experiencia de Dios no es sobrevenida a nuestra voluntad.

Es cierto entonces que el papel de la memoria asociativa está relacionado con los recuerdos emocionales. Tanto el miedo y como la felicidad son factores imprescindibles para la excitación emocional y la supervivencia; y en ello juegan un papel fundamental los factores de recuerdo. La amígdala basolateral es la parte del cerebro que se cree responsable de los recuerdos emocionales, según han determinado Mark Mayford, Leon G. Reijmers y colegas de The Scripps Research Institute de La Jolla, California.

Es interesante conocer no sólo la localización de los correlatos neuronales de la memoria asociativa, sino también saber que sin miedo no es posible sobrevivir, aunque adolezcamos de felicidad. Ahora bien, también es muy interesante darnos cuenta de que la memoria de la felicidad vivida provoca nuevos niveles de recreación de la felicidad vivida en tiempo real (the remembered present de Edelman). Y es un factor volitivo para el aprendizaje de la regulación de la memoria afectiva.

¿Son las mismas neuronas activadas durante el aprendizaje las que se reactivan durante recuerdo por la memoria? Utilizando el miedo condicionado en ratones, un modelo de comportamiento de trastorno de estrés postraumático, constatamos que las mismas neuronas activadas durante el aprendizaje se reactivaron cuando el animal temeroso recordó el evento.

También se utilizó este enfoque en el estudio de la extinción; se trata de un proceso utilizado en el tratamiento de las fobias cuando los recuerdos se debilitan por la exposición repetida a un estímulo relevante. Resultó que las neuronas antes activadas por el estímulo “miedo” ya no se activaban tras la extinción. Este hallazgo sugiere, por tanto, que la extinción borra o interfiere algunos componentes neurales de la memoria original.

Ahora bien, ¿quién es el que recuerda, el cerebro o el “yo”? ¿Existe un “yo” en el ratón que recuerda, asocia, olvida o aprende? ¿Es el proceso de individualización biológica del ratón un reflejo de los procesos jerárquicos de individualización fenotípicos hasta llegar a los procesos de “individuación” humanos?

Richard J. Davidson: meditación y mapeado emocional

Para llegar a esa experiencia numinosa de sí mismo, que los estoicos llamaron “oikeiosis” debemos antes de ello enfrentarnos con nuestros miedos.

Es importante el estudio realizado por David Dunning y Emily Balcetis de la Cornell University de Ithaca, N.Y. En él han dado con la clave de que no todo lo que tomamos como real es real . Los participantes de un examen de auto-predicción sobrestimaron la probabilidad de que las conductas deseables (los prejuicios) dependerían de consideraciones imparciales en sus predicciones. En general se tomó un auto-conocimiento modificado por auto-percepciones distorsionadas, donde el prejuicio no dejaba ver la realidad tal cual era. Existía una “ceguera atencional” que no permitía tener una información completa de nosotros mismos. Era una información sesgada fruto de una manipulación de la información de nosotros mismos que no interesaba.

Los miedos reprimidos son factores que impiden percibir la realidad de uno mismo. Philippe Goldin y James Gross, de la Universidad de Standford publicaron un artículo en la revista Biological Psychiatry, en el que afirman que la estrategia de reconsideración cognitiva (pensar sobre lo que está pasando) tendría un impacto temprano en el proceso de generación emocional; por otra parte, la represión expresiva (evitar que se note lo que estamos sintiendo) sería una estrategia de comportamiento cuyo impacto sería tardío, dentro del proceso de generación emocional (ver el artículo de Tendencias21 sobre este trabajo) La represión emocional no llevaría, pues, a la comprensión ni a la transformación de la emoción.

Por ello, desde 1992, Richard J. Davidson ha estado estudiando la imaginería mental que ofrecen las emociones. Ha realizado varias pruebas en el E. M. Keck Laboratory for Functional Brain Imaging and Behaviour, ubicado en el campus de Madison de la University of Wisconsin, sobre neurociencia afectiva y las relaciones existentes entre el cerebro y las emociones. Sus trabajos han sido considerados de alta importancia en el desarrollo de imágenes tomadas por RMNf en experiencias positivas del cerebro en meditadores expertos de la tradición budista tibetana Vajrayana.

