viernes, 19 de septiembre de 2008

comentario libro de Victor Turner

CUERPO, CEREBRO, CULTURA
AUTOR: VICTOR TURNER

Artículo original: Turner, Victor
The Anthropology of Performance, PAJ publications, 1983.
(Traducción de Cesar Brie para la revista “El Tonto del Pueblo)

LATERALIZACIÓN HEMISFÉRICA

Antes de examinar algunas recien­tes hipótesis sobre las consecuencias para el estudio de la religión de una posible coadaptación de elementos culturales y genéticos conviene decir algo sobre la “lateralización" (la división entre derecho e izquierdo) de los hemisferios cerebrales y sobre la división de las funciones de con­trol entre ellos. En los primeros años de los 60, el trabajo de los cirujanos P. Vagel y J. Bogen, que separaron quirúrgicamente el hemisferio iz­quierdo del derecho para controlar la epilepsia con la interrupción de las conexiones entre ambos -particular­mente en el corpus callosum (una masa de apretadas fibras del largo de un centímetro)-, llevó a la reali­zación de algunas técnicas por parte de R.W Sperry (Premio Nobel, 1981), Michael Gazzaniga y otros, a través de las cuales estos investigadores lograron aclarar incontestablemente el rol asumido por cada hemisferio en sus pacientes.

En 1979, aparecióel importante texto, The Spectrum 0f the Ritual, a cargo y escrito en parte por Eugene d' Aquili, Charles D. Laughlin y John Mc Manus (1). En el curso de una excelente reseña de la literatura sobre el trance ritual, analizado desde el punto de vista neurofisiológico, Barbara Lex resu­me los resultados de las actuales búsquedas sobre la lateralización de los hemisferios. "En la mayoría de los seres humanos, escribe Lex, el hemis­ferio cerebral izquierdo provee al lengua­je, al pensamiento analítico y lineal, y al Conocimiento de la duración de las unidades temporales, elaboran­do las informaciones en secuencia. Por el contrario, las especializacio­nes del hemisferio derecho incluyen la percepción espacial y tonal, el re­conocimiento de los modelos repetitivos -comprendidos aquellos que constituyen las emociones y los otros estados interiores- y el pensa­miento holístico y sintético, pero sus posibilidades lingüísticas son limi­tadas y la conciencia del tiempo pro­bablemente está ausente. Sus accio­nes específicas incluyen intercambios complementarios entre las funciones de los dos hemisferios (2). Howard Gardner, de acuerdo con Gazzaniga, sugiere que en el momento de nacer, "todos tenemos un cerebro dividido en dos partes. Literalmente esto puede ser cierto en cuanto el corpus callosum que conecta los hemisferios en aquel momento resulta inactivo. Entonces, en los primeros años de vida cada hemisferio parece participar del entero proceso de aprendizaje. Sólo cuando, por algún motivo desconocido, el hemisferio izquierdo del cerebro se sobrepone en la manipulación de los objetos y el niño comienza a hablar, se distinguen los primeros signos de asimetría. Enl este punto el corpus callosum empieza gradualmente a funcionar.

Durante algunos años varios tipos de aprendizaje parecen interesar a ambos hemisferios, pero se asiste luego a un total desplazamiento de las más importantes funciones motoras hacia el hemisferio izquierdo, mientras las funciones visual-espaciales parecen emigrar hacia el derecho. La división del tra­bajo aumenta y se hace más marcada hasta que en la fase post-adolescencial, cada hemisferio se vuelve incapaz de rea­lizar las operaciones que competen al otro, sea porque no tiene más acceso a las capacidades aprendidas en la infancia, sea porque lo que de ellas ha quedado comienza a atrofiarse, siendo inutili­zado (3). D' Aquili y Laughlin sostienen que, para resolver los diferentes proble­mas, ambos hemisferios trabajan a través de un sistema de recíproca inhibición controlado por otro nivel cerebral. Al mundo externo “ Nos acer­camos a través de un rápido aIternarse de cada hemisferio. Es como si uno de los dos fuera encendido y apagado para consentir el encendido y apagado del otro. El ritmo de este proceso y el predo­minio de una parte sobre la otra podrían constituir la llave para explicar los dife­rentes estilos de conocimiento (piénse en el contraste pascaliano entre l' esprit de géometrie e l'esprit de fínese) que van desde lo extremadamente científico y analítico a lo artístico y sintético" (4).

