Creer en Dios es biológico
Una nueva ciencia, denominada Neurobiología de la Religión, ha identificado las zonas del cerebro que participan en las experiencias místicas y descubierto que pueden ser estimuladas deliberadamente. Asimismo, ha establecido que las experiencias religiosas se viven de acuerdo con cada cultura y que el cerebro ha creado su necesidad como parte del proceso evolutivo humano.
Científicos de la Universidad de Pennsylvania en Filadelfia, especializados en la nueva ciencia de la Neurobiología de la Religión, han podido establecer los mecanismos cerebrales de las experiencias religiosas, a partir de unos experimentos realizados con místicos que se prestaron voluntariamente a ser observados en estado de meditación y de oración.
Según pudo establecer la investigación dirigida por Andrew Newberg, el cerebro sufre ciertas modificaciones que facilitan al sujeto la sensación de unidad con el universo, la profunda admiración por la belleza de Dios, la apreciación profunda de la música y la capacidad de compartir una experiencia mística con otras personas.
Para los científicos de Filadelfia, el interés de las religiones en el ritual forma parte de la necesidad del cerebro de marcar como significativos algunos acontecimientos, al igual que la música que acompaña a las ceremonias religiosas.
El hemisferio izquierdo del cerebro se asocia con la imagen del propio cuerpo que tiene el sujeto y el hemisferio derecho con el contexto espacio temporal en el que el cuerpo desenvuelve su experiencia. Cuando se alcanza un estado de atención profunda, el cerebro se desconecta de las sensaciones externas que alimentan estas regiones cerebrales, propiciando la sensación de unidad con el universo propia de los místicos.
La región límbica, por su parte, que es la que permite al sujeto señalar los acontecimientos más significativos de su vida, está asociada con las sensaciones de belleza que se perciben en estados místicos. Estos estados son difíciles de transmitir porque se componen de efectos visuales y sensitivos, que sí pueden relatarse, pero también de experiencias personales que no pueden ser compartidas.
De estos experimentos se desprende la importancia de ciertas regiones de los dos hemisferios del cerebro y del sistema límbico para las experiencias religiosas. Estas experiencias responden a una necesidad profundamente arraigada en la especie humana, que ha sido creada por el cerebro en su proceso evolutivo, y son comunes a todas las épocas y culturas.
Estos procesos cerebrales a veces se activan a causa de una enfermedad como la epilepsia, que en ocasiones ha permitido a enfermos vivir una especie de experiencia mística en medio de sus espasmos. Dostoyevsky en la literatura o San Pablo, Juana de Arco o Teresa de Jesús en la religión, podrían haber padecido ataques epilépticos como parte de su experiencia literaria o mística, según los investigadores de Filadelfia.
En apoyo de esta teoría figura el testimonio de algunos neurocirujanos, que durante intervenciones quirúrgicas han provocado ocasionales sensaciones religiosas en sus pacientes. Asimismo, la enfermedad de Alzheimer, que cursa con una pérdida del interés por lo religioso, tiene la característica de dañar al sistema límbico.
Estos descubrimientos permiten fomentar artificialmente las experiencias religiosas y traen consigo la pregunta de si Dios y las vivencias místicas no son exclusivamente el resultado de procesos cerebrales que incluso podríamos provocar deliberadamente, al igual que el estado del sueño inducido o la hipnosis.
La experiencia desarrollada al respecto por Michael Persinger, de la Universidad de Laurentian, Ontario, a partir de una técnica de estímulo cerebral, establece que cuatro de cada cinco personas pueden percibir una experiencia expectral por efecto de estímulos provocados y que cada una de ellas ve cosas de acuerdo con sus creencias. Este experimento ha desvelado que la experiencia mística consiste no sólo en lo que vemos y vivimos, sino también y en la misma medida en lo que interpretamos.
Muchos ven en estos descubrimientos que todo, incluidas las experiencias místicas, son productos cerebrales sin base real, pero los científicos protagonistas de estas investigaciones consideran que, si Dios existe, resulta lógico que haya concebido funciones cerebrales capaces de conocerle.
En cualquier caso, lo único que dice la ciencia es que las experiencias místicas tienen, como las demás experiencias humanas, una base biológica que hoy conocemos mejor que ayer, pero que todavía desconocemos en gran medida.
Más información:
La investigación ha sido recogida en el libro Why God Won't Go Away, Andrew Newberg, Eugene d'Aquili and Vince Rause,Ballantine Books, 2001.
http://archive.newscientist.com/archive.jsp?id=22874400
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Sobre la religión y el cerebro:
http://www.genaltruista.com/notas/00000239.htm
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AUTOR : Eduardo Martínez FECHA : 08 août 2001
miércoles, 27 de agosto de 2008
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