En los últimos cuatro años Richard Davidson ha ofrecido unos estudios muy completos sobre la influencia de la meditación en los trastornos afectivos y su mapeado cerebral. En resumen, Davidson ha examinado a centenares de monjes budistas tibetanos de dos tipos: un grupo de monjes que llevaban largo adiestramiento en la meditación (entre 10.000 a 50.000 horas), entre 15 y 40 años de experiencia, y otro grupo constituido por estudiantes con pocas horas de meditación. Los hizo meditar en diferentes estadios: visualización, kyerim yidam lha yi mig pa; concentración en un punto, [itse chik ting nge dzin]i; en estado de apertura, rigpai chok shag; vacuidad, gang la yang jig pa med pa'i mig pa y compasión, [imigme nyngy]i.

Se estudiaron diferentes aspectos de la actividad cerebral: Por ejemplo, la inmutabilidad facial de registros de “micro-emociones”, común en el resto de los mortales, en estado de meditación de concentración en un punto . Las alteraciones o sobresaltos (por muy fugaces y enmascarados que sean) se activan desde la amígdala y surgen registros oculares y faciales, a veces imperceptibles, pero registrables. En lamas muy duchos en meditación resultó que sonidos que nos alteran a todos, o sustos, no les perturban ni en sus micro-expresiones.

Otro ejemplo fue la capacidad de coherencia sincrónica registrada en los cerebros de grandes meditadores. Dicha sincronía, registrada con cascos de 256 electrodos en la cabeza de los monjes, se contrastó con la de noveles en meditación. Los datos registrados por la red de sensores en los monjes budistas fueron impresionantes.

“La amplitud de las ondas gamma recogidas en algunos de los monjes son las mayores de la historia registradas en un contexto no patológico”: entre 25 y 42 Hz. Muy por encima de los noveles que registraron una baja sincronía con una actividad oscilatoria lenta (entre 4 y 13 Hz.). Esta alta amplitud de frecuencia gamma, está asociada con la capacidad de prestar atención y aprendizaje. Se registraron bilateralmente sobre la región parietotemporal y el mediofrontal.

Cuando los meditadores dispersaron el punto de atención de su concentración hacia una meditación sin objeto (llevándola a la compasión), se generó en sus percepciones una experiencia de amor incondicional que no sólo amplió la sincronía en banda gamma como un fenómeno en red de asambleas neurales, sino que reflejó un aumento en la precisión temporal de las interacciones talamocorticales y corticales. El estado de transición no es inmediato y requiere entre 5 y 15 s. De este modo quedó reflejado un cambio de calidad de instante en instante, de un alto estado de conciencia a otro.

Estos datos sugieren que el entrenamiento mental involucra mecanismos de integración temporal, y puede inducir a corto plazo y a largo plazo cambios neuronales . Es lo que se ha llegado a observar por imágenes de resonancia magnética funcional (fRMI) para indicar que el cultivo de la compasión y de la bondad se aprende del mismo modo que se aprende a tocar un instrumento musical o dominar un deporte.

En otro experimento se escogió a 16 monjes tibetanos y practicantes laicos con un curriculum de más de 10.000 horas de práctica en meditación y otros 16 que, sin formación previa, fueron instruidos en los fundamentos de la meditación sobre la compasión, dos semanas antes de escanear sus cerebros. A cada uno de los 32 sujetos se les colocó en el escáner de fMRI en el UW-Madison Waisman Center for Brain Imaging, que dirige Davidson, y se le pidió comenzar la meditación de la compasión o abstenerse de ella. En cada estado, los sujetos fueron expuestos a sonidos y vocalizaciones humanas negativas y positivas diseñadas para evocar respuestas de empatía, así como vocalizaciones neutrales: sonidos de una mujer afligida, un bebé riéndose o el ruido de fondo de un restaurante.

Hipótesis principal

La hipótesis principal fue que la preocupación por los demás, cultivada mediante esta forma de meditación, mejora el procesamiento afectivo, en particular en respuesta a los sonidos de angustia, y que esa respuesta emocional a los sonidos es modulada por el grado de formación de la meditación. La presentación de los sonidos emocionales estaba asociada con la activación de la región límbica (la ínsula y córtex del cingulado) durante la meditación.

Durante la meditación, la activación de la ínsula fue mayor en los expertos que en los novicios durante la presentación de sonidos negativos y menor en los positivos o neutrales. La fuerza de activación en la ínsula se asoció también con la intensidad de la meditación para ambos grupos. Estos resultados apoyan el papel del circuito límbico en la emoción compartida.