Junto a Lex, estos autores pasan lue­go a un interesante intento de unir el funcionamiento dualista de los he­misferios al modelo de W. R. Hess (relativo al funcionamiento dualista de los así llamados sistemas ergotrópicos y trofotrópicos que ope­ran en el interior del sistema nervioso central) con el fin de analizar y ex­plicar los fenómenos notados en el estudio del comportamiento ritual y de los estados de meditación (5). Expliquemos antes que nada estos términos. Como sugiere su origen griego, ergon (trabajo), el término ergotropía se refiere a cualquier pro­ceso interior del sistema nervioso que comporte un gasto de energía. Consiste no sólo en el sistema ner­vioso simpático, que gobierna los estados de vigilia y las respuestas de combate o fuga, sino también pro­cesos como el aumento del ritmo car­díaco, la presión arteria!, la secreción de sudor, así como la mayor excre­ción de las hormonas catabólicas, epinéfrinas (hormonas producidas por la médula de la glándula adrenal, que estimulan el corazón y aumentan la fuerza y la resistencia muscular) y de otros estimuladores. En líneas generales el sistema ergo­trópico genera modificaciones en el comportamiento, en la dirección de la vigilia, aumentando actividades y reacciones emotivas, produciendo estados comunmente definidos como recalentados o fuera de sí. El sis­tema trofotrópico, (trophe significa nutrición en griego, en este caso, su­giere la idea de sostén de un siste­ma), consiste no sólo en el sistema nervioso parasimpático, que regula las funciones de base vegetativa y homeostática, sino también cual­quier proceso sistémico nervioso central que mantiene la estabilidad de base del organismo, por ejemplo, el nivel mínimo de excitación de la atenuación del ritmo cardíaco, de la presión arterial, de la secreción del sudor y de la constricción de las pu­pilas, así como la mayor secreción de insulina, estrógenos, andrógenos, etc. Brevemente, el sistema trofotró­pico genera inactividad, somnolen­cia, sueño, relajamiento y estados similares al trance (6). Desarrollando el trabajo de Hess, d' Aquili y Laughlin proponen un modelo ampliado "según el cual el he­misferio menor o no dominante -generalmente el derecho[¡o- está identificado con el sistema trofotrópico o relativo al nivel mínimo de energía empleada, mientras el hemisferio mayor o dominante que regula el pensamiento analítico y linear-generalmente el izquierdo- está identi­ficado con el sistema ergotrópico o rela­tivo a un gasto de energía" (7).

Los dos investigadores demuestran que cuando el sistema ergotrópico o tro­fotrópico son hiper-estimulados ocu­rre un derrame en el sistema opuesto luego de tres estadios de sintonía, a menudo a través de comportamien­tos guía empleados para facilitar el trance ritual. Hablan también del re­bote de un sistema al otro: si el hemis­ferio izquierdo es estimulado más allá de un cierto límite, la estimula­ción también se transmite al derecho. En particular, D' Aquili y Laughlin postulan que la actividad rítmica del ritual, con la ayuda de guías visua­les, sonoras, luminosas y otras, pue­de llevar simultáneamente los dos sistemas a niveles máximos de estimulación, llevando los participantes del rito a experimentar aquello que los autores llaman afecto positivo e inefable. D' Aquili y Laughlin usaron también los términos freudianos de experiencia oceánica y casi yogica, ade­más de la locución cristiana unio mística , que alude a la expe­riencia de unión de estos dos opuestos (cuya descripción a nivel cognoscitivo es un típico producto de la racionalidad binaria y digital del hemisferio izquierdo). Pienso que también podríamos agregar el término zen satori (iluminación), la expresión de los Cuáqueros luz inte­rior, el conocimiento trascendental de Thomas Merton y el término yoga samadhi (8). D' Aquili y Laughlin sostienen que, si bien se llega a un momento final de simultánea inhibición de ambos sistemas (ergotrópico y trofotró­pico), recurrente en la meditación y en el ritual, la meditación se inicia­ría con una intensa estimulación del trofotrópico a través de técnicas para la reducción del pensamiento y del deseo orientadas a mantener "la ho­meostasis a un nivel prácticamente nulo" (9). Esto se vuelca sobre la par­te ergotrópica, resolviéndose en una fuerte excitación de ambas partes. El ritual, por el contrario, implica la inicial estimulación del ergotrópico. Los autores mostraron antes que el pensamiento causal tiene origen en las recíprocas interconexiones entre el lobo parietal inferior y la con­vexidad anterior de los lóbulos fron­tales -particularmente por lo que concierne a la parte dominante, ge­neralmente la izquierda- y que ésta sea una inevitable tendencia huma­na. D' Aquili y Laughlin llaman ope­rador causal a este nexo cerebral, y sostienen que "produce a duras penas terminus o motivo inicial de cada peque­ña parte de realidad". (10)

