lunes, 29 de septiembre de 2008

Gen de Dios

EL GEN DE DIOS

Enviado el jueves, 01 de febrero de 2007 19:32

Últimamente la genética está dando mucho juego. Hace unos meses un cardenal, Javier Lozano Barragán, dijo en la apertura de una conferencia sobre el genoma humano organizada por el Vaticano, que “en el ADN podemos encontrar la Santísima Trinidad”. Ahora han encontrado también el gen de dios. Hubo un filósofo que -en respuesta a si creía en Dios- dijo que él nunca se lo había encontrado en un laboratorio. Pues ahora algunos dicen que sí lo han hecho. Quizá dentro de poco podamos ver su foto…

“La antigua alianza está rota; el hombre sabe al fin que está solo en la inmensidad indiferente del universo de donde ha emergido por azar.” (Jacques Monod, premio Nobel)

Casi todas las personas hemos oído hablar alguna vez -aunque haya sido en términos profanos- del debate científico, político y filosófico entre lo adquirido y lo heredado, lo que la famosa frase de Francis Galton apodó nature versus nurture. ¿Quién no ha participado alguna vez en una discusión sobre la naturaleza de la inteligencia, la violencia, los comportamientos sexuales, o la personalidad? ¿Los determinan nuestros genes, nuestro ambiente o ambas cosas? No obstante ser un tema conocido, de lo que quizá no se tenga verdadera conciencia es del calado y la importancia que esa cuestión encierra y de hasta qué punto ha influido en el debate científico de las últimas décadas, especialmente entre los intelectuales de la llamada “Tercera Cultura” (Dawkins, Pinker, Dennett, Gould, Eldredge y tantos otros).

Un claro y curioso –por llamarlo de alguna manera- ejemplo de la feroz ofensiva ideológica que sigue sustentando en la actualidad el determinismo genético puede encarnarlo el científico norteamericano Dean Hamer, genetista del Instituto Nacional del Cáncer en Bethesda, Estados Unidos. Hamer ha publicado varios artículos sobre el papel de los genes en la orientación sexual masculina. En un artículo publicado en Nature Genetics en 1995, afirmó haber localizado un gen que influye sobre el comportamiento sexual, asegurando que se había encontrado un ligamiento genético entre el gen, Xq28, y la homosexualidad masculina (Hu et al, 1995). Por supuesto los medios de comunicación se apresuraron a propagar la noticia: se había encontrado el “gen de la homosexualidad”. Por cierto, cuando en 1999 un equipo canadiense dirigido por George Ebers refutó la noticia al publicar en Science que sus experimentos mostraban la ausencia de tal ligamiento genético (Rice et al 1999), la noticia no tuvo tanto eco.

En esta fotografía se puede ver lo que Hamer propone como los orígenes o condicionantes de la fe. (Expresión de VMAT2 en celulas CHO transfectadas, J. Biol. Chem., 281 (44), 33373-33385)

Pero Hamer no se detuvo ahí. En 2004 publicó un libro titulado The God Gene (El Gen de Dios), que acaba de publicarse en España. Después de comparar más de 2000 muestras de ADN, el genetista asegura en su libro que la espiritualidad y, por tanto, las creencias religiosas están ligadas a ciertas substancias químicas presentes en el cerebro. Según Hamer, el gen VMAT2 (vesicular monoamine transporter, transportador vesicular de monoaminas) es el responsable de la fe, añadiendo además que los ateos carecen de este gen. Hamer no descarta la posibilidad de que el llamado “gen de la fe” haya sido heredado por los cristianos a partir del propio Jesucristo. Aunque parezcan cómicas, estas afirmaciones vienen de la ortodoxia de la ciencia norteamericana, y no surgen por casualidad, sino gracias a las condiciones propicias que existen para este tipo de especulaciones. De todas formas no hay que echarse las manos a la cabeza: hace ya muchos años que Wilson, el padre de la sociobiología, dijo que manifestaciones humanas como la religión, la ética, la guerra, la cooperación, la actividad empresarial, el rencor o la conformidad, eran manifestaciones biológicas. O sea, que no es la primera vez que escuchamos y escucharemos ese tipo de afirmaciones. El problema es que estas especulaciones, aunque nos perezcan a muchos ridículas, tienen un enorme poder ideologizador y no están ahí por casualidad, pues forman parte de la manera de ver el mundo que predomina y que interesa actualmente en la sociedad, y que consiste básicamente en atribuir a la naturaleza humana y no a la misma sociedad, el origen de las desigualdades, de la injusticia y de la violencia.


Raquel Bello-Morales (CBM-UAM)

http://weblogs.madrimasd.org/biocienciatecnologia/archive/2007/02/01/58510.aspx

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