La comparación entre la meditación frente a los estados de descanso entre los expertos y los novatos también mostraron una mayor activación en la amígdala, en el cruce temporo-parietal derecho (TPJ), y el sulcus temporal superior posterior derecho (pSTS), en respuesta a todos los sonidos. Esto sugiere una mayor detección de los sonidos emocionales, y una mayor actividad mental en respuesta a vocalizaciones emocionales humanas en los expertos que en los novicios durante la meditación. En conjunto, estos datos indican que la experiencia mental de cultivar emociones positivas altera la activación de los circuitos neurales. Por ello cabría considerar un aumento de neuroplasticidad para permitir la regeneración de circuitos neurales, así como la producción de nuevas y diferentes conexiones sinápticas.

Se debe advertir que una habilidad mental no tiene por qué implicar desarrollo espiritual. No obstante, en el momento que un monje desarrolla el sentido de la compasión -no con la razón, sino con la meditación-, la unión de la habilidad meditativa se une al mensaje espiritual. Entonces el mensaje, el mensajero y el receptor del mensaje se unen como en el pasaje de Ibn'Arabi citado anteriormente. Podríamos decir que no hay “ruido mental” que distraiga la experiencia directa de la “unio mystica”.


Óscar Castro García, Universidad Autónoma de Barcelona y colaborador de la Cátedra CTR



martes 22 Julio 2008
Óscar Castro García.

La New Age ha buscado su conexión con la ciencia

TENDENCIAS DE LAS RELIGIONES

La New Age ha buscado su conexión con la ciencia

Autores como Fritjof Capra han sentado sus raíces en el conocimiento científico

“Nueva Conciencia” es la denominación que gran parte de los participantes en la corriente conocida comunmente como “Nueva Era” o “New Age” prefieren aplicarle. Con independencia de las reservas que se mantengan hacia ella, es de simple justicia destacar que dicha corriente está desplegando actualmente una creatividad notable, y que la calidad y profundidad de las aportaciones del núcleo de intelectuales de orientación transdisciplinar que son sus principales teóricos, va en claro aumento. Este dato de fondo puede explicar, en parte al menos, la creciente influencia de este movimiento. Por José Luis San Miguel de Pablos.

Fritjof Capra. (Karl Grossman).

En este artículo y uno o dos posteriores voy a comentar algunos escritos de un par de autores del New Age o de la “nueva conciencia” muy conocidos. Empezaré con Sabiduría insólita, de Fritjof Capra, cuya traducción al castellano acaba de ser reeditada por Kairós. Y se diría que los veinte años transcurridos desde la aparición de la primera edición en lengua inglesa no han hecho mella en él...

De hecho, las ideas que fluyeron en las conversaciones que Capra mantuvo con casi todos los “personajes notables” con los que se encontró a lo largo de dos décadas, conservan una vigencia tan insólita como la sabiduría del título. Valgan como botón de muestra un par de temas, de entre los muchos que se tratan. El primero surgió en las entrevistas del autor con Gregory Bateson: se trata de la estrecha conexión que este investigador inclasificable establecía entre alta complejidad y mente.

Lo mejor es dar la palabra a Capra:

La materia, para Bateson, está siempre organizada –“no sé nada sobre materia desorganizada, si es que tal cosa existe”, escribió en Mind and Nature– y sus pautas de organización son, para él, cada vez más hermosas a medida que aumenta su complejidad. Siempre insistió en que era monista, en que desarrollaba una cosmovisión científica que no dividía de forma dualista el mundo en mente y materia ni en ningún otro tipo de realidades independientes. Señalaba a menudo que la tradición judeocristiana, aun presumiendo de monista, era esencialmente dualista al separar a Dios de su creación. Asimismo insistía en la necesidad de excluir toda explicación sobrenatural, ya que destruiría el monismo de su concepción. (...)”.

“En mi opinión, la contribución más destacable de Bateson al pensamiento científico fueron sus ideas sobre la naturaleza de la mente. Desarrolló al respecto un concepto radicalmente nuevo, que para mí representa el primer intento acertado de superar la división cartesiana, que tantos problemas ha causado en el pensamiento y la cultura de Occidente”.

“Bateson propuso definir la mente como un fenómeno de los sistemas, característico de los seres vivos (subrayado en cursiva por el autor del presente artículo). Enumeró una serie de criterios que los sistemas deberían satisfacer. Todo sistema que los satisfaga será capaz de procesar información y desarrollar los fenómenos asociados con la mente: pensar, aprender, recordar, etc. De acuerdo al punto de vista de Bateson, la mente es la consecuencia necesaria e inevitable de una cierta complejidad, que empieza mucho antes de que los organismos desarrollen un cerebro y un sistema nervioso de tipo superior. Hizo hincapié también en que los rasgos mentales no sólo se manifiestan en organismos individuales, sino también en sistemas sociales y ecosistemas, y en que la mente no es sólo inherente al cuerpo, sino también a los canales y mensajes exteriores (pp. 94 y 95).