Tanto, "que Dioses, poderes, espíritus, fuerzas per­sonificadas o cualquier otra entidad de tipo causal es automáticamente genera­da por el operador causal" (11). Los eventos desafortunados, en particu­lar exigen una explica­ción. Por este motivo los seres huma­nos no pueden hacer otra cosa que cons­truir los mitos para explicar su mundo, para orientarse en aquello que muy seguido parece ser un universo capricho­so. La búsqueda de las causas forma parte del funcionamiento obligatorio de las estructuras nerviosas. La neurobiología parece habernos lleva­do a que la primer causa no tiene causa o al primer motor inmóvil de Aristóteles. Nosotros, seres humanos, no podemos hacer otra cosa que postu­lar primeras causas para explicar aquello que observamos. Como es­criben Laughlin y d' Aquili, "siendo muy improbable que el ser humano lle­gue a conocer la causa primera de cada aspecto de la realidad observable, es muy probable que el hombre continúe siem­pre creando dioses, poderes, demonios u otras entidades, identificando en ellas la causa primera" (12). Los mitos crean problemas a la con­ciencia verbal analítica. Claude Levi­Strauss nos ha vuelto familiares con algunos de ellos; vida y muerte, bien y mal, mutabilidad e inmutabi1idad del ser, singular y múltiple, libertad y necesidad, y algunas otras cuestio­nes eternas (13). Los mitos tratan de explicar estas contradicciones lógicas, pero en el nivel cognoscitivo, ligado al hemis­ferio izquierdo, la perplejidad sub­siste. D' Aquili y Laughlin sostienen que el rito es muy a menudo practi­cado en situaciones específicas para resolver los problemas puestos por el mito a la conciencia analítico-ver­bal. Esto porque, como todos los otros animales, el hombre trata de apoderarse del ambiente a través de un comportamiento motriz, en este caso, el ritual; un uso cuyos orígenes se pierden en el pasado filogenético y que comprende el movimiento repetitivo, estímulos guías de tipo visual o sonoro, ritmos cinéticos, ple­garias repetidas, mantra y canto que activan de modo relevante el siste­ma ergotrópico (14). La excitación ergotrópica es apropiada en cuanto el problema es presentado en forma mítico-analítica, que comporta pen­samiento binario, mediaciones, co­nexiones causales que conjugan con­ceptos y percepciones en términos de antinomias y díadas.