Estructuras disipativas

La concepción de la mente que tenía Bateson es aclarada por Capra haciendo intervenir la teoría de Ilya Prigogine acerca de las estructuras disipativas y los fenómenos de autoorganización que surgen cuando un sistema es llevado lejos del equilibrio por la incidencia de un flujo energético. Va estando cada vez más claro que la vida, el ámbito entero de lo biológico, no es otra cosa que un vasto dominio de la autoorganización sistémica, el dominio, precisamente, en el que ésta se manifiesta del modo más nítido y extremo, pero no el único en el que se manifiesta. La reducción local de la entropía –o lo que es lo mismo, el aumento de neguentropía– que es el rasgo clave que define a las nuevas entidades que emergen en los procesos de autoorganización, no sólo se observa en los seres vivos, sino –en mayor o menor medida– en toda el proceso de ontogénesis que, desde el big bang y empezando por los quarks, llega hasta el hombre y sus sistemas culturales y civilizatorios.

Aunque sin decirlo de manera explícita, Capra sugiere claramente que tanto el élan vital bergsoniano como la complejificación-espiritualización de la materia en la visión teilhardiana de la evolución cósmica, pueden explicarse científicamente a partir de la nueva termodinámica “lejos del equilibrio” de Prigogine. La “exploración” de alternativas de mucha menor entropía que los sistemas de partida, en los puntos de bifurcación estudiados por el premio Nobel de Bruselas, hace surgir una teleonomía (apariencia de finalidad) orientada a la complejidad creciente y a la individualización de entidades definidas globalmente (ontogénesis) que, según yo mismo he declarado en alguna ocasión anterior, y lo mantengo, es indistinguible de una orientación teleológica genuina. Pues ¿por qué la existencia de una explicación del orden de la causalidad eficiente tiene que impedir asumir que el resultado apunta claramente hacia la finalización y que de hecho la establece? ¿O es que a esta última sólo puede sustentarla “lo milagroso”? En lugar de “diseño inteligente” previo, inteligencia inherente al proceso evolutivo continuo de la energía, la materia y la vida, así como a cada una de sus fases, ”saltos” y entidades-sucesos (Whitehead). Inteligencia, mente en suma, que se evidencia y se despliega en el curso del proceso mismo, partiendo de un potencial que está presente ya en el origen.

Pero hablar de mente –y de inteligencia– es lo mismo que referirse a manejo de información para adaptarse mejor al medio (e incluso para modificarlo en beneficio propio). Ahora bien, lo que vehicula la información es lo improbable, lo heterogéneo... Es la neguentropía lo que permite que exista la información, hasta el punto de que muchos las identifican. Teniendo esto en cuenta, es posible desde luego concebir una mente totalmente inconsciente, una mente reguladora capaz de tomar decisiones “inteligentes” sin estar al servicio de ningún foco consciente. Por ahí van, de hecho, los teóricos de la inteligencia artificial, que ni siquiera se plantean en serio el problema de la consciencia (el término consciencia no acaba de ser admitido por la Real Academia. Se utiliza aquí –y se reivindica–, no obstante, puesto que “conciencia” posee un significado equívoco, lo que en este caso es bastante grave).

Mente y consciencia

Pero Capra, claro está, sí que se lo plantea. Acierta, de entrada, a distinguir con claridad entre mente y consciencia, algo que tanto esfuerzo cuesta a los pensadores de Occidente y que tan claro han visto siempre los orientales. La razón de ello parece clara: para ver tal cosa es imprescindible parar conscientemente la “máquina de pensar”, la mente, un ejercicio básico de meditación oriental que es, sin embargo, ajeno a las tradiciones de Occidente, pero que Capra conoce.

Una situación vivida por Capra ilustra a las mil maravillas, y permite hasta cierto punto vivenciar, el problema de la consciencia tal como en el libro se plantea, es decir, de un modo mucho menos teórico y mucho más directo que las demás cuestiones evocadas. Refiere Capra cómo se desarrolló una reunión de pensadores alternativos celebrada en 1980 en el Monasterio de Piedra (Zaragoza, España), reunión en la que participaban Ronald D. Laing, Stanislas Grof y Gregory Bateson, junto a él mismo, entre otros...