Estas operaciones tienen que ver prevalentemente con el hemisferio izquierdo y están conectadas, según los autores, con el citado aumento de las manifestacio­nes ligadas al simpático: pulso car­díaco, presión arteria!, secreción de sudor, dilatación de la pupila, secreción de hormonas catabólicas, etc. Si la excitación continúa por un período de tiempo suficientemente largo, el sistema trofotrópico es pues­to a su vez en función, con descar­gas mixtas provenientes de ambas regiones cerebrales y que se mani­fiestan muy seguido en el trance ri­tual. Lex escribe que "las técnicas de guía facilitan también el dominio del hemisferio derecho, que se manifiesta en las experiencias de Gestalt, atemporales y no-verbales, distintas y únicas si con­frontadas con el funcionamiento del hemisferio izquierdo o de la alternancia de los hemisferios" (15). Una solución, si tal puede llamarse, del enigma de la Esfinge, puesto por el mito, es, se­gún d' Aquili y Laughlin, "que durante ciertos estados rituales o de medita­ción, las paradojas lógicas o la conciencia de oposiciones bipolares tal como se pre­sentan en el mito, aparecen simultanéamele sea como antinomias, sea como unidades enteras" (16). Puede verifi­carse un estado estático y un senti­do de unidad, una fe en el rito, y una meditación prolongada, en que las técnicas transmitidas por la cultura y una intensa disciplina personal sostienen una experiencia culminan­te. El individuo es conciente de la pa­radoja, y se alegra de ello. Recuerdo la alegre celebración de Kierkegaard de la paradoja de la cruz en cuanto corazón de la cristiandad. Por lo tanto el problema, según d' A­quili y Laughlin, se resuelve no en el nivel-cognoscitivo del hemisferio izquierdo sino directamente a través de una experiencia definida por los autores como inefable, lo que sig­nifica, literalmente, más allá de la capacidad de la expresión verbal. Pro­bablemente la frecuente rotura o radicación del mito en el escenario ritual, sea con medios verbales a tra­vés de la plegaria o el canto, sea con medios no verbales a través de la ac­ción dramática o el simbolismo vi­sual, pone en causa constantemen­te, en el contexto "ritual las funciones cognoscitivas-ergotrópicas del hemisfe­rio dominante" (17). Si las experien­cias de los participantes al rito fue­ron gratificantes -se considera que una vasta gama de tendencias so­máticas, mentales y emotivas, en un número elevado de individuos puede ser armonizada por los expedien­tes rituales y las acciones simbólicas (consistentes en la notoria redun­dancia del rito con sus numerosos có­digos sensoriales y sus símbolos multívocos)- la fe en los órdenes cósmicos y mora­les implicados por el mito saldrá na­turalmente refor­zada. En su ensayo Propuesta de Una psicobiología de la trascendencia, A.J. Mandell sostiene que la conciencia \ trascendental, en la que William James identifica la ex­periencia religiosa primaria, es un estado definible en sentido neuroquímico y neuro-fisiológico, una hipomanía imperturbable, bea­ta, enfática y creativa" (18).

PLAY (En Inglés jugar, pero también actuar, en el sentido teatral)

Está claro que todo esto se refiere al serio trabajo del cerebro en cuanto diferente del juego. El comporta­miento totalmente ergotrópico que depende del hemisferio izquierdo tiende a ser teatral y agonístico. Personalmente, no me adhiero a la tendencia de algunos autores de lo­calizar las funciones mentales espe­cíficamente en determinadas regio­nes corticales más que en redes de interconexión, pero me parece que el concepto de división del trabajo en­tre los dos hemisferios es, hablando en términos generales, fundado. Co­mo ya vimos, el término ergotrópico deriva del griego ergon que signifi­ca trabajo y de tropos que equivale a tendencia, modo, manera. Esto repre­senta el sistema nervioso en cuanto concierne al trabajo, siendo un sub­sistema del simpático. Mientras el trofotrópico (del griego trophe: comi­da, nutrición) representa el sistema nervioso en cuanto concierne la sus­tentación, siendo un subsistema del parasimpático que gobierna el balan­ce de las funciones y de la composi­ción química dentro del organismo. También éste es un tipo de trabajo difuso, si bien menos focalizado y móvil, menos intenso, de las funcio­nes ergotrópicas. Pero, ¿dónde, se podría pre­guntar, se encuentra el rol de play (juego) dentro de este mode­lo? En el ámbito de la neurofisiología cerebral, el término juego aparece muy raramente. Y, sin embargo, el juego es una especie de partner dia­léctico del ritual y los etólogos con­fieren al comportamiento lúdico una importancia similar a la del rito. D' Aquili y Laughlin mencionan ape­nas el término. Los hemisferios tienen claramente un trabajo que desarrollar, así corno el sistema nervioso tiene el suyo. Los primeros crean dramas sociales y el segundo produce la norma social. Sea que actúen según su normal fun­cionamiento o que estén, expuestos a estimulación intensa, los compo­nentes del sistema nervioso central parecen recubrir roles interdepen­dientes pero claramente definidos desde el punto de vista de las res­ponsabilidades diferentes que asu­men. Se podría hipotetizar que en el nivel neurobiológico el juego podría estar de algún modo conectado con la sensibiliza­ción de estructu­ras nerviosas de tipo interfacial, como el sistema límbico dentro del núcleo cerebral, del cual es notoria la íntima relación con la expresión de la emoción, particularmente respecto al placer, dolor, rabia. A mi modo de ver el juego no está ligado a ninguna particular región neuro cerebral: es una entidad hui­diza, refractaria a la localización y a la fijeza: una especIe de jolly, de co­modín, hermoso acto neuro-antro­pológico. Johann Huizinga, Roger Caillois, y muchos otros, sucesiva­mente han hablado de la inclusión del juego entre "las convenciones ar­bitrarias, imperativas y deliberadamen­te tediosas" (20). La tendencia al jue­go representa un fenómeno voluble, es a veces peligrosamente explosiva: las instituciones culturales tratan de refrenarlo o de conducido dentro de juegos competitivos, de fortuna o de fuerza, a través de medios de simu­lación como el teatro, o en el des­orientamiento controlado, desde las montañas rusas a la danza de los dervishes, el ilinix o vértigo de Callois.

El juego puede ser definido peligroso en cuanto capaz de subvertir la regular alternancia entre los hemis­ferios responsables del manteni­miento del orden social. La mayor parte de las definiciones del juego implica las nociones de desempeño, de liberarse, de sentirse fuera de la morsa de los serios procesos de re­ducción y control social. Las energías nerviosas del juego rozan, por decir­lo así, las cortezas cerebrales, probando las varias capacidades y fun­ciones de distintas áreas del cerebro en vez de tomar parte de ellas. Este es probablemente el motivo por el cual, como han escrito Don Handel­man y Gregory Bateson, el juego puede proveer un meta-lenguaje (meta significa estar más allá y entre), además de emitir metamensajes por lo que concierne a un elevado núme­ro de varias inclinaciones humanas, ofreciendo así, como dice Handel­man, "Un cuadro del orden social de am­plitud muy vasta (21). El juego puede estar en todos lados y en ninguna parte, puede imitar cualquier cosa sin estar, sin embargo, identificado con nada. El juego -para utilizar la expresión de Edward Norback- es trascendente, pero sólo en el sentido de que barre las superficies de las or­ganizaciones nerviosas más especia­lizadas en vez de existir indepen­dientemente de ellas o miradas desde arriba. El juego representa el supremo bricoleur de construcciones frágiles y pasajeras, como un capu­llo de larva o un nido de urraca. Sus meta-mensajes están constituidos por un potpourri de elementos apa­rentemente incongruentes: produc­tos de ambos hemisferios son yux­tapuestos y mezclados. Estados de pensamiento aparentemente del todo racionales coexisten de mane­ra joyciana o surrealista con estados de pensamiento privados de co­nexión sintáctica. Sin embargo, si bien incontrolable, la rueda del jue­go nos revela -como sostuvo Mihaly Csikszentmihalyi- (22) la posibilidad de cambiar nuestros objetivos y, por consiguiente, de llegar a la reestruc­turación de aquello que nuestra cul­tura sostiene ser la realidad.