(Fritjof Capra interviniendo en la reunión) -- Si examinamos las teorías de la con(s)ciencia, vemos que todas son variaciones de dos puntos de vista aparentemente opuestos. A uno de ellos le denominaré “la visión científica occidental”. Esta considera la materia como primordial y la con(s)ciencia como una propiedad de complejas pautas físicas, que emerge en un cierto nivel de la evolución biológica. La mayoría de los neurocientíficos comparten hoy en día este punto de vista. (...)

El otro punto de vista acerca de la con(s)ciencia puede denominarse “visión mística”, ya que generalmente es propio de las tradiciones místicas. Éste considera la con(s)ciencia como realidad primaria, como esencia del universo, (el) campo de todo ser y de todo lo demás, de todas las formas de la materia y de todos los seres vivos, manifestaciones todos ellos de esa conciencia pura. Esta visión mística de la con(s)ciencia se basa en la experiencia de la realidad en modos no ordinarios de con(s)ciencia y, según se dice, dicha experiencia mística es indescriptible. Es...

--¡Cualquier experiencia! –exclamó Laing, interrumpiendo decididamente mi discurso–. ¡Cualquier experiencia! –repitió al ver que le miraba desconcertado. ¡Cualquier experiencia consciente de la realidad es indescriptible! Mira simplemente a tu alrededor un momento, y observa, escucha, huele y siente dónde estás.

Seguí su consejo y pasé a hacerme plenamente consciente, experimentando una sinfonía de sombras, sonidos, olores y sensaciones.

--Tu con(s)ciencia puede participar de todo cuanto existe a tu alrededor –prosiguió Laing– pero nunca lograrás describir tu experiencia. No ocurre sólo con la experiencia mística sino con cualquier experiencia.

Comprendí de inmediato que Laing tenía razón. (...). (pp. 159-160)

Búsqueda sincera

La sincera búsqueda, a la par científica y espiritual, racional e intuitiva, que reflejan los libros de Fritjof Capra, siempre me ha conmovido. Pero es que además, en esta ocasión, el relato de lo que presenta como un episodio autobiográfico relevante, con un maestro de la psiquiatría, como Laing, cumpliendo el papel de instructor zen, ha venido a confirmarme en una vieja idea, de esas que cuesta un poco comunicar en público por miedo a la incomprensión bienpensante: la de que darse cuenta plenamente de lo que es la experiencia consciente no es cosa trivial; y que cuando esa percatación tiene efectivamente lugar, no se diferencia gran cosa de una experiencia mística.

Lo cual implica, de paso, constatar que la transición entre un estado común de conciencia y uno próximo a “lo místico” es mucho más tenue de lo que se suele admitir. Claro que alguien podrá objetar: ¿acaso no tiene todo el mundo conciencia plena de su propia consciencia? Bien, sé que cuesta un poco reconocerlo, pero yo diría que no, puesto que dicho insight es, sin ir más lejos, radicalmente incompatible con las posturas “negacionistas” que, acerca de la consciencia, manifiestan (¡harto paradójicamente!) algunos teóricos de la consciencia misma.

Y es que una pesada carcasa de prejuicios teoricistas e ideológicos puede bloquear esa sencilla experiencia que Laing contribuyó a hacer brotar en Capra: la de maravillarse por la realidad indescriptible –y como tal partícipe, de hecho, de la inefabilidad de todo lo sagrado– de la consciencia propia. Es evidente también que para poder disfrutar de esta tan simple como fundamental experiencia hay que dejar de lado toda la parafernalia de ideas y prejuicios de la más variada índole (confesional, magnificadora, escéptico-racionalista, “psiquiatrista”, etc.) que suele llevar adherida la etiqueta de “experiencia mística”...

Por cierto que, en orden a ello, se puede considerar también, si se prefiere y resulta tranquilizador, que la captación en cuestión no es semejante cosa (pues ¿qué más da realmente cómo lo llamemos?). Yo diría, para terminar, que en vez de teorizar, quizá en exceso, sobre la naturaleza “objetual” de la consciencia, llegando a perder de vista su ineludible esencia experiencial que no admite trueques objetualistas, ¿no sería mejor favorecer la restauración del papel epistémico de la vivencia inmediata?

José Luis San Miguel de Pablos es miembro de la Cátedra CTR Universidad Comillas, Madrid
lunes 30 Junio 2008
José Luis San Miguel de Pablos