El lector habrá intuido que para mí el juego es un fenómeno liminoide, esencialmente intersticial, en medio o dentro de todos los nudos taxonó­micos estandartizados, esencialmen­te elusivo -término que deriva del la­tín ex, que significa lejos y de ludere que significa jugar-; aquí, el verbo latín eludere que adquirió el significado de substraer de alguien que juega, enton­ces engañar o estafar. En cuanto tal, el juego no puede quedar prisionero de formulaciones dictadas por el modo de pensar conectado con el hemisfe­rio izquierdo -aquel que todos no­sotros debemos usar para someter­nos a las convenciones retóricas del discurso intelectual. El juego no es acción ritual ni meditación, no es me­ramente vegetativo ni se limita a la diversión; está también caracteriza­do por una buena dosis de agresivi­dad ergotrópica y agonística, dado su extraño estilo especulativo de bri­colage. Como notó Roger Abrahams, el juego toma el pelo a la gente, las cosas, las ideas, las ideologías, las instituciones y las estructuras; en parte, se burla, imita, provoca, susci­tando esperanza, deseo, curiosidad, sin necesariamente dar satisfacción (23). Los que Csikszentmihalyi des­cribió como estados fluidos, pueden ser interrumpidos por el juego para una reflexión o estimulados. Como muchas encarnaciones del Picaro (trickster) en la mitología (¿o debería más bien tra­tarse del antimito, si es cierto que los mitos son en su mayoría especula­ciones sobre la causalidad?), el jue­go puede engañar, traicionar, ilu­sionar desilusionar (otra derivación de ludere, jugar), engatusar, embau­car, embrollar, estafar. Walter Skeat considera que el origen del verbo in­glés to play viene del anglosajón plegian, que significa golpear o aplau­dir; el término anglosajón plega no sigitifica sólo juego, deporte, sino tam­bién comúnmente combate, batalla (con nuevas implicaciones de tipo ergotrópico ). Como ya dije, el juego extrae sus materiales de todos los aspectos de la experiencia, sea interior o ex­terna. Y sin embargo, como escribe Handelman, no tiene ningún poder instrumental: podríamos decir que es un guerrero-sombra, un kage­musha (24). Justamente por esta ra­zón, su potencial de metalenguaje es imponente: nada de lo que es huma­no le escapa. No obstante eso, dado su estilo oximórico peligrosamente inocente, no teme nada, protegido como está por su liviandad y su fugacidad. Tiene los poderes del dé­bil: una audacia infantil en relación al fuerte. Prohibir el juego significa de hecho masacrar a los inocentes. Si el hombre es una especie neotó­nica, el juego es tal vez su modo más apropiado de expresión (en el origi­nal: perfomance, ndt.). Más que otra cosa, está claro que, como sostiene Konner, el juego es educativo. Los mamíferos que lo han desarrollado más plenamente son también los más inteligentes y lon­gevos como especie: primates, cetá­ceos, carnívoros acuáticos y terres­tres. "Tiene la función de ejercicio orientado al aprendizaje sobre el ambien­te y los individuos de la propia especie. Para aquellas especies sirve para adqui­rir las habilidades fundamentales rela­tivas a la subsistencia y a la socialización (25). Está demostrado que la oportunidad de experimentar un tra­bajo dentro de una situación lúdica, antes de acometer con el mismo fa­cilita el aprendizaje de ese trabajo en numerosos mamíferos puestos en un contexto experimental. El juego, en­tonces, está probablemente conecta­do con los más altos centros cerebra­les -sin olvidar sus relaciones con la excitación y el placer, sobre todo en el caso de juegos violentos e inquie­tos, en los cuales el sistema límbico está claramente envuelto. Y, sin em­bargo, la verdadera violencia gene­ralmente está controlada objetiva y culturalmente por reglas y subjetiva­mente por mecanismos inhibitorios de tipo probablemente diferente del super-yo o del mecanismo de auto­defensa hipotetizados por Freud, si bien no es improbable que el juego defienda efectivamente la conciencia de algunos de los más peligrosos impulsos inconscientes. Finalmente, el juego se conjuga al conjuntivo. ¿Qué significa? Son con­juntivas las formas verbales usadas en inglés para expresar una acción accidental e hipotética. Una acción accidental es algo que puede ocurrir pero que no es probable ni intencio­nal. Conjuntividad significa posibi­lidad. Se refiere a lo que puede o podría ser. Tiene además que ver con la suposición, la conjetura o el pre­supuesto, con el ámbito del como si más que con el de como es. (Entonces el juego debe suponer una notable implicación del hemisferio izquier­do, de la actividad lingüística y de la conceptual, pero sólo para benefi­cio de sí mismo). El como si se refiere a lo que la cultura califica como mundo de los hechos, de causa y efecto, en el cual y desde el cual se habla en indicativo (que presupone que la acción o la condición a la cual se re­fiere sea un hecho objetivo): estamos dentro del mundo del hemisferio cerebral izquierdo per excelence. El mundo del hemisferio derecho, no se identifica con el mundo del jue­go, en cuanto su percepción gestal­tica de las cosas lo pone en grado de aferrar el sentido de una realidad más elevada, más allá de las suposi­ciones y de las especulaciones. El juego es un escéptico de alas livia­nas y de mano lista, un Puck a mitad de camino entre el mundo diurno de Teseo y el nocturno de Oberón, que cuestiona los principios de ambos hemisferios, de ambos mundos. No hay santidad en el juego: es irre­verente y, en el mundo de las luchas por el poder, lo protegen su aparen­te irrelevancia y su hábito clownesco. Pareciera casi que el sistema límbico estuviera dotado de una inteligen­cia más elevada, en una especie de vuelco carnavalesco del sistema in­dicativo.

De todos modos, teniendo que ver con la entera gama de la experiencia -tanto de la presente como de la pa­sada-, se puede afirmar que el juego recubre en la construcción social de la realidad un rol similar al que la mutación y la variación recubre en la evolución orgánica, conocimien­to escurridizo de todo lo que el sis­tema nervioso está en condiciones de experimentar y, al mismo tiempo, su independencia de las varias localiza­ciones de aquel sistema le permiten cumplir la función liminal de la re­combinación lúdica de elementos familiares en modelos no familiares y muy seguido absolutamente arbi­trarios. Y, sin embargo, puede ocurrir que un modelo de vida o de estruc­tura social considerado comúnmente excéntrico pueda revelarse, en condiciones de extrema mutación social, una hipótesis al indicativo, adaptable a la realidad. Aquí adquie­ren nueva importancia las viejas teo­rías según las cuales el juego tiene su origen en el excedente de ener­gía. Una parte del surplus constru­ye críticas lúdicas al presente, al statu quo, debilitándolo a través de la pa­rodia, la sátira, la ironía, la farsa; otra parte subvierte estructuras y legiti­midades pasadas; otra se proyecta en el futuro constituyéndose en un de­pósito de estructuras socio-cultura­les posibles (que van desde lo biza­rro y ridículo a lo utópico e idealista), una de las cuales puede radicarse en una realidad futura, permitiendo a la fundamental dialéctica de las fun­ciones de los dos hemisferios trans­portar individuos y grupos de indi­viduos de la tierra al cielo y del cielo a la tierra, dentro de un modo indicativo de la nueva estructu­ra. Pero es siempre el evanes­cente Pícaro (26) quien los pone en condiciones de hacerlo sin dejar huella, según la expre­sión juguetona de Jacques Derrida.

Notas:

(1) Eugene G. d' Aquili y otros, The Spec­trum 0f Ritual: a Biogenetic structural Analysis, Columbia University Press, NY,1979.

(2) Barbara Lex, Nel/robiology 01 Ritual Trance en The Spectrum of Ritual, op. cit, p. 125.

(3) Howard Gardner, The Shattered Mind, Vintage, NY 1975, p. 386.

(4) E.G. d' Aqui1i y c.D. LaughlinJr. op.cit, p.174.

(5) W.R.Hess, On the Relationship Between Psychic and Vegetative Func­tions, Schwabe, Zurich 1925.

(6) E. Gellhorn y WF. Kiely, Mistical States 01 consciousness: Neurobio­logical and Clinical Aspects, in formal of Mental and Nervous Diseases, n° 154,1972, pp 339-405.

(7) E.C. d'Aquili Y c.D. Laughlin fr.op.cit, p.176.

(8) lbid, p. J7(J.

(9) Ibid.

(10) Ibid, p. .171.

(11) Ibid.

(12) Ibid, p. 171.

(13) Claude Levi-Strauss, Antropología estructural, El pensamiento salvaje. (14) KG. d' Aquili y c.D. Laughlin Jr. op.cit, p. 177.

(15) B.Lex, op. cit, p. 176.

(16) Ibid, p. 177.

(17) E.G. d' Aquili y C.D. Laughlin Jr. op. cit, p.177.

(18) Al Mande]], op. cit, p.l.

(19) Play, en inglés, significa sea juego o actuación teatral y to play es ju­gar y actuar.

(20) Roger Caillois, El juego de los hombres.

(21) Don Handelmann, Play and Ritual: Complementary Frames of Metacomunications, en It is a FunnyThing, Hu­room, a.c. de AJ. Chapman y H. Fort, Pergamon, Londres 1977, p. 189.

(22) Mihaly Csikszentmihalyi, Beyond Boredom and Anxiety, Jossey-Bass, San Francisco 1975.

(23) Roger Abrahams, comunicaciónpersonal al autor.

(24) Cfr. el film de Akira Kurosawa, Ka­gemusha.

(25) Melvin Konner, The Tangled Web: Biological Constraints on the Human Spirit, Holt, Rinehart & Wilson, NY 1982, p. 147.

(26) Traducimos como Pícaro una figura que tiene mil nombres en diferentes culturas y contextos: Trickster, Bri­ccone, Bufón. En teatro: Pulcinella, Arlequín, Payaso, etc.

fuente: www.dramateatro.arts.ve

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